En el último año, Occidente ha reforzado su unidad como bloque de poder con una posición común frente a la invasión rusa de Ucrania. Washington y Bruselas coordinan sus decisiones a un nivel sin precedentes: desde las sanciones hasta la entrega de carros de combate. Sin embargo, la retórica de la lucha por la libertad y la justicia no ha cuajado en el llamado sur global, donde decenas de países no han seguido ciegamente sus postulados tal y como esperaban.
“Occidente está más unido que nunca, pero está más dividido del resto del mundo que antes”, señalaba este miércoles Mark Leonard, director del think tank European Council on Foreign Relations (ECFR), durante la presentación de un informe sobre la opinión pública global en el primer aniversario de la guerra. “Mientras para Europa esto es lo más importante en términos de orden europeo en las últimas décadas, para otros solo es una guerra más”, añadía.
Países democráticos importantes como Indonesia, India y Sudáfrica se han abstenido en las resoluciones de la Asamblea General de la ONU condenando las acciones de Moscú. Otros países como Brasil y Turquía han votado junto a EEUU y la UE, pero se niegan a aplicar la política y estrategia occidental contra Rusia. Además, muchos Estados africanos se han negado una y otra vez a posicionarse pese a las críticas y presiones recibidas.
En el caso de China, Pekín ha mantenido un equilibrio pragmático y ha presentado recientemente un plan de paz criticado por la OTAN, que ha cuestionado su “credibilidad” porque el país asiático no ha condenado la invasión.
El bloque de países que se abstiene constantemente en las sucesivas votaciones sobre Ucrania en la Asamblea General de Naciones Unidas se ha mantenido prácticamente estable en el último año. La más significativa de estas resoluciones fue la primera condena de la agresión pocos días después de empezar la guerra, aprobada por 141 votos a favor, cinco en contra y 35 abstenciones (17 de ellas del continente africano). En la última votación, celebrada el jueves, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución con 141 votos solicitando la retirada de Rusia de Ucrania. Siete países votaron en contra y 32 se abstuvieron.
En otro claro ejemplo del distanciamiento, Zelenski pronunció en junio del año pasado un discurso telemático dirigido a los Estados de la Unión Africana al que solo asistieron cuatro representantes del continente.
Emmanuel Macron, presidente francés, trató de explicar esta posición alegando presiones de Rusia a estos países y criticando a todo un continente: “He visto demasiada hipocresía, sobre todo en África”, dijo durante una visita a varios países africanos en julio. “Algunos no lo llaman guerra cuando lo es y dicen que no saben quién la empezó porque tienen presiones diplomáticas”. Sin embargo, los expertos apuntan a una explicación más compleja.
La sorpresa occidental
Gilles Yabi, analista beninés fundador del Think Tank África Occidental (WATHI) e investigador no residente del Carnegie Endowment for International Peace, recuerda que no existe una posición africana unificada y que se trata de una región “mucho más grande que la mayoría de continentes, a pesar de que los mapas sugieren lo contrario”. “Está claro que muchos países africanos no han seguido las posiciones occidentales –que no solo consisten en condenar la agresión, sino en aplicar las máximas sanciones a Rusia–, pero eso no significa que estén apoyando la agresión en Ucrania”, dice a elDiario.es. “Han optado por una forma de no alineamiento”.
“Por sus propios intereses, y teniendo en cuenta las relaciones diplomáticas y militares que mantienen desde hace tiempo con Rusia, era importante para algunos países africanos no adoptar una posición clara para no correr riesgos”, señala. “Así lo han hecho países latinoamericanos, asiáticos y occidentales: han definido su posición en relación a sus intereses y no solo en relación a la violación del derecho internacional, sabiendo que las potencias occidentales que quieren encarnar las reglas del derecho también han violado estas normas sin sanciones ni condenas”, añade.
“Algunos sectores políticos y diplomáticos occidentales subestimaron la complejidad de los intereses y motivaciones de algunos países del sur global”, dice a elDiario.es Gustavo de Carvalho, investigador en las relaciones Rusia-África del Programa de Gobernanza y Diplomacia Africana del South African Institute of International Affairs (SAIIA) y experto en el sur global. “La postura no alineada de estos países debe ser percibida como una señal de alarma para Occidente sobre la necesidad de mejorar sus relaciones con estas regiones basándose en el respeto y el entendimiento mutuo. En lugar de ver el sur global como un peón en una lucha de poder entre grandes potencias, Occidente debería considerar estas regiones como socios clave para la construcción de un orden mundial más equilibrado y justo, fomentando el respeto mutuo, el entendimiento y la cooperación”.
En este sentido, Yabi explica que la “sorpresa” en Europa por la posición de algunos Estados africanos que consideraban muy cercanos a Occidente “indica que no se esperaban que los países africanos tuvieran la libertad de examinar sus propios intereses y determinar sus posiciones independientemente de las de sus socios europeos. Quizá esperaban un apoyo sin matices”.
“Esa sorpresa también refleja una falta de comprensión de que en África, como en otros lugares, se han producido muchos cambios en la última década en términos de diversificación de las asociaciones y apertura de los países africanos a nuevos socios como los países BRICS”, dice. “Los países africanos, como los asiáticos, como los latinoamericanos, ya no quieren hacer simplemente seguidismo del bloque occidental. No entender que hay razones para que estos países introduzcan una cierta dosis de cinismo en sus relaciones internacionales, como llevan haciendo mucho tiempo las grandes y medianas potencias, es probablemente la explicación de la sorpresa de algunos países occidentales”.
En este sentido, mientras Macron criticaba a los países africanos durante su visita al continente el pasado verano, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, hacía su propio tour para agradecer a estos países su posición en el conflicto. “Aunque sin precedentes por su magnitud, la presión externa no ha llevado a nuestros amigos a sumarse a las sanciones antirrusas. Un camino tan independiente merece un profundo respeto”, decía en una columna publicada en cuatro grandes medios de Egipto, Congo, Uganda y Etiopía.
Carvalho explica que “los términos ‘norte global’ y ‘sur global’ suelen describir cómo los países se agrupan en función de sus características socioeconómicas y políticas”. “Esta división destaca las diferencias en poder, recursos y oportunidades entre los países del hemisferio norte y los del hemisferio sur. Aunque esta categorización puede ser una simplificación excesiva de las complejas dinámicas globales, proporciona un marco útil para comprender los desafíos y prioridades que enfrentan los países de todo el mundo”.
Resentimiento colonial
“Hay mucho resentimiento en el sur global contra las antiguas potencias coloniales, principalmente los países europeos como Francia y Reino Unido”, sostiene Agathe Demarais, directora del departamento de previsión global de The Economist Intelligence Unit y autora del libro ‘Backfire: cómo las sanciones remodelan el mundo en contra de los intereses de EEUU’.
“Esta narrativa contra las antiguas potencias coloniales ahora tiene otro elemento: el resentimiento contra las sanciones. En los próximos años y décadas, la batalla en un mundo multipolar y fragmentado consistirá en ganar los corazones y las mentes en el sur global. Alrededor de dos tercios de la población mundial viven en países neutrales o partidarios de Rusia en lo que respecta a Ucrania. Estados Unidos y otros países occidentales tendrán mucho trabajo para recuperar los corazones y las mentes del sur global”, subraya Demarais.
La percepción que tienen los africanos de la guerra está muy dominada por la percepción de un enfrentamiento entre un bloque occidental que no quiere perder su dominio frente a los que quieren desafiar esa hegemonía, ya sea Rusia, China u otros países, sostiene Yabi. “En este contexto, el pasado colonial no es tan antiguo y sigue teniendo un impacto en la realidad actual: hay un deseo de liberarse de la influencia occidental. En algunos países africanos francófonos, por ejemplo, hay mucha animadversión hoy en día hacia la influencia francesa y su presencia, sobre todo en términos militares”.
El interés de Occidente por sumar a sus filas a los países africanos “ha convertido el continente en un campo de batalla entre las potencias globales, haciendo que se centre más en ser un teatro de operaciones que en sí mismo”, comenta Carvalho. “En este contexto, Rusia ha ocupado parte de ese espacio, presentándose como una alternativa a Occidente. Aunque es cuestionable si Moscú tiene la capacidad y la voluntad de ser una alternativa real, esta narrativa ha ganado impulso en el sur global, especialmente en el continente africano, donde resaltan las frustraciones hacia Occidente”. Los analistas destacan la creciente influencia rusa en el continente, sobre todo en términos de seguridad y defensa, fundamental para estos países.
Estos países han definido su posición en relación a sus intereses y no en relación a la violación del derecho internacional, sabiendo que las potencias occidentales han violado estas normas sin sanciones ni condenas
“Otros países no se han alineado directamente con ninguna potencia global, especialmente potencias emergentes como Brasil, Sudáfrica e India. Han preferido mantener una posición no comprometida con el conflicto para mantener relaciones con todas las partes involucradas”, dice Carvalho. “Muchos manifestaron apoyo a soluciones negociadas basadas en el diálogo. Estos países, en general, han sido críticos con la postura de Occidente en asuntos internacionales, evitando una imposición de la agenda política y económica de los potencias internacionales. Ven en la no alineación una forma de salvaguardar su independencia y soberanía”.
En Europa la guerra se percibe como una situación excepcional, algo que no ocurre en otras regiones. “Las poblaciones africanas, según dónde se encuentren, tienen muchas otras preocupaciones. En los países del Sahel, por ejemplo, se enfrentan a conflictos, terrorismo, violencia... Sienten que su realidad de seguridad es esa y no lo que está ocurriendo en Ucrania”, sostiene Yabi. “En países donde las dificultades económicas son cotidianas, esto es mucho más importante y más prioritario que la situación entre Rusia y Ucrania”. Estos países se oponen a la idea de que “cuando algo pasa en Europa, debería ser una preocupación global, mientras que en el resto no sucede lo mismo”, señalaba Ivan Krastev, otro de los autores del informe de ECFR.
“Puede decepcionar a los europeos que los gobiernos y las opiniones públicas de lugares como India y Turquía tiendan a ver la agresión rusa a través del prisma de sus intereses nacionales y no de principios universales”, concluye el informe de ECFR, “pero no deberían sorprenderse demasiado. Muchas naciones no occidentales han tenido sus propios momentos de decepción por la forma en que los países occidentales han desatendido crisis que eran existencialmente importantes para estos actores. El discurso sobre la hipocresía de Occidente es más visible en el trato diferencial dispensado a los refugiados de Ucrania y Siria, pero eso es solo la punta del iceberg en lo que respecta a muchas potencias emergentes”.