La visita de Blinken a Pekín destensa la cuerda sin resolver los frentes abiertos entre China y EEUU

La reunión no estaba en la agenda. Antony Blinken, el primer secretario de Estado de EEUU en visitar Pekín en cinco años, llevaba dos días en la capital y se había reunido con el ministro de Exteriores, Qin Gang, y con el principal asesor del presidente en materia de política exterior, Wang Yi. De pronto, este lunes la parte estadounidense anunció con una antelación de solo una hora que Blinken se reuniría con el presidente chino, Xi Jinping. El encuentro duró 30 minutos.

“Son buenas noticias. Es una señal que confirma que el secretario Blinken y los diplomáticos Wang Yi y Qin Gang han tenido buenas o no malas conversaciones”, decía el analista Hu Xijin tras el anuncio. La visita del secretario de Estado estaba programada para febrero, pero Washington la suspendió tras detectar en su espacio aéreo un globo chino que “estaba claramente destinado al espionaje de inteligencia”, rechazando la versión de Pekín sobre un globo meteorológico.

“Se puede decir con solidez que la visita es importante porque evidencia que ambas partes tienen la voluntad de frenar y limitar el deterioro de la relación, que no es poco”, dice a elDiario.es Mario Esteban, investigador del Real Instituto Elcano especializado en China. “En este sentido, culminar con un encuentro con el presidente Xi Jinping se puede decir que es un éxito y el tono de ambos comunicados es positivo. No creo que se produzca un cambio sustancial en la relación, pero las dos partes están preocupadas por no aumentar más la tensión”.

“Debemos revertir la espiral descendente de las relaciones entre EEUU y China, buscar una vuelta al camino saludable y estable y trabajar juntos para encontrar una forma correcta para que ambos se lleven bien en la nueva era”, señalaba este lunes el Ministerio de Exteriores tras el encuentro entre Blinken y Wang.

Falta de comunicación

La reunión partía, además, con unas expectativas muy bajas. “Hace apenas unas semanas se intentó abrir una reunión de alto nivel entre el ministro de Defensa chino y su homólogo estadounidense y Pekín lo rechazó”, dice Inés Arco, investigadora del think tank CIDOB especializada en China. “Parecía que había un interés de China de hacer que esta visita pasase por algo de muy bajo nivel, pero las comunicaciones han sido positivas”.

EEUU impuso sanciones unilaterales al ministro chino Li Shangfu en 2018 por la compra de armamento ruso. Mientras Washington sostiene que eso no es obstáculo para mantener la comunicación abierta, Pekín cuestiona la “sinceridad” de su contraparte y exige el levantamiento de las sanciones.

Durante sus reuniones, Blinken ha planteado en varias ocasiones restablecer la comunicación directa entre las dos fuerzas armadas, pero China lo ha rechazado, según ha informado el secretario de Estado en rueda prensa sin mencionar que Li está bajo el régimen de sanciones de Washington. “Si estamos de acuerdo en que tenemos que gestionar de manera responsable esta relación y sus aspectos de competitividad, podemos estar de acuerdo en que esos canales de comunicación de ejército a ejército son necesarios”, ha dicho Blinken.

“He venido a China a fortalecer los canales de comunicación de alto nivel, a dejar claras nuestras intenciones y posiciones en áreas de desacuerdo y a explorar áreas en las que podríamos trabajar juntos cuando nuestros intereses se alinean”, ha dicho Blinken. “La comunicación sostenida y directa es la mejor forma de responder a nuestras diferencias de manera responsable y asegurar que la competición no se dirige al conflicto. Ambos estamos de acuerdo en la necesidad de estabilizar nuestra relación [...] Hemos dado un paso positivo en esa dirección en los últimos dos días, pero nada de esto se puede resolver en una visita”. 

Controlar las próximas crisis

Esteban cree que en los últimos meses la gestión responsable de la competencia entre las dos potencias no ha estado presente. “Hemos estado asistiendo a un deterioro de la relación y a crisis recurrentes. Ambos gobiernos han maniobrado para maximizar sus intereses geopolíticos a costa del otro y es difícil que esto no genere tensión”, dice.

Aunque la visita ha sido un paso importante, Arco cree que su continuidad “es muy complicada”. “Tiene que ver con la situación interna de ambos países: en China hay un auge antiestadounidense; EEUU entra en campaña y minimiza las posibilidades de apertura y aproximación; y Taiwán celebra elecciones en enero del 24. Hay elementos en el horizonte que pueden desencadenar en nuevos picos de tensión y deterioro de relaciones”.

“Se avistan nuevas crisis, pero lo importante es que no salgan de ciertos límites. Visitas como esta contribuyen a que estas crisis no deriven en una confrontación más seria”, dice Esteban. “Está claro que, desde que Xi tomó posesión al frente del partido y desde que en EEUU Trump marcó esa línea de confrontación que Biden ha continuado de cierta manera, pesan más las diferencias que los puntos en común. Eso no tiene que seguir así necesariamente, sino que son decisiones políticas que varían en función de la situación interna. En China, por ejemplo, el nacionalismo se utiliza constantemente para legitimar el partido y en EEUU muchos defienden que Washington tiene que ser la potencia hegemónica y apuestan por una confrontación con Pekín”.

Arco coincide: “El nivel de confianza ahora mismo es tan bajo que los elementos de una relación más responsable se sacrifican por el interés nacional y para dar respuesta a presiones domésticas”.

Wang ha destacado que el estancamiento de las relaciones “se debe a la percepción errónea que tiene EEUU de China, que lleva a políticas equivocadas”. También ha afirmado que “la clave para que la política de EEUU hacia China vuelva a la objetividad y racionalidad” es no juzgar a China como un país fuerte que busca la hegemonía y no seguir en este sentido “las tradiciones occidentales”.

Blinken, por su parte, ha insistido en que la estrategia de Washington frente a Pekín se basa en reducir riesgos (de-risking), no en contener ni romper con la economía china (decoupling). En China, sin embargo, muchos creen que se trata de una maniobra retórica para suavizar la verdadera política estadounidense para reducir la dependencia de Pekín y garantizar su hegemonía. “Ellos lo ven como ir en contra del desarrollo económico de China”, dice Arco.