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La UE de la defensa y el ascenso ultra: 100 días para las elecciones europeas tras un ciclo de crisis, guerras y pandemia

100 días para las elecciones europeas.

Irene Castro / Andrés Gil

2 de marzo de 2024 22:03 h

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Comienza la cuenta atrás. Quedan menos de 100 días para las elecciones europeas del mes de junio. Unos comicios en los que tradicionalmente la participación es más baja, a pesar de que la partida se juega en buena medida en Bruselas, donde los estados miembros cedieron parte de su soberanía. La 'gran coalición' que tradicionalmente ha operado en la UE tuvo que ir dando paso a la inclusión de los liberales en el reparto del poder y ahora la gran preocupación que emerge tanto en los socialdemócratas, como en los liberales, los verdes y el sector más moderado del Partido Popular Europeo, es el auge de la extrema derecha, que amenaza con consolidarse en la tercera posición.

¿Y cómo llega la UE a las elecciones? “Todas las encuestas serias nos dicen que en este momento el nivel de popularidad y de aceptación de la Unión Europea por los europeos es el más alto. Históricamente empezó a subir prácticamente en cuanto empezó el Brexit y desde entonces no ha parado: ha subido durante el COVID y ha subido durante la guerra. Y en algunos países en los que hace unos años podrías haber imaginado un referéndum, ahora tienes cuotas de aceptación por encima del 70%”, explica a elDiario.es el portavoz del Parlamento Europeo, Jaume Duch. El último eurobarómetro pronostica un aumento de la participación en las próximas elecciones europeas.

“Y, además, lo estamos viendo en partidos que tenían como bandera el euroescepticismo o incluso simplemente la promesa de salir de la Unión Europea: eso lo han abandonado o lo han aparcado y ahora lo que hacen es plantear su propia idea de Unión Europea, que es una cosa que entra dentro de la lógica de la pluralidad y de lo que es el funcionamiento democrático de las instituciones europeas”, agrega Duch.

Ahí entra en juego el concepto de Europa que cada formación quiera exprimir. En las elecciones de 2014, la UE estaba sumida en plena austeridad. En 2019, los grandes temas eran el pacto migratorio y la agenda verde, con los partidos ecologistas obteniendo el mejor resultado de su historia. Esta ha sido, de hecho, la legislatura medioambiental, aunque el Partido Popular Europeo se ha revuelto contra la que ha sido la bandera de Ursula von der Leyen este mandato. Y más en la recta final con los agricultores en las calles de todo el continente.

El epicentro ahora va a estar en la defensa y la seguridad. La invasión rusa de Ucrania hizo a la UE darse cuenta de que había abandonado su industria militar en el periodo de paz más largo de la historia del continente. Y ha tratado por todos los medios de activar la maquinaria de guerra para intentar ayudar a Kiev y modernizar sus propias capacidades. Aún así, los esfuerzos siguen siendo insuficientes. “Los ciudadanos quieren más defensa en Europa. Quieren que invirtamos más. Quieren que invirtamos mejor. Quieren que invirtamos de forma europea y más inteligente. Y quieren que sigamos siendo transatlánticos sin ninguna duda, pero que seamos más europeos”, señaló Von der Leyen en una rueda de prensa tras haber sido confirmada candidata del PPE sin competición. “El riesgo de guerra no es inminente, pero no es imposible”, dijo unos días después en la Eurocámara.

Buena parte del debate se centra ahora en cómo aumentar las capacidades militares. Sobre la mesa está la posibilidad de financiar el incremento del gasto militar a través de eurobonos, con una herramienta similar a los Fondos NextGeneration que se pusieron en marcha para hacer frente a la crisis de la pandemia, o que sea el Banco Europeo de Inversiones el que asuma parte de la financiación de los proyectos. Todo confluye en la necesidad de mantener una autonomía estratégica respecto a otras potencias, entre las que se mira a China pero también a Estados Unidos, y más ante la posibilidad de que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca.

El viraje de Von der Leyen

Pero el gran elefante en la habitación de cara a los comicios europeos es el imparable crecimiento de la extrema derecha en Europa. El cordón sanitario que hasta hace unos años imperaba en el continente ha desaparecido y el Partido Popular Europeo, al mismo tiempo que le ha abierto las puertas de par en par (formando parte, por ejemplo, del Gobierno de Giorgia Meloni en Italia), ha ido virando hacia posiciones cada vez más extremas por la mera pugna por el mismo electorado. El caso más evidente es el de la marcha atrás en la agenda verde impulsada desde Bruselas y que el grupo mandatado por Manfred Weber ha intentado torpedear.

Von der Leyen había funcionado como una suerte de pararrayos. Quizás como fórmula de supervivencia al deber la presidencia de la Comisión Europea a mandatarios como Emmanuel Macron y a los socialistas y liberales en la Eurocámara, donde logró el cargo por la mínima dado que fue una imposición de los líderes de los 27 al Parlamento Europeo. Lo cierto es que Von der Leyen ya no cierra la puerta a llegar a acuerdos con la extrema derecha más allá de poner algunas condiciones: “¿En contra del estado de derecho? Imposible. ¿Amigos de Putin? Imposible”.

El gran temor de los socialdemócratas, que han sido en muchas ocasiones un mayor apoyo para Von der Leyen que su propio partido, es que el PPE mire a su derecha aún más arrastrado por el incremento de la representación de la extrema derecha. No obstante, han dado por perdida la posibilidad de situar a un socialdemócrata al frente del gobierno comunitario y han elegido a un candidato de perfil muy bajo: el comisario de Empleo y Derechos Sociales, Nicolas Schmit, que ni siquiera tiene la garantía de repetir en Bruselas a instancias de su país por el cambio de Gobierno.

Esa decisión tiene varias causas. Primera, dan por hecho la victoria del PPE y, segunda, porque los dos líderes socialdemócratas con más peso ya han anticipado en cierta medida su respaldo a la actual presidenta, que ha estrechado lazos con las capitales en los últimos cinco años.

El tripartito que dirige Olaf Scholz tiene en su propio acuerdo de gobierno el apoyo a un alemán al frente de la Comisión Europea anteponiendo incluso la elección de un nombre de alguno de los partidos que componen el ejecutivo (socialistas, verdes y liberales). En el caso de España, Pedro Sánchez ha dejado clara su sintonía con Von der Leyen, que ha sido su aliada en muchas ocasiones en las que la derecha española le atacaba. El presidente admitió en verano que ella sería su apuesta si en el reparto del poder europeo tras las elecciones la presidencia del gobierno comunitario recaía en manos de los populares. Los socialistas aspiran a quedarse esta vez con la presidencia del Consejo Europeo, un puesto para el que suenan nombres como el del portugués Antònio Costa, que fue siempre el favorito, o la primera ministra danesa, Mette Frederiksen.

A pesar de que las cartas están más o menos echadas, los socialdemócratas tratan de salir de ese marco. “Queremos un presidente que defienda nuestras políticas. La persona es importante, pero no solo (...). No podemos apoyar a un candidato que no acepte nuestras politicas, nuestras prioridades”, expresó la líder del grupo socialdemócrata en la Eurocámara, Irtxe Garcí,a en un intento por que la alemana Von der Leyen no dé por hecho el apoyo de su grupo en un momento en el que, además, el Partido Popular Europeo ha renegado de buena parte de la acción del gobierno comunitario durante esta legislatura, especialmente lo que tiene que ver con el Pacto Verde. “En política es importante ser coherente y en este momento el PPE no es muy coherente. Tienes a la presidenta de la Comisión Europea presentando la ley de restauracion de la naturaleza y al lider del PPE en el Parlamento Europeo votando en contra”, ejemplificó la dirigente socialista en un encuentro con periodistas en el marco del congreso del Partico Socialista Europeo (PES) celebrado este fin de semana en Roma. “Rechazamos la idea de una pausa,”, advirtió Schmit sobre la moratoria en política medioambiental que plantea el PPE en plenas protestas agrarias.

El resto de aspirantes también tienen un valor simbólico dado que no tienen a priori ninguna posibilidad de hacerse con la presidencia de la Comisión Europea, pero los grupos mayoritarios quieren mantener el espíritu de los spitzenkandidaten después de que hace cinco años los jefes de Gobierno impusieran a Von der Leyen, que no se presentó a las elecciones. Los Verdes tienen una candidatura doble con la alemana Terry Reintke y el holandés Bas Eickhout. El Partido de la Izquierda Europea (PIE) ha designado al austriaco Walter Baier, aunque no todos los miembros del grupo de La Izquierda en el Parlamento Europeo están bajo el paraguas de esa formación (como, por ejemplo, Podemos o Sinn Fein), por lo que no representa a todo el conjunto de europdiputados de su familia política.

Los liberales de Renew aún no han deshojado la margarita de si pretenden concurrir con un candidato global. Su partido mayoritario, ALDE, se presentó en 2019 con varios aspirantes, entre ellos la actual comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, y el exeurodiputado de Ciudadanos Luis Garicano. Ahora una de las posibilidades es que la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, dé el paso. Es una de las principales referencias de los liberales en el poder y la 'dama de hierro' contra Vladímir Putin, que la ha colocado en busca y captura. Pero los equilibrios dentro de la plataforma son complicados, porque la delegación francesa tiene mucho peso y el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, no se ha descartado.

Tampoco la extrema derecha tiene un nombre específico y, de hecho, aún no se ha establecido la correlación de fuerzas en el Grupo de los Conservadores y Reformistas (del que forman parte Vox o Fratelli d'Italia y aspiran a incluir al Fidesz de Viktor Orbán) y en Identidad y Democracia (el grupo de Marine Le Pen y Matteo Salvini), que amenaza con ser la tercera fuerza.

Y ahí está la gran incógnita de estas elecciones: el nivel de fuerza de la extrema derecha y su conformación, dado que el PPE quiere abrir sus puertas a algunos de los partidos de ECR, especialmente a los italianos de Giorgia Meloni. “No sabemos quién estará en ECR tras las elecciones. En cada elección europea cambian los diferentes grupos políticos”, reconoció Von der Leyen, que ya no descarta pactar con quienes hace cinco años no dudaba en poner la etiqueta de extremistas.

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