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ELECCIONES EN FRANCIA

Viaje a Montreuil, bastión de la izquierda en Francia: “Aquí no había peligro real con la extrema derecha”

El puesto de helados Glaces Martínez, en la plaza del ayuntamiento de Montreuil.

Icíar Gutiérrez

Montreuil (Francia) —

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La tarde de resaca electoral es tranquila en Montreuil. Quedan pocas horas para el partido de les Bleus, y dos hombres charlan en las escaleras del edificio del ayuntamiento gobernado por un alcalde del Partido Comunista. Un vecino lee a los pies de una estatua. Varios vendedores ambulantes cocinan carne y maíz a la salida del metro. Los niños corretean y juegan con patinetes. Los trabajadores caminan de vuelta a casa. En un país que acaba de dar la victoria a la extrema derecha en la primera vuelta de las elecciones legislativas, el partido de Marine Le Pen apenas ha rascado un 9% de los votos en esta localidad a las afueras de París. En cambio, más del 70% de los votantes se decantaron por una opción del espacio progresista en Montreuil, un bastión tradicional de la izquierda francesa.

En medio de la calma de esta mañana fresca de julio, un panel muestra los vestigios de una dura batalla tras el cisma de la izquierda. A un lado, el cartel electoral de Alexis Corbière, junto al nombre “¡Frente popular!”. Al otro, el de Sabrina Ali Benali, “candidata oficial del Nuevo Frente Popular”, con su imagen y la de Jean-Luc Mélenchon, así como la aclaración de que tiene el apoyo del fundador del partido de izquierdas Francia Insumisa (LFI). 

En el centro de la plaza del ayuntamiento, una niña se pone de puntillas para pagar con unas monedas el cucurucho de vainilla que acaba de comprar en un pequeño puesto rojo y blanco con la inscripción ‘Glaces Martínez’. José, su dueño, llega vestido con una camiseta del Selaya Fútbol Club, un modesto equipo de Cantabria, y saluda sin parar a quienes pasan por la plaza. Vecino de Montreuil, su abuelo emigró a Francia desde las montañas pasiegas para “huir de la miseria” y se ganó la vida haciendo helados. “Como no se fue a defender a Franco, se le consideró como rojo”, dice. Este vendedor ambulante ha seguido la tradición que heredó de su padre y se le hincha el pecho cuando cuenta que ahora, con su hijo, ya son “la cuarta generación de heladeros descendientes de pasiegos que fabrican como antiguamente, con buenos productos, con leche y sorbetes”.

José, que pasa largas temporadas en España, es reacio a hablar de política. “Mi política es trabajar, ser honrado y respetar a la gente. No discuto que si mañana hay una guerra, igual hay que coger las armas como mis abuelos, que eran de la Resistencia, pero espero que no pase nada”. 

Desde su carrito de helados, ha sido testigo de cómo ha cambiado Montreuil. “Esta ciudad era famosa porque acogió a muchos inmigrantes en el siglo pasado, mucha población armenia, maliense, argelina y gitana. Es una ciudad muy acogedora y popular, con mucha gente no blanca y famosa por los artistas”, explica. “Pero ahora, esto es parte del ‘Gran París’. La clase media y baja está yéndose de la ciudad y viniéndose a las cercanías, como Montreuil. Los alquileres han subido mucho, el metro cuadrado se ha triplicado y cada vez hay más población blanca”. José lo nota en sus clientes. “En los 80, tres de cada diez eran blancos. Ahora son siete u ocho”, indica. 

“Primarias de la izquierda”

Tras el inesperado adelanto electoral, las principales fuerzas del espectro de la izquierda francesa aparcaron sus muchas diferencias, se pusieron manos a la obra y consiguieron cerrar rápidamente un acuerdo para acudir juntas a las urnas. Esta misma plaza Jean-Jaurès fue el lugar elegido para el primer gran mitin del Nuevo Frente Popular, que engloba a Francia Insumisa, el Partido Socialista (PS), los Ecologistas y el Partido Comunista Francés (PCF). 

Los presentes en el acto proyectaron una imagen de unidad frente a la extrema derecha, pero en el aire flotaba el profundo malestar causado por la reciente decisión de Francia Insumisa de no presentar a algunos de sus diputados más reconocibles que ya habían logrado escaño en 2022, considerados rebeldes. Uno de ellos es Corbière, que antes formaba parte del círculo íntimo de Mélenchon y se ha convertido en uno de los críticos más destacados del funcionamiento interno del partido. Tras ser desbancado entre acusaciones de “purga”, Corbière se aventuró por su cuenta, reivindicándose del Frente Popular, para lograr la reelección en esta circunscripción de Seine-Saint-Denis. Frente a él, Francia Insumisa designó a la médica Sabrina Ali Benali, bajo la etiqueta del Nuevo Frente Popular.

Corbière tomó la delantera el domingo, con el 41% de los votos frente a los 35% de la candidata de LFI en esta comuna en lo que algunos han llamado unas “primarias de izquierdas”. Ambos se medirán en el segundo turno el próximo domingo. Este lunes, Corbière pidió la retirada de su rival. “Hago un llamamiento solemne para que esto termine. Basta ya”, dijo a la prensa. “Se tiene la impresión de que el objetivo no es que salgan elegidos diputados, sino que algunos de ellos pierdan su escaño”, aseguró. Sin embargo, Sabrina Ali Benali ha decidido mantener su candidatura. Mientras buena parte del país echa cuentas para frenar a Le Pen, aquí la fuerza vencedora será con seguridad de izquierdas.

“Siento que entro en una distopía”

A un lado de la plaza de Montreuil, frente a un tiovivo, varios hombres juegan a la petanca. Juliette está sentada en un banco, con los pies descalzos. Cuenta que ha votado al Frente Popular. “Ha sido una gran esperanza ver a los partidos de izquierda unirse tan rápidamente. Y siguen siendo una fuerza importante en nuestro país”, dice esta joven de 26 años, estudiante de ciencias de la Tierra y residente en Montreuil. 

Juliette prefiere no indagar en la división de la izquierda, ni contar por cuál de los candidatos se decantó. “Tuve que elegir, pero este no es el problema que nos tiene que preocupar ahora. Es normal que en una ciudad muy de izquierdas como esta haya debates, y es interesante ver diferentes maneras de hacer las cosas. Ambos candidatos portarán valores antirracistas, feministas y de justicia social, y creen que el cambio climático es una enorme amenaza. Lo que importa es que esos valores estén representados en la Asamblea Nacional”.

La joven aún está digiriendo los resultados de la primera vuelta. Habla con el rostro compungido sobre el avance del partido de Le Pen a nivel nacional. “Da mucho miedo imaginar nuestro país en manos de la extrema derecha. También asusta ver a políticos del centro y de la derecha que dudan de interponerse en este camino y están jugando con la idea de que no es una gran amenaza. Me angustia pensar en nuestro futuro”. A su lado, Lila, que viene de Dijon, asiente. “Siento que estoy entrando en una distopía y que pueden llegar al poder más rápido de lo que pensaba”, dice. 

Bastón en mano, la señora Koudi pasa el rato al otro lado de la plaza, observando lo que allí sucede. También votó a la izquierda, “al candidato de Mélenchon”. Pero se confunde, en realidad eligió la papeleta de Corbière. Desconoce que las fuerzas progresistas no han ido unidas en Montreuil. Siempre ha sido de izquierdas, al igual que sus amigos, “porque están con el pueblo, con los trabajadores”. 

La señora Koudi se dedica a “limpiar escaleras”. “Siempre he trabajado, no he faltado ni un día por estar enferma”, asegura. Sus ojos azules se empañan. La mujer, que llegó de Túnez y vive en Montreuil desde los 60, no soporta escuchar los discursos xenófobos. “Llevamos aquí mucho tiempo, siempre hemos trabajado, y ahora dicen ‘los inmigrantes, los inmigrantes, los inmigrantes’… No paran. Son los franceses los que no quieren trabajar. Nos pidieron que viniéramos y ahora dicen que están hartos de los inmigrantes. A veces no queremos ni encender la televisión. Ya vale, que dejen de hablar de nosotros”. 

Lukas pasea a su hija pequeña en un carrito en una calle aledaña a la plaza. Él nació en París y antes vivía allí, pero se mudó a Montreuil con su pareja cuando decidieron ser padres porque no se podían permitir alquilar un piso más grande en la capital francesa. “Sentíamos que el entorno en el que nos criamos en París está ahora aquí”, dice. También le gusta vivir en la localidad porque encaja con su sensibilidad de izquierdas. “Es una zona mixta donde todo el mundo está representado. Hay gente en vivienda sociales y muy pobre, y también hay algunos muy ricos que viven en casas grandes y llevan a los niños a colegios privados y todo. Hay diferentes culturas. Es una ciudad pacífica y mixta, así que eso lleva a todo el mundo a votar a la izquierda”, indica Lukas, quien asegura que, para él, la economía y la ecología son sus principales razones para hacerlo.

Este arquitecto de 36 años también votó a Corbière, al igual que en 2022, cuando se presentó a las legislativas como parte de Francia Insumisa. “Tener que elegir entre dos candidatos me cabrea”, dice. “No entendí por qué lo apartaron del partido, solo porque dijo que no estaba de acuerdo con el líder. Esto no es representativo de un partido democrático. Pero en esta zona, no había ningún peligro real con la extrema derecha. Sabíamos que saldría uno de los dos candidatos que vienen de LFI, así que no era realmente importante”. Por esta razón, explica, más que tensiones con sus vecinos o amigos, la división de la izquierda ha sido motivo de “bromas”. 

Mélenchon sí o Mélenchon no

Algunas voces han presentado la contienda en Montreuil como un referéndum a favor o en contra de Jean-Luc Mélenchon. A muchos vecinos les gustaría ver al fundador de los insumisos como primer ministro en Matignon. A otros como a Luis no les convence. “No me gusta Mélenchon. Tiene actitudes autoritarias que no corresponden a este país”, dice este recepcionista mexicano-francés de 42 años, que tradicionalmente ha votado al Partido Socialista y ahora ha elegido a Corbière. Asegura que le marcó especialmente un famoso comentario del político de LFI: “¡La República soy yo!”. “Nadie puede decir eso”, opina Luis, una calle comercial de Montreuil.

Mélenchon, que casi consiguió pasar a la segunda vuelta de las presidenciales de 2022 –se quedó a poco más de un punto de superar a Le Pen–, es una figura divisiva dentro del espacio de la izquierda. Su omnipresencia incomoda a ciertos sectores del Nuevo Frente Popular. El político de izquierdas se ha propuesto como posible candidato a la jefatura de Gobierno en caso de una mayoría progresista en la Asamblea, despertando el rechazo del resto de formaciones e incluso algunos compañeros de partido en Francia Insumisa, donde también sentó mal la decisión de excluir a Corbière y otros exdiputados.

“Enfrentado a las crecientes críticas sobre la falta de democracia interna en LFI y la estrategia frontal del partido, el antiguo líder ha cortado por lo sano y ha intentado vigilar de cerca a los futuros diputados”, explicó hace unos días en un hilo de X (antes Twitter) Frédéric Sawicki, profesor de Ciencias Políticas en la Sorbona y experto en partidos de izquierdas. “Mélenchon es el producto de la hiperpresidencialización de nuestro sistema político. Sin embargo, la reparlamentarización en curso y el reequilibrio de las fuerzas de la izquierda están provocando el fin del sistema mayoritario y el retorno de los partidos políticos. La maquinaria de LFI diseñada para las elecciones presidenciales, centralizada e hiperpersonalizada, no se adapta a este nuevo contexto”. 

Sawicki señalaba que, para impedir que la extrema derecha obtenga la mayoría absoluta o incluso relativa en estas legislativas, la izquierda necesita los votos de los electores de centroizquierda y de centro. Este lunes, el politólogo Brice Teinturier, director adjunto del instituto de sondeos Ipsos, explicó que algunos votantes de izquierdas se negaron a ir con el nuevo Frente Popular en la primera vuelta a causa de LFI y Mélenchon. “Alrededor de 3- 3,5 puntos de votantes simpatizantes del Partido Socialista o votantes de Raphaël Glucksmann [candidato del PS en las europeas] que no se situaron con el nuevo Frente Popular por esta razón”, dijo en una entrevista con la radio pública. 

Este martes, la coalición presidencial y los partidos progresistas han conseguido levantar un 'frente republicano' en más de 200 circunscripciones (de las 577 en juego en las elecciones legislativas). Ambos bloques pedirán el domingo a sus electores unificar el voto en esos territorios para impedir que la extrema derecha de Marine Le Pen alcance la mayoría parlamentaria. 

“La situación es muy difícil. Tengo miedo”, reconoce Juan, un jubilado de 72 años que lleva más de dos décadas viviendo en Montreuil. Es votante de la coalición de centro creada en torno al presidente de Emmanuel Macron. “Pero los socialistas son moderados y demócratas también y en los comunistas también hay gente con cultura humanista”, afirma, antes de revelar que votará a Corbière en la segunda vuelta. Michel, un informático de 48 años que trabaja en esta comuna, votó a Macron en 2017 para su primer mandato, pero volvió “a las bases” para bloquear a la extrema derecha. “Antes la gente resistía a Le Pen, pero ahora han conseguido parecer un partido normal y parece que la gente se ha rendido”, dice este hombre que llegó a Francia desde Malí con seis años y vota en otra zona de las afueras de París.

Sentado en las escaleras del ayuntamiento, Fabien hace tiempo antes de ir a un mitin de un partido trotskista. “Aquí en Montreuil hay muchos militantes, sindicatos y partidos políticos”, explica este profesor de historia parisino de 48 años, que da clases cerca de Saint-Denis. “Lo que quiero es que la izquierda se unifique, somos todos diferentes pero necesitamos unirnos contra el fascismo. Macron pensaba romper la izquierda con su cálculo político disolviendo la Asamblea, pero es un cálculo monstruoso. Estamos todos muy enfadados”, afirma. “Es la primera vez que Francia puede ser de extrema derecha desde la Segunda Guerra Mundial. Pero las personas de izquierdas estamos muy movilizadas para que el Nuevo Frente Popular llegue al poder y restablezca una política social que no se hace desde hace más de 10 años”. 

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