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Enamorados de Carmena

“Lo de Ada Colau en Barcelona es maravilloso pero, claro... nosotros en Madrid no tenemos a una Ada Colau”. La frase, repetida por las esquinas de la confluencia, dibujaba a principios de año una enorme cuesta arriba para Ahora Madrid. Las negociaciones entre los fundadores de Ganemos, un Podemos en construcción, los críticos de IU y los más incansables de Equo no eran fáciles. Una vez conseguido, lo más crítico de todo era... ¿Quién?

Juan Carlos Monedero quiso y Pablo Iglesias le dio su aval, pero fue descartado por muchas razones; entre ellas, por las resistencias y rechazos que suscitaba en otras fuerzas de Ahora Madrid e incluso dentro de Podemos, lo que auguraba unas primarias más bruscas que las deseadas por todas las partes.

La ronda de contactos en busca de “la Ada de Madrid” fue intensa. Había pocos nombres de consenso y casi ninguno trascendió. Ahora Madrid enviaba comandos de persuasión para tantear y tentar a perfiles independientes. Intensamente. Jesús Montero, secretario general de Podemos en la ciudad de Madrid, tenía en mente desde el mes de enero a aquella jueza de referencia en su militancia juvenil. Para convencerla, el comando de persuasión fue de alto nivel: desde alguien de su confianza personal como Javier Barbero, hoy número 18 de la candidatura de Carmena, hasta el propio Pablo Iglesias, que la llamó un viernes de marzo para pedírselo; ella, como otras veces antes, le dijo que no a Pablo Iglesias. Durante el fin de semana, Carmena le dio muchas vueltas a la cabeza, vio en televisión que Rita Barberá se presentaba en Valencia, que su rival en Madrid sería Esperanza Aguirre... vio también un documental sobre la participación de la mujer en la política. Preguntó a su entorno familiar. El martes siguiente llamó a Pablo Iglesias para decir que sí.

Y así aterrizó Manuela Carmena en Ahora Madrid, en un paracaídas lanzado por Podemos justo en el centro del campo de batalla para dirigir a tropas que ya se conocían demasiado y un poco agotadas. Y, la verdad, la primera reacción de muchos de los que hoy son compañeros de lista fue what the fuck? El proceso de construcción política más complejo y participativo que ha vivido la izquierda en Madrid iba a tener como candidata finalmente a alguien que no había participado en absoluto en ese camino. Alguien desconocida para el gran público y también desconocida - aunque muchos lo negarían en público - para sus compañeros de apuesta electoral. La mayoría de candidatos de la lista de Carmena a las primarias, incluidos los de Podemos, la vieron por primera vez cuando ya era conocida su candidatura; hubo un encuentro un sábado por la mañana para que se pusieran caras.

Pronto quedó claro que Carmena tiene un carácter ingobernable. “Se ha pegado treinta años decidiendo si la gente es inocente o culpable, está acostumbrada a tener la última palabra”, dicen medio en broma quienes trabajan con ella. Hace lo que cree que tiene que hacer y dice lo que cree que es necesario decir, aunque se salga del guion habitual. Critica abiertamente al gobierno de Venezuela, elogia a la Transición y deja claro que “yo no soy de Podemos”, reafirmándose en su independiencia con respecto a quienes la han apadrinado. Alguna vez, en el algún mitin, apelada por algún vecino, ha hecho propuestas que no vienen en el programa electoral, lo que es especialmente delicado en Ahora Madrid, donde cada coma está consensuada y avalada por una revisión entre simpatizantes. Carmena aún está por lograr un equilibrio entre la seducción de su forma de ser y aquello de “mandar obedeciendo” que se menciona en sus actos.

Entre unas cosas y otras, no lo tenía fácil la jueza. Y, sin embargo, dos meses después, Manuela Carmena tiene a los suyos enamorados. Su estilo de mujer sensata, con matices, que no construye trincheras sino puentes, que no ataca sino desmonta, que no hace política de brocha gorda sino de la que ensancha pulmones, está tumbando la mayoría de los escepticismos iniciales. Ya todos coinciden en que la llegada de Carmena es un milagro inesperado.

La explosión de memes y creaciones que tienen a Carmena como protagonista y casi musa, y sobre todo su capacidad de ser difundidos, hablan de unas redes humanas y sociales a su alrededor totalmente conquistadas y casi hegemónicas desde la izquierda hacia el centro.

Pasa cuando estás enamorado. La concepción del pudor, de la vergüenza, de la intimidad... todo eso salta por los aires cuando estás enamorado. Y acabas, sin querer, por compartirlo, porque te parece que es lo normal, que todo el mundo está como tú. Algo así le está ocurriendo a muchos que suelen mantener en secreto su voto, personas con perfil público, que no se resisten a identificarse con el 'efecto Carmena'. En las últimas dos semanas, esa sensación, ese relato épico sobre “Manuela” ha traspasado ya la frontera de la militancia. Muchos se lanzan a abrazarla en público, sin pudores.

Las encuestas dicen que es la candidata más valorada y la tendencia la proyecta como alcaldable en Madrid. Y eso es lo que la convierte en un caso excepcional; Carmena se ha salvado de ser una candidata para minorías exigentes y si gana las elecciones estará a punto de convertirse en icono pop, una especie de superheroína para proteger a una izquierda renovada. Una José Mujica a la española, una inesperada Ada Colau para Madrid.

“Lo de Ada Colau en Barcelona es maravilloso pero, claro... nosotros en Madrid no tenemos a una Ada Colau”. La frase, repetida por las esquinas de la confluencia, dibujaba a principios de año una enorme cuesta arriba para Ahora Madrid. Las negociaciones entre los fundadores de Ganemos, un Podemos en construcción, los críticos de IU y los más incansables de Equo no eran fáciles. Una vez conseguido, lo más crítico de todo era... ¿Quién?

Juan Carlos Monedero quiso y Pablo Iglesias le dio su aval, pero fue descartado por muchas razones; entre ellas, por las resistencias y rechazos que suscitaba en otras fuerzas de Ahora Madrid e incluso dentro de Podemos, lo que auguraba unas primarias más bruscas que las deseadas por todas las partes.