Washington ovaciona al presidente de Israel ante el rechazo del bloque de izquierda: “No es un Estado racista”
Mientras en su país tiene lugar la 28ª semana consecutiva de protestas contra la controvertida reforma judicial, el presidente israelí, Isaac Herzog, se ha dado un baño de masas en la Casa Blanca y el Congreso estadounidense, que lo ha recibido con una ovación bipartita para celebrar los 75 años de la fundación del Estado de Israel. La visita del jefe de Estado israelí a Estados Unidos ha sido interpretada como una manera de calmar la tensiones a raíz de las críticas del presidente Joe Biden al primer ministro, Benjamín Netanyahu, que gobierna a la cabeza de una coalición de extrema derecha con partidos ultraortodoxos.
A principios de mes, el mandatario acusó a Netanyahu de haber creado “uno de los gabinetes más extremistas de la historia” de Israel, principalmente por esa polémica reforma judicial y por la política de mano dura contra los palestinos.
A pesar de que Herzog, figura en gran parte simbólica, tiene una posición más moderada, su invitación sirve para rebajar el tono con Israel. “Traigo un mensaje de agradecimiento del pueblo de Israel, de todo el país, desde todos los bandos del espectro político”, manifestó Herzog el martes antes de reunirse con Biden, quien calificó la relación entre los dos países de “simplemente indestructible”.
Asimismo, para reducir esas tensiones, el estadounidense mantuvo este lunes una llamada “larga y cálida” con Netanyahu y aprovechó para invitarlo a EEUU, por primera vez desde que formó el Gobierno de coalición el pasado diciembre. Durante la llamada, de aproximadamente tres cuartos de hora, Biden reiteró los “valores democráticos compartidos que siempre han estado en el centro de la relación entre EEUU e Israel”, tal y como ha dicho el portavoz de Seguridad Nacional, John Kirby.
Biden ha sido un firme defensor de Israel durante los más de 50 años de su carrera política y la reunión con Herzog le ha permitido dar continuidad a esa postura sin la necesidad de encontrarse con Netanyahu.
Condena de la izquierda
Las voces progresistas en Washington han criticado la visita de Herzog y la invitación formal de Netanyahu, interpretadas como una legitimación de un gobierno ultraconservador y de un país que mantiene un brutal régimen de ocupación en Palestina y que está a punto de promulgar una controvertida reforma que, según sus detractores, acabaría con la separación de poderes.
Justamente, mientras Herzog alardeaba en la Casa Blanca de su alianza con EEUU, el Parlamento israelí se dispone a aprobar definitivamente una ley que limita los poderes del Tribunal Supremo.
Algunos legisladores demócratas se han negado a asistir al discurso de Herzog ante el Congreso, como Rashida Tlaib, la primera mujer de origen palestino elegida en el Congreso. Un discurso en el hemiciclo es un acto ceremonial que solo se reserva para las visitas de Estado de gran importancia y, durante el mandato de Biden, lo han hecho el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski; el indio, Narenda Modi, y el surcoreano Yoon Suk Yeol, tres aliados geopolíticos cruciales ante las ambiciones expansionistas de Rusia y China.
La Cámara Baja ha aprobado este lunes una resolución dando su apoyo “incondicional” a Israel y señalando que no es un estado “racista” o donde exista un apartheid. La resolución obtuvo 412 votos a favor y solo 9 en contra, todos de legisladores demócratas del ala progresista del partido, entre los que estaban la propia Tlaib, Ilhan Omar, y Alexandria Ocasio-Cortez.
La demócrata Pramila Jayapal, líder del Caucus Progresista en el Congreso, había calificado hace unos días a Israel como un “Estado racista”, afirmando que Washington debe replantearse la relación con Israel, que cada vez recibe menos apoyo entre la ciudadanía. Esos comentarios llevaron a la rápida condena por parte de los líderes del Partido Demócrata en el Capitolio y fueron aprovechados políticamente por los republicanos, que condenaron con una votación en la Cámara de Representantes el “antisemitismo” de la congresista.
Jayapal tuvo que matizar sus declaraciones el domingo, después de que casi medio centenar de legisladores escribiera una carta condenando sus declaraciones, pero reiteró que considera que el actual Ejecutivo israelí ha llevado a cabo políticas “discriminadoras y racistas”.
Un aliado clave en Oriente Medio
El episodio ha mostrado las diferencias existentes en el interior del Partido Demócrata respecto a la política de EEUU con Israel, que, más allá de sus políticas lesivas contra los derechos humanos, continúa siendo un aliado clave en Oriente Medio, especialmente frente a Irán.
Aunque Israel no es miembro de la OTAN ni tiene un tratado de defensa formal con Washington que le obligue a salir en su defensa en caso de ataque, sí está designado por EEUU desde hace décadas como un “importante aliado fuera del OTAN”.
Desde la misma creación del Estado de Israel, los dos países han firmado numerosos acuerdos de cooperación en materia de defensa, por los cuales EEUU ha proporcionado armas sofisticadas y financiación militar, que han convertido a Israel en el receptor más grande de ayuda exterior norteamericana desde la Segunda Guerra Mundial: más de 150.000 millones de dólares (unos 134.000 millones de euros).
De hecho, Israel ya es la 18ª potencia militar del mundo, a pesar de situarse en el puesto 149 en superficie y en el 93 en población.
Además, las agencias de espionaje de ambos países, la CIA y el Mossad, han creado una relación próxima y comparten inteligencia. El país hebreo se beneficia de unos acuerdos bilaterales más beneficiosos que otros aliados. A pesar de que Washington normalmente obliga a destinar el dinero en la compra de armas fabricadas en EEUU, Israel tiene el privilegio de invertirlos en su propia industria militar.
El último gran paquete de ayuda militar a Israel fue aprobado en 2016, cuando el Congreso comprometió 38.000 millones de dólares (unos 34.000 millones de euros) hasta el año 2028.
Israel y el Sáhara Occidental
Esta cercana relación de primer interés para ambos países se traduce en favores diplomáticos. La última prueba de ello llegó este lunes, cuando el gabinete real de Marruecos informó de que Netanyahu había enviado una carta al rey Mohamed VI para trasladarle su nueva posición con respecto al Sáhara Occidental. En ella, afirmaba que “se reflejará en todos los actos y documentos” el reconocimiento de la marroquinidad de ese territorio.
De este modo, el Gobierno ultraconservador israelí sigue los pasos del expresidente Donald Trump, que ya otorgó en diciembre de 2020 este reconocimiento a Marruecos. Y es la consecuencia de la normalización de las relaciones que firmaron entonces Marruecos e Israel en un pacto trilateral que incluyó el aval de EEUU en el conflicto con el Frente Polisario.
En los últimos tres años, varios altos diplomáticos y militares israelíes han visitado Marruecos (el jefe del Estado Mayor, Aviv Kochavi, lo hizo en marzo) para simbolizar la mejora de las relaciones entre los dos países. EEUU está ayudando a Israel a rebajar las tensiones con sus tradicionales enemigos árabes, a pesar de la continua ocupación de los territorios palestinos y de los abusos contra este pueblo.
El pasado marzo se realizó en el desierto del Neguev (sur de Israel) una cumbre histórica entre los israelíes y los ministros de exteriores de países como Bahréin, Marruecos y Emiratos Árabes Unidos, con la participación de EEUU como patrocinador de los llamados acuerdos de Abraham (por los que esos tres países reconocieron al Estado de Israel en el año 2020).
A pesar de que Biden ha expresado incomodidad con la escalada de la violencia en Palestina, que vive los mayores enfrentamientos desde la Segunda Intifada (2000-2005), sigue anteponiendo la relación diplomática de 75 años de historia al patrocinio de los derechos humanos. El mandatario, que enmarca su política exterior y la guerra de Ucrania en un conflicto entre la democracia y la autocracia, sigue legitimando el Estado de Israel y su deriva antidemocrática.
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