EEUU necesita desesperadamente respiradores para los enfermos más graves del coronavirus. El país tiene hoy 160.000 y se calcula que va a necesitar 740.000 durante esta epidemia. Ante este dato aterrador, hoy el presidente Trump ha tomado una decisión: valiéndose de los poderes que le da una norma aprobada en 1950, la Ley de Producción de Defensa, ordena a la multinacional automovilística General Motors que se ponga a fabricar estos aparatos y que priorice los pedidos del Gobierno a cualquier otros.
No ha sido una decisión fácil. Hace días que se la reclamaban los gobernadores demócratas de algunos de los estados más afectados, pero Trump se resistía y hablaba de “no nacionalizar empresas” para no “ser como Venezuela” El presidente esperaba que solo con la amenaza de aplicar la ley fuera suficiente, pero hoy ha tomado la determinación después de que, según él, General Motors le informara de que fabricaría menos respiradores de lo acordado y de que estos llegarían más tarde y a un precio más alto.
Medidas excepcionales
Cuando el presidente Harry Truman firmó la Ley de Producción de Defensa en 1950, el país estaba entrando en la Guerra Fría, pero también estaba a punto de protagonizar una guerra bien caliente, la de Corea. Truman había visto de cerca lo fundamental que había sido la organización de la industria para lograr la victoria en la Segunda Guerra Mundial, pero en tiempo de paz el presidente no tenía los amplios poderes sobre el sector privado que sí disfrutaba durante la guerra. Por eso impulsó y logró sacar adelante la Ley de Producción de Defensa.
El objetivo central de la norma es muy sencillo: permitir al Gobierno que ponga a las empresas a fabricarle y servirle lo que necesita en ese momento. Los diferentes presidentes han usado la ley para adquirir tecnología militar o responder a grandes catástrofes naturales, pero Trump es el primero desde la Guerra Fría que va a usarla también para adjudicarse los respiradores. Bajo la autoridad de esta ley, da igual a quién le haya prometido o vendido los aparatos el fabricante, el Gobierno de EEUU se pone por delante y se lleva el pedido.
¿Un brindis al sol?
Es difícil criticar a un gobierno que quiere movilizar los recursos del país para luchar contra una emergencia nacional, pero las dudas de Trump antes de activar la ley pueden haber minado sus efectos. En la 'zona cero' de la infección, Nueva York, el gobernador calcula que el sistema sanitario llegará al punto de máxima presión en dos o tres semanas y que sus enfermos necesitarán 30.000 respiradores, cuando ahora mismo tienen 7.000. Por muy rápido que vaya General Motors, es improbable que pueda fabricarlos a esa velocidad.
En sus redes sociales, Trump ha criticado duramente a la compañía y le ha reclamado “que reabra su fábrica de Lordstown, en Ohio” para ponerse a producir respiradores “ya”. Sin embargo, independientemente de que esa planta ni siquiera es ya propiedad de GM, no conviene olvidar que la empresa automovilística no ha fabricado un respirador en su vida. Se ha aliado con otra empresa que sí los produce para empezar a hacerlo, pero es evidente que las fábricas que hasta hace una semana montaban coches van a necesitar algo de tiempo para reorganizarse, formar a los trabajadores, recibir el material... Una firma en un decreto no soluciona mágicamente todos los problemas.
La última pelea de Trump y General Motors
Las críticas de Trump hoy a GM y a su presidenta, Mary Barra, no son ni mucho menos las primeras que le dedica. El presidente ha cargado varias veces contra el gigante estadounidense del automóvil porque, pese a las promesas que Trump hizo durante su campaña, la empresa no ha cerrado sus fábricas en China y en México para volver a abrir las de Michigan, Ohio e Indiana. Más bien al contrario, ha desmantelado varias más durante el mandato de Trump.
Antes de la decisión del presidente, General Motors ya estaba publicitando su giro empresarial hacia la lucha contra el COVID-19. La empresa ha anunciado que pone a trabajar a 1.000 personas en Indiana para empezar a entregar respiradores “el mes que viene” y llegar a fabricar unos 10.000 al día. Parece que son los plazos y los precios los que no han convencido a Trump. Su decisión de aplicar la Ley de Producción de Defensa es, sin duda, un aviso a navegantes.