Juanlu Sánchez es periodista, cofundador y subdirector de eldiario.es. Colabora en La Sexta y en el New York Times. Fue cofundador de Periodismo Humano y como reportero pasó de la cobertura especializada en derechos humanos a documentar la génesis y las consecuencias sociales y políticas del 15M. Es autor del libro 'Las 10 mareas del cambio' y profesor en el Máster Oficial de Innovación en Periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Elche.
El consenso funcionó mejor que el asalto
“El cielo no se toma por consenso. Se toma por asalto”. Aquellas palabras rescatadas por Pablo Iglesias en Vistalegre quisieron fijar un modelo para la victoria de Podemos: si el cambio se entretenía en charlas, en incluir a los que no están ya en la vanguardia, en marearse con procesos participativos, en redes, en confluencias, en círculos... todo estaba perdido. Podemos se posicionaba como una “maquinaria de guerra electoral”, en palabras de Errejón, y rompía amarras con algunas esencias identitarias del 15-M, dándolas por inmaduras. Los fundadores de Podemos tenían un rumbo, una estrategia y no querían muchos invitados a bordo porque sentían que iban directos a la victoria. Esto, sin embargo, producía un desajuste: Podemos quería canalizar un discurso social emergente y tremendamente participado pero sin abrirse 'demasiado' a quienes lo habían construido, en pos de la eficiencia.
Se atrevió a escribirlo ya en noviembre de 2014, Francisco Jurado, colaborador de Podemos en Andalucía y activista de varios grupos post15M:
“Convendría plantearse, en términos de prácticas y discurso, si el trato que el partido de Pablo Iglesias le está dando al entorno –círculos y personas implicadas en el proyecto– es el más conveniente para mantener la cohesión interna y la ilusión”
Meses después, con los resultados en la mano, la marca Podemos, “preservada” para las autonómicas y vetada para las municipales, no ha conseguido ser ni primera ni siquiera segunda fuerza en ninguna comunidad. El mejor dato para ellos está en Aragón, precisamente donde era candidato la voz crítica de Pablo Echenique. En ninguna comunidad obtiene más del 21% del voto y la media entre todas es del 14%.
Le ha salido mucho mejor la apuesta, sin embargo, en los municipios donde participaba de una candidatura de confluencia, basada en movimientos o conceptos de unión popular, en las que las nuevas fuerzas sí han conseguido resultados relevantes y presidirán gobiernos. Los cielos de Madrid o Barcelona se han tomado por consenso, no por asalto.
Ahora Madrid ha tenido 519.210 votos mientras que en las urnas autonómicas de los colegios de la capital se han contado 286.973 votos para Podemos. Algunos ya dicen que puede tener que ver con el perfil del candidato, elegido precisamente para que no tuviera una personalidad que distorsionara el valor de la marca, pero no es solo eso.
Podemos acertó convenciendo a Manuela Carmena. Sin embargo, desde que comenzó la campaña ella ha tratado de no nombrar a Podemos y dejar claro de hecho que “yo no soy Podemos”. En el cierre de campaña de Pablo Iglesias las alusiones a Manuela Carmena, que no estaba presente, eran constantes. En el cierre de campaña de Ahora Madrid, realizado en otro lugar, no hubo ni una sola mención política a Podemos. Es importante este detalle teniendo en cuenta otro: la coordinadora de campaña de Carmena ha sido Rita Maestre, consejera estatal de Podemos, y que representa la línea de trabajo de Íñigo Errejón para estrategia electoral.
Con una marca desconocida hasta que comenzó la precampaña, Manuela Carmena se ha demostrado una gran candidata, sí, pero no es solo eso: se ha alimentado de la energía, de la ilusión de esa “periferia” de la que hablaba Jurado. Esa periferia no existiría sin los mecanismos fundacionales y la red de grupos alrededor de Ahora Madrid, que son los que han convertido a Cermena en una mezcla de Obama y José Mujica.
La fórmula de éxito para la confluencia la inventó Guanyem aka Barcelona en Comú. El método PAH aplicado a la política de partidos. No sin tensiones, no sin rupturas dolorosas como la de las CUP, el resultado final ha sido una candidatura que incluye muchos de los perfiles más potentes del activismo barcelonés, a ICV, a EUiA, a Equo, a Procès y a Podemos. Pablo Iglesias asumió muy pronto que en Barcelona tenía poco que liderar ante la legitimidad de Ada Colau, con lo que desde el principio renunció a supervisar el proceso y aceptó la fórmula jurídica de coalición de partidos que tiene Barcelona en Comú. Ada Colau será previsiblemente alcaldesa de Barcelona.
“Lamento no haber recibido más apoyo de Podemos”, ha dicho Pedro Santisteve, que si consigue el aval de otras formaciones será alcalde de Zaragoza por otra candidatura de confluencia, Zaragoza en Común (80.000 votos), donde los candidatos avalados por Pablo Iglesias quedaron muy abajo en las primarias.
En este caso, su contraparte en la Comunidad de Aragón ha sido Pablo Echenique, identificado precisamente con “el consenso” en Vistalegre y partidario de que el partido se presentara a las municipales, que obtiene un número similar de votos (78.000) en las urnas autonómicas de la capital.
Marea Atlántica es otro éxito de las nuevas fuerzas, que ha conseguido 10 concejales empatando con el PP en A Coruña. Se trata de una confluencia de fuerzas de izquierdas que ha contado con el aval de Podemos y la presencia de Pablo Iglesias en campaña, pero donde participan personas de diferentes orígenes como Equo o Izquierda Unida, así como otros colectivos.
En Santiago, la morfología del éxito es parecida. Martiño Noriega será el próximo alcalde de Santiago con Compostela Aberta. Como explican los compañeros de eldiario.es/Galicia, es un partido de partidos: cuenta con el apoyo de Esquerda Unida, Anova, Podemos, Espazo Ecosocialista, Compromiso por Galicia o Equo. Mezcla en su seno el auge de nuevas formaciones con el comunismo clásico, el galleguismo o el independentismo del partido de Beiras.
El ejemplo a la inversa es Sevilla. Lo que una vez fue el espacio preelectoral Ganemos Sevilla saltó por los aires a poco tiempo de la campaña. IU y Equo han acabado presentándose por su cuenta; Participa Sevilla, constituido por miembros de círculos locales de Podemos, no ha tenido apoyo por parte del aparato central de Podemos, que ha evitado avalar la candidatura. Y, para mas inri, a última hora apareció 'el dueño' de la marca registrada Ganemos para presentar una candidatura más. Resultado: IU y Participa Sevilla tienen una baja representación por separado; Ganemos no lo consigue pero capta más de un 4% de voto y Equo queda en casi nada. Pero si los sumamos a todos, hacen un 21% que habrían sido un peso fuerte para la gobernabilidad de la ciudad.
Más casos en los que a Podemos le ha funcionado mejor la confluencia que la marca. En Palencia, papeleta autonómica de Podemos: 5.647; papeleta municipal de Ganemos Palencia: 7.053. En Burgos, Podemos 13.390, Imagina Burgos 17.203.
Sin embargo, como me señala Sebastián Lavezzolo, en los resultados de capitales de provincias donde la confluenca no ha madurado, la marca de Podemos se ha comportado mejor que la local.
Es el caso de Pamplona, donde su irrupción ha sido fuerte en las autonómicas. Otro caso diferente es el de Cádiz: el bastinazo de Por Cádiz Sí Se estuvo precedido de la victoria de Podemos en la ciudad en las últimas elecciones autonómicas, ambas protagonizadas por candidatos vinculados a Teresa Rodríguez y por tanto a la corriente más 'circulera' del partido.
Todo esto forma parte de un debate de matices. Mientras tanto, a Podemos le va bien la brocha gorda mediática. La mayoría de los informativos y periódicos adjudican sin matices las victorias de las candidaturas municipales a Podemos. Incluso una cadena de televisión decidió sustituir en los gráficos electorales los nombres de Ahora Madrid, Zaragoza en Común o Barcelona en Común por “Podemos”. No es que sea totalmente falso, pero reduce una realidad muy compleja como si no estuviera cambiando a toda prisa. Entre otras cosas, por ejemplo, ayuda a saber por qué es absurdo pensar que Pablo Iglesias va a poder negociar pactos en algunas ciudades a cambio de pactos en algunas comunidades. Perderse estos matices es perderse una de las cosas más interesantes, una de las claves más importantes a corto plazo, de lo que está siendo la construcción de una nueva izquierda en España. Y esto solo acaba de empezar.
“El cielo no se toma por consenso. Se toma por asalto”. Aquellas palabras rescatadas por Pablo Iglesias en Vistalegre quisieron fijar un modelo para la victoria de Podemos: si el cambio se entretenía en charlas, en incluir a los que no están ya en la vanguardia, en marearse con procesos participativos, en redes, en confluencias, en círculos... todo estaba perdido. Podemos se posicionaba como una “maquinaria de guerra electoral”, en palabras de Errejón, y rompía amarras con algunas esencias identitarias del 15-M, dándolas por inmaduras. Los fundadores de Podemos tenían un rumbo, una estrategia y no querían muchos invitados a bordo porque sentían que iban directos a la victoria. Esto, sin embargo, producía un desajuste: Podemos quería canalizar un discurso social emergente y tremendamente participado pero sin abrirse 'demasiado' a quienes lo habían construido, en pos de la eficiencia.
Se atrevió a escribirlo ya en noviembre de 2014, Francisco Jurado, colaborador de Podemos en Andalucía y activista de varios grupos post15M: