ELECCIONES REINO UNIDO

Estos votantes conservadores explican por qué los 'tories' pueden sufrir una derrota histórica el 4 de julio

María Ramírez

Oxford (Reino Unido) —

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Una noche de finales de mayo nueve extraños se conectan a una llamada de Zoom para conversar. Los nueve viven en Bury, una ciudad de 80.000 habitantes cuna de la Revolución Industrial a las afueras de Manchester, y sus alrededores. Los nueve votaron por el Partido Conservador en 2019 y dicen que están pensando en coger este jueves la papeleta del Partido Laborista, que puede lograr la mayor victoria de su historia en unas elecciones generales.

En Bury nació Robert Peel, primer ministro británico en el siglo XIX y uno de los fundadores del Partido Conservador y de la policía de Londres. La ciudad es más bien laborista, pero está en una circunscripción que suele cambiar a menudo de partido. En 2019, ganó por poco Boris Johnson frente al partido liderado entonces por Jeremy Corbyn, que sufrió la peor derrota para el laborismo desde 1935. En la circunscripción de Bury, en todo caso, los conservadores sólo ganaron por 105 votos, así que la victoria del Partido Laborista no sería ahora un cambio tan grande como en otros lugares de Inglaterra.

Los vecinos que se conectan a la llamada son una mezcla de personas variadas en edad y profesión. Hay una administrativa de escuela, un gestor de proyectos en una empresa alimenticia, un ingeniero, un analista de datos, una cuidadora y una asistente social. La mayoría no están muy interesados en política. Y ese es uno de los motivos por los que participan en este focus group, es decir, un grupo de personas seleccionadas para sondear sus opiniones con el foco puesto sobre algo o alguien. En este caso, el anfitrión es el director de la encuestadora More in Common, que hace preguntas de la manera más neutra posible y favorece la conversación sobre las elecciones, los candidatos y el estado del país. La idea es hablar con personas corrientes, no adictas a la información política. 

La hora de conversación se anima según pasa el tiempo y ofrece visiones diferentes, pero las palabras que elige cada uno para describir de manera sucinta el estado de su país son un buen resumen de por qué ninguno tiene ganas de volver a votar al Partido Conservador: “en ruinas”, “confundido”, “roto”, “una mierda”, “en apuros”, “dividido”, “ingenuo”, “necesita un reinicio”. 

El legado de Jo Cox

El encuentro lo organiza More in Common, que es una encuestadora, pero también un proyecto divulgativo con una misión cívica. Su nombre viene del primer discurso que dio en la Cámara de los Comunes en 2015 Jo Cox, la diputada laborista que fue asesinada por un ultra de extrema derecha unos días antes del referéndum del Brexit, en junio de 2016. Cox, que era partidaria de que su país se quedara en la Unión Europea y representaba a una zona rural de Yorkshire: “Mientras celebramos nuestra diversidad, lo que me sorprende una y otra vez cuando viajo por toda la circunscripción es que estamos mucho más unidos y tenemos mucho más en común el uno con el otro que las cosas que nos dividen”. 

Cox, que este junio habría cumplido 50 años, sigue siendo celebrada como símbolo de unidad con actividades comunitarias por todo el país. La fundación que lleva su nombre también colabora con algunas iniciativas para fomentar el diálogo de More in Common, que es una organización independiente y no está asociada a ningún partido.

“Nuestro foco es sobre las grandes fuerzas que están amenazando con separar o unir las sociedades. El valor que podemos añadir es aportar algo de luz sobre cómo piensa la gente corriente más allá de la burbuja de Westminster”, explica a elDiario.es Luke Tryl, el director de More in Common en el Reino Unido. “Algunos de los asuntos más divisivos de nuestro tiempo han surgido porque ha habido una disparidad entre lo que los políticos, los funcionarios, los medios, las ONGs piensan y lo que la gente realmente piensa”. 

El centro de su trabajo es la investigación sobre la opinión pública de la manera más transparente posible, por eso More in Common abre parte de sus focus groups a observadores, periodistas o del público general, con el consentimiento previo de los participantes. La mayoría de las personas, explica Tryl, suelen acceder a que se difunda el encuentro y, de hecho, quieren ser escuchadas. 

El objetivo cívico es que este trabajo también ayude a políticos y activistas a entender mejor al público para lograr consenso en algunos temas que empiezan a ser partidistas y que son esenciales para la sociedad, como las medidas para luchar contra la crisis climática. Se trata de buscar puntos de encuentro en lugar de “mensajes que a veces causan deliberadamente polarización”, según explica Tryl, experto también en educación y que antes de dedicarse al estudio de la opinión pública trabajó como asesor en el primer Gobierno de David Cameron.

“Todo parece caerse a trozos”

La conversación entre votantes en Bury denota sobre todo ganas de cambio y enfado por el abandono del norte de Inglaterra. “Necesitamos un cambio y tiene que pasar antes de que entremos en rápido declive. El coste de la vida es tan desastre como si estuviéramos en una recesión. Los empleos están en declive, los sueldos son una broma. El salario mínimo no encaja con el mínimo para vivir”, dice Nathan, un ingeniero de telecomunicaciones que vive en una pequeña ciudad cerca de Bury e instala conexiones de teléfono e Internet. 

“El país va a estallar. El coste de la vida es absolutamente diabólico. Todo el mundo lo está pasando mal”, apunta Lisa, cuidadora a tiempo parcial de personas con problemas mentales y madre de una hija. “Soy viuda y estando sola es muy difícil pagar todas las facturas. Y siento que el país está yendo cuesta abajo. No están cuidando bien del país y está camino de convertirse en una ruina”.

Barrington, un joven analista de una asociación de vivienda y entrenador de fútbol, apoya sus quejas: “El coste de la vida es ridículo. Los tipos de interés son ridículos. Acabo de contratar una hipoteca y, para ser sincero, es un escándalo. Espero que haya un cambio en la buena dirección”.

“Los médicos y los sistemas de salud y de educación no reciben el apoyo que necesitan. Todo parece caerse a trozos. Es una lotería conseguir que funcione cualquier servicio. Necesitamos cambio”, dice Ambi, una consultora. 

El efecto Boris

Alguno menciona que Boris Johnson parecía otra cosa al principio, pero la gestión de la pandemia y las celebraciones en Downing Street saltándose sus propias reglas le condenaron a ojos de todos. “Payaso” es una palabra que se repite para referirse al primer ministro que dimitió en julio de 2022

“Cuando estaba en el poder pensaba que estaba haciendo las cosas bien durante el COVID. Yo trabajaba en un hospital y seguíamos todas las reglas. Después descubrimos que él hacía fiestas mientras todos estábamos sentados en casa sin poder ver a nuestros seres queridos”, dice Joanna, que ahora trabaja como asistente social para ayudar a buscar un techo a personas sin hogar. 

“Me gustaba al principio. Se convirtió en una broma, pero tenía una misión difícil, liderar el país en el momento más difícil”, dice Lesley, administrativa en una escuela. Nathan la interrumpe para señalar que Johnson “no siguió las instrucciones que pidieron profesionales de la salud alrededor del mundo” al principio de la pandemia. 

Los presentes también recuerdan para mal el programa de descuentos para “salir a comer” ideado por el entonces ministro Rishi Sunak cuando reabrieron unos meses bares y restaurantes en 2020  (tuvieron que volver a cerrar gran parte de 2021 por los contagios sin control). 

Las descripciones más comunes de Sunak, el actual primer ministro, tienen que ver con su fortuna personal, el hecho de que no fuera elegido por el electorado general, sino por su partido, y su lejanía de las luchas de las personas corrientes.

Ayuda para el norte

Sobre Keir Starmer, el probable próximo primer ministro, la mayoría reconoce saber poco, pero se trata de un encuentro en los primeros días de campaña y antes de los debates y la presentación de su programa. Los más informados citan su trabajo como abogado de derechos humanos y como director de la fiscalía pública. Ninguno parece conocer sus orígenes de clase trabajadora, una identificación importante para varios de los participantes en la conversación de Bury.

“Siendo del norte y de clase trabajadora, todo lo que pueda hacer por el norte de Inglaterra es un extra. Puede que mirando al panorama general haya asuntos más importantes, pero estaría bien si pudiera poner algo de la infraestructura que tienen en Londres”, dice Marc, que menciona haber apoyado antes a los conservadores por el Brexit. Los tories, señala Barrington, “dijeron que iban a poner al norte al mismo nivel que Londres, pero eso obviamente se fue al garete muy pronto”.

“Si no me equivoco, esto es lo del tren de alta velocidad. ¿Y dónde va a parar?”, interviene Jacob, gestor en una empresa alimentaria. “¡En Birmingham!”, exclaman varios. “Pues ahí lo tienes”, dice Jacob.

El año pasado, el Gobierno conservador suspendió lo que quedaba del proyecto de tren de alta velocidad que inicialmente iba a atravesar todo el país y que estaba reducido a un recorrido de Londres a Manchester, que ahora tampoco se hará. El tren, como mucho, llegará hasta Birmingham, a 100 kilómetros de Londres. 

‘Tory’ tímido

Entre los focus groups en los que he participado como observadora, cuesta encontrar personas que defiendan al Partido Conservador. 

Las encuestadoras, de hecho, están vigilando con especial atención la posibilidad de que no estén consiguiendo resultados acertados en sus encuestas por “el efecto del tory tímido”, es decir, el de votantes que no quieren compartir su intención de apoyar al Partido Conservador porque no es popular. 

“En 1992, tuvimos el efecto del voto conservador tímido por el que la gente no era sincera en las encuestas sobre cómo iba a votar porque sentía un grado de deseabilidad social y eso daba un sesgo de respuesta”, explicaba a elDiario.es Kelly Beaver, directora de Ipsos en el Reino Unido, hace unas semanas. “Podemos ver que ahora es más aceptable socialmente ser negativo sobre el estado del país y el desempeño del Gobierno actual y, en algunos círculos sociales, quizás la gente no esté siendo tan sincera con los encuestadores. Así que necesitamos profundizar mucho, hacer un trabajo cualitativo y ver cómo se siente la gente… Pero hasta ahora todo parece muy consistente”.

La encuesta de Ipsos proyecta ahora un Parlamento con 453 escaños para el Partido Laborista, 115 para el Partido Conservador y 38 para el Liberaldemócrata, el partido centrista liderado por Ed Davey y que podría ser otro gran beneficiado del descalabro tory. Pese a la expectación, Ipsos sólo le da tres escaños a Reform, la extrema derecha de Nigel Farage. La estimación de escaños de More in Common, con datos anteriores, muestra un descalabro algo menor para el Partido Conservador, pero con una derrota al menos comparable a la de 1997, cuando arrasó el laborismo de Tony Blair.

Normandía y apuestas

La campaña sólo parece haber dado motivos de enfado con los conservadores. Los dos patinazos que más citan los votantes y que consideran que tienen más relevancia son la marcha anticipada de Sunak de la ceremonia de homenaje a veteranos en Normandía por el 80 aniversario del desembarco y las apuestas de varias personas del entorno del primer ministro sobre la fecha de las elecciones cuando no la conocía el resto del país, según los datos de More in Common, que en estas elecciones ha organizado unos 50 focus group.

Alguna persona que ha votado por los conservadores expresa más simpatía por Sunak que por sus predecesores al frente del partido y otras no muestran especial entusiasmo por las alternativas, pero el agotamiento y el enfado contra los conservadores es general. 

More in Common cree que las mujeres decepcionadas con los conservadores serán clave en estas elecciones para medir el nivel de hundimiento del partido que ha gobernado los últimos 14 años. El prototipo encaja con las mujeres de más de 55 años de Worthing, una ciudad costera tradicionalmente conservadora, y que se reúnen en otro grupo para conversar en junio con Tryl.

Las fiestas en pandemia y la caída financiera que provocó el presupuesto de Liz Truss con su plan de bajadas masivas de impuestos en septiembre de 2022 son los dos puntos más citados. 

“Los conservadores son sólo una broma. Sobre Boris Johnson, mucha gente se quedó con un sabor muy amargo en la boca y no olvidará lo que pasó. Estaba diciendo una cosa y haciendo otra. Y luego con Liz Truss, el país estaba en caída libre. Mis amigos de fuera piensan que somos un chiste”, dice Catherine, una directora de escuela que se ha jubilado y que también se queja de la migración. Comenta que Keir Starmer, el probable vencedor de las elecciones, “parece un poco más normal” que otros líderes laboristas, aunque sigue indecisa sobre su voto. Cuenta que votó durante años por el Partido Conservador y que su favorita era “la señora… de los zapatos estampados bonitos”. Cuando recuerda el nombre -se refiere a Theresa May- varias la apoyan en su preferencia y se quejan de las críticas que sufría la primera ministra por su aspecto o su manera de vestir.

Varias no saben a quién votar, pero critican por igual a los conservadores y a la extrema derecha de Farage. Algunas se inclinan por el laborismo. Otras, por no votar. A otras les gusta Angela Rayner, la número dos de Starmer, que perciben como confiable y “más de clase trabajadora”. Rayner, ex sindicalista y cuidadora, creció en una vivienda de protección oficial a las afueras de Manchester.

“Odio decir esto, pero me pregunto si es por su acento, porque es norteña. Da confianza y no parece tan elitista. Por esa razón, creo que ella queda bien”, dice Nina, camarera y dependienta. “Me hace preguntarme si ella no es la que está moviendo los hilos. Y creo que podría triunfar”.

Apatía y no polarización

Tryl, el director de More In Common, explica a elDiario.es que Worthing es interesante porque los laboristas están apuntando en todo el país a zonas tradicionalmente conservadoras en un electorado que él describe como “volátil”. Explica que, a diferencia de Estados Unidos y otros países en Europa, las identidades de los votantes no son tan fuertes como para que una opinión sobre un asunto sea una forma de predecir las que tienen sobre todo lo demás o que vivir en un lugar suponga una relación muy fuerte con el voto. 

“El mayor desafío que tenemos en el Reino Unido no es que la gente esté polarizada, sino que está unida en su apatía y cinismo hacia la política. Y hay una sensación real de que el país simplemente no está funcionando”, explica Tryl. “La gente que no consigue una cita con el médico de cabecera, que piensa que todo es demasiado caro y que está agotada de la política. Después de las elecciones, lo que quiere más que nada es que la política sea un poco más tranquila… No sé si la geopolítica va a hacer eso posible”.

La idea de mostrar los grupos y cómo discurre la conversación para que las personas se sientan cómodas y hablen de sus preocupaciones tiene como objetivo “empujar fuera de la burbuja” a políticos, periodistas y expertos en políticas públicas. “A menudo ayuda a que la gente entienda… Por ejemplo, el Brexit no fue sólo sobre Europa. Fue más profundo. Fue la sensación de que muchos habían sido descuidados, abandonados, y querían hacerle una peineta al establishment ”, explica Tryl. “Si pudiera cambiar una cosa, desearía que los políticos, todos los servidores públicos, asistieran a un focus group una vez al mes porque entenderían mejor a las personas que intentan representar”.