Turquía consolida su rebelión contra Estados Unidos tres meses después del golpe de Estado
Hace tres meses del intento de golpe de Estado en Turquía, del “regalo de Dios”, según lo calificó Erdogan. No solo continúan las purgas internas y la consolidación de Erdogan en el poder, sino que Turquía ha adoptado un nuevo patrón de comportamiento rebelde hacia su tradicional aliado estratégico, Estados Unidos.
La tensión aumentó cuando, en los momentos posteriores al golpe, altos cargos estadounidenses dudaron de la respuesta de Turquía al mismo. Desde entonces, Turquía se ha empeñado en vincular la extradición del líder religioso Gülen, a quien el Gobierno acusa de ser el principal culpable del golpe, con la alianza estratégica entre ambos países. Gülen sigue en libertad en Estados Unidos. Han pasado tres meses y Estados Unidos intenta sin éxito no perder a Turquía de su esfera de influencia.
El exembajador de EEUU en Ankara, James Joffrey, sostiene que “Turquía piensa que EEUU necesita más a Turquía que Turquía a EEUU”. Como prueba, el diplomático recuerda que Erdogan no ha respondido a las peticiones de Occidente sobre democracia y derechos humanos pero que, sin embargo, EEUU está muy limitado en sus acciones dada la importancia estratégica de Turquía en Oriente Próximo.
La última muestra de esta ruptura entre ambos fue Erdogan llamando “novata política” a Hillary Clinton. Durante el segundo debate presidencial, la candidata favorita a ganar las elecciones propuso armar a las fuerzas kurdas que combaten contra el Estado Islámico, lo que Erdogan calificó como una propuesta “inepta políticamente”.
Turquía, “fuerza ocupante” en Irak
Más importante es el reciente choque en Irak. El 1 de octubre, el Parlamento turco aprobó la extensión de la presencia de tropas turcas en territorio iraquí y sirio, a pesar del rechazo iraquí, quien ha calificado a Turquía de “fuerza ocupante”.
Tres días después del anuncio, el Parlamento de Irak respondió con una condena de esa votación y pidió a Turquía que retire a sus 2.000 soldados desplegados en el norte del país. “El comportamiento de Turquía es inaceptable y no queremos iniciar una confrontación militar con Turquía”, señaló el primer ministro iraquí, Haider al Abadi.
Erdogan ha asegurado que, a pesar de las peticiones iraquíes, Turquía participará en la ofensiva de Mosul, batalla que se considera clave para la victoria contra Estado Islámico. Así ha respondido Erdogan al primer ministro iraquí: “Me está insultando. Ni siquiera eres mi interlocutor, no estás a mi nivel. No tienes el mismo valor, no tienes la misma calidad. Tus gritos desde Irak no son importantes para nosotros. Deberías saber que iremos por nuestra cuenta”.
Mientras tanto, la Administración de Obama insiste en la idea de que la operación de Mosul está bajo el mando exclusivo de Irak y señala que “todos los vecinos de Irak necesitan respetar su soberanía e integridad territorial”. Erdogan parece no estar de acuerdo con esta idea y se muestra resuelto: “Nadie nos puede impedir participar”.
El punto de inflexión en las tensiones
Pocos días después de la tentativa de golpe, el director nacional de Inteligencia de EEUU, James Clapper, afirmó que muchos de sus interlocutores turcos habían sido “purgados o arrestados”. “No hay duda de que esto va a complicar la cooperación con los turcos”, señaló.
John Kirby, uno de los portavoces del Departamento de Estado, fue un paso más allá: “Sin duda, instituciones internacionales como la UE o la OTAN estarán vigilando cómo se desarrollan los acontecimientos porque hay responsabilidades democráticas unidas a la condición de país miembro”.
La respuesta de Erdogan, que hasta el momento había prometido no tocar sus compromisos internacionales, fue contundente: “En lugar de dar las gracias os ponéis del lado de los golpistas. Lo que es más, el organizador de este golpe está en vuestro país”.
Días más tarde, Erdogan aumentó su agresividad: “Me dirijo a EEUU: ¿qué tipo de aliados estratégicos somos que podéis seguir acogiendo a alguien a quien he pedido que se extradite? Desafortunadamente, Occidente apoya el terrorismo y está del lado de los golpistas”. “Cualquier país que se preocupa por la vida del pueblo turco y su democracia lo mismo que se preocupa por el destino de los golpistas no es nuestro amigo”, añadió.
La retórica antiestadounidense continuó y Estados Unidos intentaba sin éxito reducir las tensiones. “Turquía no tiene mejor amigo que Estados Unidos”, repetía el Departamento de Estado. “Turquía está bajo un poco de estrés en estos momentos”, intentó justificar el portavoz Kirby. Además, el Gobierno se ha cuidado de no criticar directamente la represión de Erdogan tras el golpe y de remarcar siempre su derecho a investigar lo sucedido el 15 de julio.
Putin entra en juego
Entonces llegó la primera visita de Erdogan desde el golpe a un líder extranjero, Putin, enemigo irreconciliable desde que Turquía derribó dos cazas rusos cuando sobrevolaban su espacio aéreo. Allí hablaron sobre cooperación defensiva, ya que Turquía estaba siendo tratada como “un país de segunda clase” tanto por EEUU como por la OTAN, según el ministro de Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu. “Hasta hoy hemos querido cooperar con miembros de la OTAN, pero los resultados no han sido satisfactorios”, añadió.
Días después, el primer ministro turco, Binali Yildirim, llegó a ofrecer a Rusia la utilización de la base turca de Incirlik “en caso de que sea necesario” y de que Rusia lo solicite. La base de Incirlik es un activo estratégico de Estados Unidos en Oriente Próximo y clave en la lucha contra el Estado Islámico. Esta base, construida en 1951 por EEUU, tiene el objetivo expreso de “apoyar y proteger los bienes estadounidenses y de la OTAN y al pueblo turco”.
Unas semanas después, el vicepresidente estadounidense Joe Biden visitó a Erdogan en un intento de restañar las heridas. “No tienen mejor amigo que Estados Unidos”, repitió. Posteriormente, Biden se limitó a explicar por qué Estados Unidos no había extraditado todavía a Gülen.
La respuesta turca fue fría y pragmática. “Lo primero y más importante, el líder de FETO [la Organización Terrorista de Fethullah Gülen, en el lenguaje oficial turco] necesita ser extraditado a Turquía lo antes posible”, señaló Erdogan. “Entre Estados Unidos y Turquía hay un tratado bilateral de extradición y a la luz de este tratado, aquellos individuos deben estar en prisión preventiva. Esta persona, sin embargo, está dirigiendo la organización terrorista desde donde vive”, añadió.
Operación Escudo del Éufrates
Mientras estaba allí todavía el vicepresidente Biden, llegó el otro gran choque. Erdogan anunció el inició de la Operación Escudo del Éufrates, una operación militar en la frontera turca con Siria cuyo objetivo no era solo el Estado Islámico, sino también las fuerzas kurdas en Siria, directamente apoyadas por Estados Unidos. “Nuestras fuerzas han empezado una operación contra Daesh y el PYD [Partido de la Unión Democrática Kurda], grupos terroristas que amenazan nuestras fronteras en el norte de Siria”, señaló Erdogan.
La ofensiva contra las fuerzas kurdas en territorio donde no estaba situado el Estado Islámico era un evidente choque de intereses con EEUU. El enviado especial del presidente para la Coalición Internacional contra Daesh, Brett McGurk, expresó claramente su frustración y descontento con las acciones turcas: “Queremos aclarar que encontramos inaceptables y profundamente preocupantes estos enfrentamientos en zonas donde ISIS no está presente”. “EEUU no ha estado involucrado en estas actividades, no estaban coordinadas con las fuerzas estadounidenses y no las apoyamos”.
En línea con los continuos intentos de Obama de apaciguar a Turquía, Estados Unidos simplemente ordenó a sus aliados kurdos que se retirasen al lado oriental del río Éufrates, movimiento que confirmó el 30 de julio. Sin embargo, Turquía no ha confirmó este movimiento hasta el 26 de septiembre, dos meses después en los cuales la operación militar ha continuado.
La descoordinación y el choque de intereses en Siria e Irak con un tradicional aliado pueden poner en peligro la batalla contra el Estado Islámico y no solo en la próxima operación en Mosul, la que se considera la batalla decisiva contra ISIS en Irak.