La violencia de género empaña el inicio del año en Portugal y dispara las alarmas del sector político
El drama de la violencia contra las mujeres ha llegado por fin al centro del debate público en Portugal, tras convertirse el mes de enero en uno de los más dramáticos desde que hay registros en el país. En total, 10 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas en el país, la última de ellas en el mes de febrero. Es una cifra alarmante que supera incluso el número registrado en España, donde la población es casi cinco veces mayor.
La divulgación de los números, a principios de este mes, coincidía además con la trágica noticia de que un hombre había asesinado a su suegra y a su hija de tan solo dos años, provocando gran conmoción social.
En un país donde todavía es frecuente clasificar estos crímenes como “pasionales”, la explosión del tema en la agenda mediática terminó centrando el debate político, dejando en las organizaciones feministas la esperanza de que el país pueda estar viviendo un “momento de cambio” en lo que toca a la lucha contra la violencia contra las mujeres.
Las palabras son de Elisabete Brasil, de la asociación Unión de Mujeres Alternativa y Respuesta (UMAR), que asegura estar convencida de que “la sociedad está finalmente despertando” para la lucha contra una lacra que, en los últimos 15 años, dejó casi 500 mujeres asesinadas. Una tasa de asesinatos machistas que duplica la de España, donde 984 mujeres murieron víctimas de violencia de género desde 2003, según la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género.
Sin embargo, a pesar de las cifras aterradoras, el tema era hasta ahora prácticamente ignorado por el poder político y menospreciado por el sistema judicial. Colectivos feministas hablan de una “ceguera de género” en la forma de lidiar con el problema, como recalca Brasil, en declaraciones a eldiario.es. “Aunque los estudios indican que la violencia es una manifestación de la desigualdad”, en Portugal no hay agravante de género en los crímenes practicados en el ámbito de la pareja, empujando todas las agresiones hacia el concepto de violencia doméstica.
Sin embargo, la trágica historia de la pequeña Lara, asesinada por su padre en medio de una disputa por la custodia de la niña con su madre, ha sido “la gota que colmó el vaso”, creen desde las asociaciones feministas. En el Parlamento, el primer ministro, el socialista António Costa, admitió que las “cifras son intolerables”, y añadió que “cada vida perdida es una ofensa para la sociedad” antes de anunciar una serie de medidas destinadas a “perfeccionar” la lucha contra la violencia sobre las mujeres.
Los colectivos de mujeres esperan, por eso, que “el momento sirva para que haga una mudanza”, señala Elisabete Brasil, puesto que “la sociedad ya no está dispuesta a tolerar esta tragedia”, garantiza.
El aluvión de críticas también lo sufre un sistema judicial que insiste en subestimar la violencia ejercida sobre las mujeres, contribuyendo a minar la confianza de las víctimas en las instituciones. En el año 2017, tan solo el 15% de las denuncias de violencia machista llegaron a los tribunales y, de éstos, sólo un 7% resultaron en condena, un porcentaje que en España se acerca al 20%.
A esta realidad se suma que, en caso de condena, un 90% de los agresores ha visto como se le aplicaba una pena luego suspendida (puesto que en Portugal la suspensión puede ocurrir con condenas de hasta cinco años). A esa sensación de impunidad contribuyen, además, casos en los que jueces relativizan la violencia de género con cuestiones culturales.
“En la Biblia podemos leer que la mujer adúltera debe ser castigada con la muerte”, puede leerse en la sentencia emitida en octubre de 2017 por un juez de Oporto que justificaba la agresión sufrida por una mujer a manos de su ex marido y su ex novio. El juez en cuestión, Joaquim Neto de Moura, fue objeto de un procedimiento disciplinario por parte del órgano que supervisa a los jueces en Portugal. Sin embargo, la semana pasada terminó por ser sancionado (con tan solo una advertencia), lo que reavivó la intensa polémica.
Lo cierto es que la sociedad portuguesa “se está movilizando al fin” opinan desde UMAR. El pasado domingo, una marcha reunió a cientos de personas en una protesta contra la violencia contra las mujeres que finalizó frente a la Asamblea de la República, en Lisboa. Para los próximos días, hay concentraciones programadas en varios puntos del país que esperan culminar en una gran movilización el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo. Por parte de los colectivos feministas, aseguran, la presión se va a mantener, porque “lo que sucedía hasta el momento no puede continuar”.