Hace unos días, la presentadora del programa Question Time de la cadena BBC preguntó a la audiencia en el plató si alguien había notado “los beneficios del Brexit”. La cámara pasó unos segundos por decenas de caras con gesto serio. Solo una persona entre el público levantó la mano.
Se trataba de un grupo de ciudadanos variados en cuanto a edad, género e ideología, seleccionados para ser representativos del país y hacer preguntas a políticos invitados, como hace cada semana este programa que se emite desde 1979. Esta vez estaban en Chester, una ciudad mediana en el noroeste de Inglaterra donde los ciudadanos votaron a favor de abandonar la UE por unos pocos miles de votos en el referéndum de 2016 del que este domingo se cumplen ocho años. El Brexit lo había sacado un joven que se había quejado de lo poco que se hablaba del tema en la actual campaña para las elecciones generales, pese a ser uno de los orígenes de las penurias actuales del país. El único que levantó la mano ante la pregunta de si alguien había notado beneficios del Brexit fue un hombre, que habló de la independencia de su país.
El 55% de los ciudadanos dicen ahora que la decisión de Reino Unido de salirse de la UE fue equivocada; el 31% creen que fue correcta y el resto no sabe, según las últimas encuestas disponibles.
El 23 de junio de 2016, el electorado apoyó el Brexit por 52% a 48%. Entre quienes votaron a favor de la salida, hay ahora arrepentidos. No sorprende la reacción del público de Chester: en Reino Unido, sólo el 31% de los que apoyaron marcharse de la UE dicen ahora que “los beneficios” del Brexit compensan las desventajas, según un sondeo publicado hace unos días por YouGov. De hecho, si hubiera otra consulta, las encuestas muestran ahora una clara mayoría a favor de volver a la Unión Europea.
Aun así, el Brexit no es percibido como uno de los problemas más urgentes del país. No está entre los diez primeros que cita la gente, según subraya Kelly Beaver, la directora de Ipsos en Reino Unido, en una entrevista con elDiario.es. Sin embargo, según el índice de Ipsos, la economía es la primera preocupación para los británicos y sus dificultades tienen también que ver con la desconexión forzada de su principal mercado.
En campaña, tanto el Partido Laborista como el Partido Conservador han evitado el asunto por temor a reavivar la fractura social y política que provocó el debate o por las pocas opciones disponibles ahora para una solución con efectos tempranos. Los tories son responsables de haber convocado el referéndum y de negociar el tipo de acuerdo que supuso una ruptura casi total con la UE. Los laboristas han estado años divididos dado el euroescepticismo de su antiguo líder y ahora temen el complicado camino de reabrir cualquier negociación con Bruselas.
Starmer sabe de Brexit
Ahora bien, el laborista Keir Starmer, que será elegido primer ministro el 4 de julio, según las encuestas, es un antiguo abogado de derechos humanos especializado en legislación europea y siempre ha sido favorable a la pertenencia de su país a la UE. De hecho, en medio de la caótica negociación del Gobierno conservador sobre los detalles de la salida, Starmer se enfrentó por el asunto también con la dirección de su propio partido, hasta 2019 liderado por Jeremy Corbyn, tradicionalmente euroescéptico y poco interesado en las negociaciones del Brexit. Starmer no quería cerrar la puerta a un segundo referéndum mientras Corbyn y su círculo le abroncaban porque no querían ser el partido pro-UE.
Starmer se sabe bien los detalles de lo que negociaron los gobiernos conservadores porque fue en aquellos años portavoz para el Brexit en el Partido Laborista. Cuenta la reprimenda que le hizo entonces medio en broma el responsable de las negociaciones con la UE en el Gobierno de Boris Johnson, David Davis. Un día, cuando estaban saliendo de la Cámara de los Comunes, el ministro conservador se le acercó y le dijo que era “una mala idea enredarse tanto con el detalle”. Starmer le contestó que “el detalle” era justamente lo que más importaba.
Esto lo cuenta el periodista Tom Baldwin en su recién publicada biografía sobre Starmer. Baldwin, que trabajó para el Partido Laborista con Ed Miliband y después para una campaña pro-europeísta, cree que ahora Starmer se centrará en esos detalles, aunque le critica por no tener un mensaje más ambicioso.
“Podría ser mucho más audaz y decir que el Brexit es el acto de autolesión económica más extraordinario y patético que jamás haya cometido ninguna democracia. Es bastante extraordinario lo que nos hemos hecho a nosotros mismos. Y la mayoría de la gente ahora lo sabe”, explicaba Baldwin hace unos días después de una charla sobre el candidato en una iglesia en Oxford. “Podría ser mucho más agresivo con el Partido Conservador, que fue el responsable. Pero no lo será. No quiere que el próximo Parlamento esté dominado por el Brexit”.
Aun así, Baldwin, que sigue hablando a menudo con Starmer y su entorno, cree que habrá nuevos acuerdos con la UE en los asuntos que están más al alcance.
Qué puede cambiar
La mención al Brexit en el programa laborista se centra en los posibles ajustes e incluye un párrafo que ha decepcionado a una parte del partido porque parece cerrar la puerta a cualquier idea con efectos reales para ciudadanos y empresas. “Con el laborismo, Reino Unido seguirá estando fuera de la Unión Europea. Pero, para aprovechar las oportunidades, tenemos que hacer que el Brexit funcione. Vamos a renovar la relación y profundizar los lazos con nuestros amigos europeos, vecinos y aliados. Esto no significa reabrir las divisiones del pasado. No habrá vuelta al mercado único, la unión aduanera o la libertad de movimiento”, dice el manifiesto laborista presentado en Manchester hace unos días y que en Reino Unido no es una simple declaración de campaña, sino una referencia continua por la que se pide cuentas a los líderes si son elegidos.
En el texto, el Partido Laborista cita unos pocos acuerdos que quiere alcanzar sobre los controles veterinarios para que haya menos esperas en la frontera, el reconocimiento mutuo de certificados profesionales y la eliminación de trabas para los músicos que hacen giras europeas. Son pactos que el Gobierno conservador ha preferido evitar hasta ahora, centrándose en las relaciones con algunos países de la UE, pero que podría hacer con relativa facilidad un Gobierno más dispuesto.
La portavoz de Economía –que se espera sea la ministra de este ramo–, Rachel Reeves, dijo después en una entrevista con el periódico Financial Times que el Reino Unido alineará su regulación con la UE en el sector químico e intentará un acuerdo mejor sobre servicios financieros para la City de Londres.
Estos planes eliminarán algunos obstáculos, pero no solucionarán el problema básico de estar fuera del área de libre circulación de personas y bienes, en la que sí participan otros países que no pertenecen a la UE, como Suiza o Noruega. El escenario sugerido ahora por los laboristas no se parece a la relación que tienen estos dos países con la UE.
“Cualquier ganancia derivada de mejorías técnicas será relativamente mínima: útil para reducir fricciones comerciales, pero insuficiente para afrontar de verdad los efectos económicos persistentes del Brexit”, dice el informe anual sobre la relación del Reino Unido y la UE publicado esta semana por la red de académicos UK in a Changing Europe.
El precipicio
Sin embargo, según el biógrafo Baldwin, el “incrementalismo siempre se acaba topando con un precipicio” y la realidad puede empujar a Starmer a decisiones más ambiciosas, especialmente si Donald Trump gana las elecciones en Estados Unidos en noviembre: “Los laboristas están hablando de un pacto de seguridad europeo en el que Reino Unido sería un actor destacado y que podría terminar definiendo la posición de Starmer sobre Europa mucho más allá de una unión aduanera”.
El acuerdo de seguridad lo cita David Lammy, el portavoz de Exteriores del Partido Laborista y que se espera sea el nuevo ministro. “El refuerzo de la cooperación en Exteriores entre Reino Unido y la UE tiene mucho apoyo. Considerando las amenazas que afrontamos, se trata de un imperativo estratégico”, dijo Lammy en una entrevista en mayo con la publicación francesa Le Grand Continent. También sugirió que el ministro de Exteriores británico participe en las reuniones de los Veintisiete en Bruselas de manera habitual, y se quejó de que David Cameron, el actual ministro de Exteriores conservador, había rechazado alguna invitación. Lammy defiende “una nueva asociación geopolítica con la Unión”, pero que no trate sólo de la política exterior y de defensa, sino también de la “seguridad económica” y la “seguridad climática”, lo que podría incluir conversaciones sobre infraestructuras, energía o garantías de las cadenas de suministro, es decir, asuntos que tocan el mercado único europeo.
Lammy pone como ejemplo de cooperación un consejo sobre comercio y tecnología que la UE tiene con Estados Unidos y, en cambio, no con el país que fue miembro durante 47 años.
Sin embargo, en el texto final del programa laborista presentado el 13 de junio, la posición de Lammy quedó reducida a una frase centrada en defensa por el temor de parte del equipo de Starmer de que un proyecto más sustancioso movilice al remanente voto antieuropeo en algunas zonas de Inglaterra.
“El Partido Laborista buscará un nuevo pacto ambicioso de seguridad entre el Reino Unido y la UE para reforzar la cooperación ante las amenazas que afrontamos”, dice el texto, que parece además orientarse hacia la relación bilateral con los países más ricos y poblados de la UE: “Reconstruiremos relaciones con aliados europeos clave, incluyendo Francia y Alemania, a través de una cooperación reforzada de defensa y seguridad”. También hay una referencia a la ya existente fuerza marítima conjunta de Reino Unido con los países nórdicos, los bálticos y Países Bajos.
Revisión del acuerdo comercial
Una de las cuestiones que suele mencionar el equipo de Starmer es la revisión del acuerdo comercial con la UE, una cita rutinaria prevista para 2026. Los laboristas han sugerido que puede ser una oportunidad para mejorar la relación en sentido más amplio, pero, para la Comisión Europea, se trata sólo de reuniones técnicas para hacer pocos ajustes.
El embajador de la UE en Reino Unido, Pedro Serrano, explicaba hace unas semanas que la Unión está “satisfecha con la aplicación” del acuerdo comercial hasta ahora porque “cubre gran parte de las necesidades” de la relación bilateral y que otras cuestiones que necesiten cooperación pueden resolverse a través de declaraciones conjuntas de los líderes políticos sin hacer cambios de magnitud en el acuerdo. Lammy, en cambio, habla de revisarlo “página a página, eliminar barreras y mejorar oportunidades para hacer negocios”.
Las voces más expertas en comercio dudan de los efectos de esa revisión, tal y como está planteada ahora mismo.
“Las mejoras serían marginales y probablemente no se notarían en los datos agregados de comercio. Si hay un acuerdo veterinario, podría bajar la frecuencia de las inspecciones y se podría dar la simplificación o la eliminación de la documentación, que beneficiaría a algunos sectores específicos, por ejemplo los exportadores de mariscos, que en realidad son una proporción de la economía británica bastante pequeña”, explicaba Sam Lowe, investigador académico del Centre for European Reform, en la presentación de un informe sobre comercio que muestra el desplome de las exportaciones británicas de bienes a la UE. “Si Trump gana, eso forzará al Reino Unido y a la UE a tener más relación y a profundizar en la cooperación en muchas áreas, no sólo en comercio, porque ya no te podrías fiar de Estados Unidos”. Aunque Joe Biden siga siendo presidente, Lowe cree que Starmer perderá el tiempo si se centra en negociar un acuerdo comercial con Estados Unidos.
Movilidad para los jóvenes
En mayo, el Partido Laborista rechazó –igual que el Partido Conservador en el poder– la propuesta de la Comisión Europea de negociar un acuerdo para jóvenes de toda la UE, que podría incluir la libertad de movimiento y las matrículas en universidades al mismo precio que los locales (es decir, más barato). El ambiente preelectoral no favoreció una consideración más fría de la propuesta, pero la prioridad de la Comisión, que tiene competencias limitadas en esta materia, era proponer un marco conjunto europeo para evitar negociaciones bilaterales.
El Reino Unido, aunque sea entre bambalinas, sigue dedicándole mucho esfuerzo al Brexit y a observar qué hace la UE y cómo le afecta a sus colas en la frontera o a sus empresas, pero los líos británicos ya importan poco en Bruselas.
“En primer lugar, no olvidemos que la Unión Europea, aunque esté dispuesta a sentarse y hablar con los británicos, tiene otras prioridades. Cada vez que visitas un Estado miembro de la UE, con la posible excepción de Irlanda, te das cuenta de que no hablan de nosotros todo el tiempo... duele un poco”, explicaba con tono irónico Anand Menon, el director de UK in a Changing Europe, en su conferencia anual este martes. “En segundo lugar, la característica definitoria de la Unión Europea –y lo digo como alguien un poco tocado por más de 20 años de investigación y enseñanza sobre la Unión Europea– es que es absolutamente despiadada en sus negociaciones con terceros países. No es amable, no sacrifica sus intereses”.
Debate inevitable
En todo caso, una mayoría muy holgada para el Partido Laborista en las elecciones del 4 de julio y la urgencia por mejorar la economía podrían empujar a Starmer hacia una agenda más ambiciosa en su relación con la UE, el mercado natural para los productos británicos, el lugar donde vive más de un millón de sus ciudadanos y donde universidades y empresas quieren seguir reclutando estudiantes, profesores y trabajadores.
Algunas voces en el Partido Laborista insisten en que Starmer tendrá que dar más pasos hable o no de ello ahora en campaña: “El Brexit es el elefante en la habituación en estas elecciones, está escondido a la vista de todos mientras las dos principales partidos hablan de otras cosas”, se queja Mary Honeyball, que fue eurodiputada laborista. “La verdad cristalina es que el Reino Unido necesita una relación con la Unión Europea, a ser posible como era antes del Brexit. Ir por nuestra cuenta no ha funcionado”.
Una de las presiones puede venir de la oposición del Partido Liberaldemócrata, el único nacional que defiende en su programa volver al mercado común europeo y que puede tener una presencia significativa en el Parlamento británico ante el derrumbe de los tories. Esto se une a que el programa laborista para evitar recortes de servicios públicos y subidas de impuestos generales está basado en el supuesto de que la economía del Reino Unido crecerá más que ahora, algo difícil para un país aislado.
Sam Freedman, politólogo que trabajó para el Gobierno conservador tras la elección de David Cameron en 2010 y autor del libro Failed State, cree que pese a lo que diga el manifiesto laborista de que hay que hacer que el Brexit funcione, este argumento caerá por su propio peso porque “el Brexit no va a funcionar”.
Entiende que, pese al descontento de la opinión pública con el resultado del Brexit, los laboristas no quieran tomar posiciones más contundentes por las reticencias ante la idea de un nuevo proceso de referéndum y negociaciones con la UE, pero cree que habrá presión en la segunda parte del mandato laborista para tomar una decisión más clara e intentar volver de alguna forma a la Unión.
En una entrevista con elDiario.es, Freedman explica que los laboristas tendrán presión para hacer algo más de lo que dicen ahora y tendrán margen “si obtienen una gran mayoría, que es lo que parece en este momento”.
La mayoría de los diputados que entrarán en la Cámara de los Comunes son europeístas o apoyaron quedarse en la UE. “Probablemente vamos a tener dificultades con el crecimiento económico en los próximos años y habrá una visión creciente de ¿por qué no utilizamos esta gran mayoría para hacer algo que sabemos que generará crecimiento y en lo que creemos como partido?”, explica Freedman. “No será algo que los laboristas hagan de inmediato, pero volverá a ser un problema con el tiempo”.