A Joe Biden se le ha oído. A Donald Trump se le ha escuchado. La clave del primer debate electoral que se ha celebrado esta madrugada en el plató de la CNN en Atlanta, Estados Unidos, residía en cómo ambos candidatos se movían y hablaban en el escenario: su actuación era más importante que sus argumentos. Trump, animal televisivo, ha sabido sacar partido del hecho y se ha mostrado como un candidato razonable y firme. Con palabras claras y un tono constante (alejado de la intensidad de la que hace gala en los mítines), el expresidente ha colado su discurso incendiario, así como afirmaciones falsas. Por contra, la voz raspada, la tos y el constante tartamudeo han enterrado a Biden bajo un aura de fragilidad que ha hecho muy difícil poder concentrarse en los argumentos que decía. Tan solo en los primeros minutos del debate, el presidente ya ha protagonizado un lapsus.
A sus 81 años, Biden tenía que volver a demostrar que está capacitado para asumir un segundo mandato si es reelegido. A pesar de que durante el discurso del Estado de la Unión supo salir airoso, mostrándose enérgico y mucho más claro, en el debate de la CNN no ha conseguido hacerlo. El primer tema, la inflación, ya auguraba que a Biden se le haría largo el debate. El presidente se defendía en la materia, pero las vacilaciones, el constante cerrar de ojos para concentrarse en lo que estaba diciendo y el lapsus final han encasillado al demócrata en la imagen que quería evitar: la de un anciano frágil. Aunque en la segunda parte del debate Biden ha recobrado un poco más de confianza, el sambenito ya estaba colgado.
En los primeros minutos, Trump, que tiene 78 años pero no es tan cuestionado por su edad, ha marcado el compás del debate no solo con su actuación, sino también con la clásica jugada de evitar responder las preguntas hablando de otros temas. En este caso, la inmigración se ha convertido en el comodín por excelencia, hacia donde la mayoría de veces Trump ha remado para no tener que rendir cuentas ante los moderadores del debate Jake Tapper y Dana Bash.
Otro logro de Trump ha sido conseguir llevar al centro del debate la edad de Biden y poner en cuestión sus capacidades. Ya haya sido de forma más “sutil”, con sonrisas de sorna y gestos de incredulidad por las vacilaciones de su rival, o bien acusando a Biden de no ser capaz de ganarle al golf ni de enviar la pelota “más allá de 50 yardas”. Esta afirmación se ha producido justo en el segundo bloque del debate, cuando se ha preguntado a ambos candidatos si creen que están capacitados para gobernar a pesar de su edad. Mientras que Biden ha sacado a relucir su gestión durante los últimos cuatro años y su carrera en Washington, Trump ha asegurado que se ha hecho dos test cognitivos y que se siente “muy bien, el mismo que hace 25 o 30 años”. Ante la frase, Biden no solo se ha reído ante lo que le parecía una fanfarronada, sino que después ha acabado entrando al barro de Trump y se ha metido con su peso y su edad. “Dejemos de actuar como niños”, ha dicho el magnate para zanjar la cuestión.
Antes de llegar a este punto, Trump ya había dejado fuera de juego a Biden. Después de que este quedara atrapado en un balbuceo ininteligible sobre la patrulla fronteriza, Trump ha respondido mirando a cámara: “No sé qué ha dicho al final de la frase. Creo que él tampoco sabe lo que ha dicho”. Con esta sentencia ya ha herido de muerte a un Biden que se le ha quedado mirando boquiabierto, además de generar carnaza para las redes sociales.
Que la cuestión de la edad se haya llevado el protagonismo también ha beneficiado a Trump porque el hecho de que haya sido condenado por el caso Stormy Daniels ha quedado relegado a un segundo plano. Asimismo, cuestiones más importantes, como cuando la moderadora le ha preguntado a Trump si aceptará el resultado de las próximas elecciones (a lo que ha respondido que lo hará “si es libre, justa y una buena elección”) o el asunto de las guerras en Ucrania y Gaza, han quedado ensombrecidas por el duelo de los atributos físicos y atléticos de ambos candidatos.
Uno de los momentos en los que Biden ha acabado perdiendo los estribos ha sido cuando Trump ha llamado a los veteranos “suckers, loosers” (“idiotas, perdedores”). Esto ha removido por dentro al presidente, ya que su hijo Beau, que falleció de un cáncer cerebral, sirvió en el Ejército en Irak. “Mi hijo no era un idiota ni un perdedor. Tú eres un idiota, tú eres un perdedor”, ha saltado el demócrata, insultando claramente a su rival.
Tampoco han faltado los reproches judiciales. Trump ha sido el primero en sacar los trapos sucios de Biden citando la condena de su hijo Hunter por la compra y posesión ilegal de un arma. “Mantuviste relaciones sexuales con una estrella porno cuando tu esposa estaba embarazada”, esta ha sido la manera en cómo Biden ha puesto sobre la mesa el caso Stormy Daniels y por el cual Trump ha sido condenado por 34 delitos graves. Una vez más, Trump ha negado que mantuviera sexo con Daniels.
Sobre el derecho al aborto, Trump no solo ha vuelto a moderar su postura y ha aprovechado para citar a Ronald Reagan (algo que su equipo le recomendó hacer): “Como Reagan, creo en las excepciones para violación, incesto y que ponga en riesgo la vida de la madre, pero tiene que ser elegido [por los estados]”. Estas palabras han despertado enfado en Biden, quien ha mirado con indignación a su rival desde el lado derecho del escenario. A la hora de contrarrestarlo, Biden ha acabado mezclando el tema del aborto con la inmigración (un campo donde tiene las de perder) mientras Trump sonreía con sorna. Para rematar este apartado, Trump ha vertido una de las muchas mentiras que ha lanzado a lo largo del debate, asegurando que la administración Biden quitaría “la vida de un niño a los ocho meses [de embarazo], nueve meses e incluso después de nacer”. Hecho completamente falso, ya que, para empezar, un aborto después del nacimiento ya no es ni aborto, sino que sería infanticidio.
Donde más cómodo ha estado Trump ha sido en el apartado de la inmigración, donde ha llegado a asegurar que los migrantes “están matando gente en todos los estados, cada estado es una frontera”. Esta afirmación, además de ser falsa, también le ha servido al expresidente para evitar responder a la pregunta de cómo pretende cumplir con su promesa de campaña de realizar deportaciones masivas de migrantes. Asimismo, durante otros apartados que no tenían nada que ver con la inmigración, Trump también ha aprovechado para decir que los inmigrantes se hospedan “en hoteles de lujo”. El republicano es consciente que este es uno de los temas clave de cara al 5 de noviembre y ha intentado sacarle todo el jugo que ha podido.
Trump ha acusado a Biden de dar demasiado dinero a Ucrania y de que potencias como Corea del Norte o China no lo toman en serio. “Él [Putin] nunca habría invadido Ucrania, igual que Israel no habría sido invadido por Hamás, porque Irán estaba fuera de juego conmigo. Ahora todo el mundo está yendo contra él [Biden]”, ha asegurado Trump. A lo que el demócrata ha contraatacado asegurando que fue Trump quien animó a Rusia a atacar Ucrania.
Al cierre del debate, Biden tampoco ha sido capaz de contener su tartamudeo, teniendo momentos de duda mientras pronunciaba su discurso en lo que serían los minutos de oro para dirigirse a la audiencia. “Hemos hecho mucho progreso de la debacle que nos dejó Trump”, ha afirmado. La manera como Trump ha utilizado sus últimos minutos ha sido completamente opuesta, tanto en forma como contenido. Con un tono seguro y mirando a cámara, Trump ha culpado a Biden de los males del país, tanto a nivel de políticas interiores como exteriores. “Estamos viviendo en el infierno”, ha afirmado.
En total, el debate ha durado 90 minutos y ha tratado 15 apartados temáticos y se ha dividido en dos bloques. En el primero se ha abordado la economía (una cuestión crucial para las elecciones), el aborto, la inmigración, la política exterior, la democracia y los delitos de Trump, así como los del hijo de Biden. En el segundo bloque han tocado la crisis climática, la seguridad social, las pensiones, la atención a la infancia, las adicciones, la edad de ambos y la violencia policial.