En el corazón de una húmeda montaña donde poco a poco resbala la niebla, entre pinos y ocotes, el perímetro de una cancha de baloncesto está tupido de jóvenes de rostro cubierto por pasamontañas negros. Es fácil saber que son jóvenes porque guardan un centelleo curioso en su mirada.
Lunita contempla, junto a su abuela, su madre y dos mujeres más de su familia, la puesta en escena con danza y ‘performance’ que montaron sus amigas del caracol de la Garrucha, zona de la selva tseltal de donde es originaria. Atestiguan en primera fila de un escenario con cuatro frentes. Es un festival de arte convocado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y llamado CompArte por la Humanidad.
“Caracol” es el nombre que los zapatistas utilizan para nombrar en la actualidad los territorios recuperados en el levantamiento del año 1994. Fueron 38 municipios del Estado de Chiapas transformados en Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (Marez). Un caracol está integrado por varios municipios rebeldes.
Primero les llamaron aguascalientes, regentados por consejos (fundados hace 27 años), que en 2003 se conformaron en las Juntas de Buen Gobierno, como forma de autogobierno. Impulsan su justicia, educación, salud, alimentación, trabajo, cooperativas, arte, medios de comunicación, cuidado de la tierra y organización de la vida cotidiana propias. Y están en expansión. En 2019, el EZLN anunció la creación de siete nuevos caracoles, además de los cinco ya existentes.
Por eso este festival de arte en medio del verdor del paisaje húmedo boscoso no se parece a ningún otro. La obra que presentan las zapatistas tseltales es sobre esta historia de gobierno propio, frente a un público diverso: indígenas de todo México pertenecientes al Congreso Nacional Indígena, artistas, activistas y curiosos. Para llegar a este festival de arte, que convocaron en el caracol de Oventic, las participantes de la zona Selva se transportaron juntas hasta la zona boscosa de los Altos.
“Otro mundo nuevo sí es posible”, porras, consignas en formaciones cambiantes, con acomodos performáticos a lo largo de la cancha, con vestidos creados por ellas mismas que evocan la naturaleza, aunque si hay que representar a un finquero o un empresario, también usan corbata o camisa. “Adelante, mujeres de la Tierra, luchemos por la liberación, unidas contra el neoliberalismo, unidas por la revolución”. Aplausos.
Raíces para el futuro
En cuanto terminan de presentar la obra, Lunita recorre aprisa el perímetro para ir a saludarlas. Aunque las mujeres de su familia portan bordados coloridos de punto de cruz, propios del pueblo tseltal, ella viste de mezclilla negra y una blusa verde estampada de flores.
“Yo soy admiradora del Che Guevara”, dice Lunita sin titubear. No tiene más de 12 años, sin embargo confiesa que quiere estudiar medicina. Lo trae en la sangre. Procede de una familia de mujeres sanadoras.
Su bisabuela era partera en su pueblo y trabajaba con plantas medicinales. Su abuela curaba a toda la familia con plantas y además fue miliciana en el levantamiento de 1994. Su mamá ha sido promotora de salud y ha capacitado a más mujeres del caracol de la Garrucha para que sepan tanto del uso de la medicina alópata como de las especies vegetales medicinales y la elaboración de remedios.
Lunita ha visto participar a su mamá en una cooperativa que hace medicinas con plantas. El proceso inicia con la siembra colectiva de las mujeres tseltales, que cuidan de las variedades medicinales que conocen en un huerto y las estudian hasta su distribución en clínicas autónomas de varios caracoles. Algunas llegan a la ciudad de San Cristóbal de las Casas.
A Lunita le gusta aprender. Ha estudiado en la escuela autónoma y no descarta estudiar en la ciudad –dice con cierto tono de desafío– la carrera de Medicina. Todas las niñas, niños y jóvenes de las comunidades zapatistas estudian y tienen talleres de formación y capacitación de acuerdo con sus intereses propios. Muestra de ello son las obras que presentan hoy en la cancha de baloncesto. Aunque también se forman en documentación audiovisual, bordado, agricultura, deportes y hasta en técnicas navales.
Lunita cuenta que su abuela le ha narrado historias de cómo, antes del levantamiento del ejército zapatista, los hijos se morían de enfermedades que podrían haberse curado. También, de cómo las mujeres juegan un papel fundamental en el proceso de construcción de una justicia en donde no haya feminicidios, como ocurre actualmente en territorio zapatista, que abarca cuatro pueblos indígenas: choles, tseltales, tojolabales y tsotsiles.
Lunita, como le dice de cariño su mamá y así pide ser nombrada, cuenta que ella le enseña sobre el cuidado de la tierra, cómo hay plantas que, al sembrarlas juntas, ayudan a su mutuo crecimiento. Asegura que también le ha mostrado cómo las comunidades zapatistas se diferencian de las comunidades “partidistas” –como las llaman– que sí se rigen por las leyes del Estado mexicano, pues están taladas y sin siembra.
Luchar por la tierra
“El cuidado de la tierra es muy importante, me dice mi mamá, pues hemos visto en otros lugares que hay mucha contaminación, mucha tala de árboles, y por eso hay que hablarlo: qué es lo que le hace daño a la tierra; por ejemplo, la tala de árboles le afecta al agua y sin agua no podemos tener plantas ni alimento. O los químicos que le echan para según fertilizar pero que matan a las plantas”, dice Lunita.
Llama la atención que el zapatismo raramente es relacionado con la lucha por el medio ambiente y la naturaleza o contra el cambio climático; pero en términos de acciones, desde el modo de siembra agroecológico que cuenta la joven zapatista hasta el modo en que impulsan su actividad productiva, desde las cooperativas, este movimiento tiene como base el cuidado de la tierra.
Tienen cooperativas de café orgánico, por ejemplo, que podrían cumplir con todos los estándares de siembra y cosecha que marcan las certificadoras para que puedan tener el sello correspondiente, pero prescinden de él. Los consumidores del aromático rebelde saben el tipo de siembra que promueven las zapatistas en su territorio, y lo compran sin dudar.
De acuerdo con el historiador maya José Koyoc: “Fue una interpelación muy fuerte para los pueblos indígenas el levantamiento del año 1994. La propuesta política del zapatismo sigue permeando en muchos de los movimientos, sean o no de pueblos originarios. Es su huella más profunda, la de construir desde el anticapitalismo”.
Koyoc se ha dedicado a estudiar movimientos sociales indígenas sobre todo en la región del sur peninsular, con influencia de la cultura ancestral maya. Esto lo llevó a estudiar la historia de la biodiversidad y su relación con los modos de ser de los pueblos a lo largo del tiempo.
“Los zapatistas fueron de los primeros movimientos indígenas en decir: ”Nosotros defendemos la vida y no mercantilizamos los bienes naturales de los pueblos“. Es una de las propuestas políticas más potentes con que cuenta el EZLN. Esta cuestión encuentra mucha resonancia en la actualidad”, asegura el historiador.
No se suele relacionar el zapatismo con la ecología, pero es un movimiento que tiene como base el cuidado de la tierra
Una delegación marítima zapatista llamada Escuadrón 421 recorría el océano Atlántico en el barco La Montaña para llegar al puerto de Vigo en España y hacer un recorrido por Europa. Al bajar, Marijose tiene la encomienda de renombrar Europa con esta frase: “A nombre de las mujeres, niños, hombres, ancianos y, claro, otroas zapatistas, declaro que el nombre de esta tierra, a la que sus naturales llaman ahora ”Europa“, de aquí en adelante se llamará Slumil K’ajxemk’op, que quiere decir ”Tierra insumisa“, o ”Tierra que no se resigna, que no desmaya“. Y así será conocida por propios y extraños mientras haya aquí alguien que no se rinda, que no se venda y que no claudique”.
Marijose es una de las siete integrantes del Escuadrón 421. En la ficha de presentación que hace el vocero del EZLN, el subcomandante Galeano (antes Marcos), describe que ha sido “milicianoa, promotoroa de salud, promotoroa de educación, y formadoroa de educación”. El uso del “oa” refiere que es una persona transgénero. Marijose también ha participado con puestas en escena en festivales de arte como aquel en el que se encuentra Lunita.
El Escuadrón 421 tiene la encomienda de encontrar en Europa lo que nos hace iguales y compartir con los movimientos sociales, redes, colectivos u organizaciones los conocimientos que han adquirido en estos 27 años de existencia y 10 más de clandestinidad, anteriores al levantamiento.
En este sentido, el escuadrón 421 debe compartir desde la recuperación del territorio, la construcción de los caracoles desde los pueblos que conforman el EZLN, la lucha de las mujeres contra la triple exclusión, debida a ser indígenas, pobres y mujeres, hasta las formas en que han actuado para cuidar la tierra, aunque no digan de manera explícita que su lucha es contra el cambio climático.
Lunita y su familia están muy emocionadas desde su comunidad en la Garrucha por el viaje de sus compañeros. La madre de Lunita asegura que la delegación marítima son zapatistas que nunca han salido de su comunidad, pero ahora navegan rumbo a España. La emoción se ve en sus ojos, que es lo único que se ve con los pasamontañas.
Una delegación del EZLN navega hacia Vigo, para rebautizar Europa y difundir los conocimientos del zapatismo
Cabe resaltar que las redes de solidaridad europeas han estado presentes desde el levantamiento y que el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, conformado por la Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, siempre se ha dirigido a los movimientos internacionalistas en sus comunicados y posicionamientos.
“Los zapatistas han propuesto el construir toda esta casa común, de la cual es parte el Congreso Nacional Indígena en donde participan varios de los movimientos de los pueblos frente a la mercantilización de los bienes naturales –asegura el historiador maya José Koyoc–; los más radicales, de manera organizada, son los pueblos que participan en la red del CNI y están en constante diálogo y resonancia con el EZLN. La unión viene desde esta primera interpelación en 1994, es una caja de resonancia muy poderosa, 27 años de luchar juntos por la libre determinación”.
Esa inspiración del zapatismo se ve en la participación de integrantes de los pueblos del CNI en sus convocatorias, desde darle vida a un Concejo Indígena para lanzar a su vocera como candidata a la Presidencia hasta el festival CompArte y, también, hacer la gira por Europa para denunciar los megaproyectos y despojos que viven.
El movimiento indígena en México está más vivo que nunca, y lo que busca hacer el EZLN en el mundo es avivar los movimientos con los que comparte una lucha anticapitalista.
La mamá de Lunita asegura que el mejor modo de cuidar los saberes ancestrales zapatistas es compartirlos. “Compartir y buscar más experiencias que todavía están escondidas por ahí, para enseñarles a los jóvenes de ahora y que ellos lo vayan reproduciendo también. Y así lograr conservarlo. A mí me interesa mucho eso de capacitar a otras personas para que aprendan el saber, y que ellas vayan reproduciéndolo para que así no se desaparezca”, asegura con una sonrisa que se ve incluso a través del pasamontañas. “Yo nací siendo zapatista y cuando tuve conciencia, pues vi realmente por qué estábamos luchando”, dice Lunita, que regresa a la cancha a presenciar las obras de arte.