Juanlu Sánchez es periodista, cofundador y subdirector de eldiario.es. Colabora en La Sexta y en el New York Times. Fue cofundador de Periodismo Humano y como reportero pasó de la cobertura especializada en derechos humanos a documentar la génesis y las consecuencias sociales y políticas del 15M. Es autor del libro 'Las 10 mareas del cambio' y profesor en el Máster Oficial de Innovación en Periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Elche.
Los primeros 40 de Sol
- 4 años después | 15m - 2015, viaje de una generación de nuevos candidatos
A las primeras 40 personas que pasaron la noche en la Puerta del Sol nadie las convocó oficialmente. La historia de su éxito es la de una noche de frustración desahogada, golpes de suerte y un enorme deseo de colaboración que convergieron en un punto, el big bang de lo que hoy conocemos como “movimiento 15M”. El gérmen de lo que hasta los sociólogos más reputados no quieren apresurarse a comprender.
“Yo no iba a ir a la manifestación porque estoy un poco harto de manifestaciones”, nos dice Julio, un nombre ficticio para alguien que aparece en este vídeo de Mario García para la historia, el momento en el que alguien propone acampar, la primera asamblea del 15-M.
Diferentes plataformas habían convocado una protesta en varias ciudades españolas para pedir una “democracia real” y consiguieron congregar a decenas de miles de personas en toda España, superando las expectativas de organizadores y medios de comunicación. Sobre las diez de la noche, las calles del centro de Madrid ya se habían quedado vacías de gritos y pancartas y Julio se quedó, como casi siempre, con ese regusto agridulce que dejan las concentraciones de protesta como actos efímeros e incompletos.
En otro punto de la ciudad, Alba (nombre ficticio también; no quiere perder su trabajo) colaboraba con el grupo de abogados que suele hacer guardia en las manifestaciones por si hubiera algún problema. Los hubo: 18 personas fueron detenidas tras varias cargas policiales en diferentes puntos de Madrid. “Fuimos a los focos de conflicto y nos reunimos cerca de la plaza de Lavapiés; no se podía hacer gran cosa por los detenidos porque ya era muy tarde”, nos cuenta. “Entonces a mi compañero le llega un SMS de una chica que dice que en Sol hay gente que se va a quedar toda la noche”.
Efectivamente, en Sol, Julio y dos amigos más estaban ya hablando con otros grupos de gente dispersa que charlaban en la plaza, desconcertados tras los disturbios. “¿Y si nos quedamos a dormir? ¿Y si hacemos algo permanente?”, se preguntaron. “Todos se reían al principio pero al rato decían que sí. Así que con esa gente convencida, pues el siguiente grupito tardó menos en aceptar, y así se fueron sumando más personas”.
Uno de los grupos que se sumó fue el de Roberto, que estaba sentado con su pancarta en mitad de la plaza. “Se habían ido los poquitos violentos de siempre y nosotros queríamos seguir manifestándonos”, y aquello les pareció buena idea a pesar de que no sabían a quién se estaban uniendo: “no nos conocíamos”.
Pasada la medianoche, alguien da el aviso: hay una sentada pacífica en la plaza de Callao, muy cerca de Sol. Deciden ir a ver qué pasa y a comunicarles la iniciativa de quedarse a dormir. En Callao estaba Alberto, que había presenciado allí mismo un enfrentamiento con la policía bastante desagradable. Después de la carga, algunos insistieron en quedarse. “Recuerdo perfectamente la imagen de una chica pelirroja gritando ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad! a los policías que intentaban despejar la calle”. Con otras personas, aquella chica pelirroja se encaró con la policía levantando las manos. “Estas son / nuestras armas”, coreaban. La policía decidió retirarse. “Fue un momento muy emocionante”, recuerda Alberto. Con la cosa más tranquila, el grupo de Callao estuvo de acuerdo con la iniciativa de reagruparse en Sol.
Y mientras tanto, el efecto llamada seguía haciendo su trabajo. “Yo me había vuelto ya para casa, en Leganés, cuando me enteré de que había gente hablando de dormir allí”, explica Nicolás, que después se convirtió en uno de los primeros en difundir información por Twitter de lo que estaba pasando, algo clave para el movimiento 15m. “Lo dudé un poco, pero sabía que si me quedaba en casa me arrepentiría el resto de mi vida. Cogí un saco de dormir, me monté en el coche y me planté en Sol. Cuando llegué supe que no me iba a arrepentir”.
Lo que se encontró Nicolás en Sol al llegar fue un grupo de personas desconocidas discutiendo sobre cómo organizar la noche. Poco antes había llegado Alba, la abogada, con un amigo informático y otro amigo actor. Estaba comenzando la primera asamblea de la Acampada Sol. “No hubo discusiones políticas de lo que queríamos conseguir, sino que hablamos de quién se quedaba, de qué queríamos hacer y de cómo pasábamos la noche”, nos dice otro chico que tampoco quiere decir ningún nombre para evitar protagonismos, digamos que se llama Rubio, al que también avisó un amigo cuando ya estaba en casa.
“A mi cuando empezó la primera asamblea me entraron ganas de irme”, dice Moreno (¿adivinan? ficticio), que nos acompaña el sábado 21 en la conversación con Rubio en una Puerta del Sol a rebosar. “Pensé que aquello no tenía sentido, que éramos demasiado diferentes entre nosotros, con gente opinando sin mucho sentido... No había unión, no había quien sacara nada en claro”, reconoce con media sonrisa, mirando a su alrededor y pensando en todo lo que ha vivido después en la comisión de infraestructuras. “La primera noche decidimos ir a pedir 50 mantas, para que sobraran, ¡y mira ahora!”.
Se repartieron las primeras tareas: unos comenzaron a buscar un cubo de basura para mantener la limpieza, otros trajeron cartones de los alrededores para acolchar el suelo, otros cogieron tablas y algunos hierros de obras cercanas. Decidieron colocarse en la farola más cercana al monumento del Oso y el Madroño, frente a la salida de metro, para estar en un sitio iluminado. Alberto se dio cuenta de que en la punta de la farola había una cámara de seguridad apuntándoles. “Tapémosla con spry!”, dijo alguien. “No, no... ¡que se nos vea!”, contestaron.
El antes y el después: la primera autorización policial
El antes y el despuésSin la indignación acumulada, sin la voluntad de trabajo y el liderazgo horizontal de aquellas primeras horas, el movimiento 15M no habría existido. Pero hay un momento concreto en el que todo pudo haber acabado antes de empezar: tras la primera asamblea, a las 2.25 de la madrugada, aparecieron dos furgones policiales en la plaza, del que bajaron varios antidisturbios. Dos chicas se ofrecieron para mediar con la policía; una de ellas era Alba, la abogada. “Las dos somos así rubitas, con cara de buenas, la otra chica es así muy linda... Nos acercamos con nuestra mejor sonrisa”, nos cuenta entre bromas.
“Les dijimos que no queríamos problemas, que nos queríamos simplemente quedar a dormir, que nadie iba a beber, que no se iba a ensuciar nada y que se iba a respetar la normativa”. Una llamada de los agentes a un responsable superior determinó el futuro del 15M: se quedaban. “Solo nos pidieron que devolviéramos el material que habíamos cogido de la obra para que nadie nos pudiera acusar de robo”. Alba y su compañera volvieron al grupo haciendo discretos gestos de euforia de espalda a los policías.
En esta grabación de acoustic_mirror se puede escuchar toda la secuencia completa: la llegada de la policía, los momentos de inquietud y el papel de las mediadoras, además de cómo se organizan las primeras comisiones y el primer manifiesto.
acoustic_mirrorHoy, muchos testigos reconocen la importancia de ese momento: “¡Si hubieran sabido la que se iba a montar, nos habrían desalojado inmediatamente! ¡Ese policía tiene que estar hoy tirándose de los pelos!”, nos dicen. Moreno, sin embargo, prefiere exponerlo de otra manera: “el mérito no es del policía, el mérito está en nuestra actitud pacífica y honesta”. Con la tranquilidad de que no iban a ser desalojados, comenzó la modesta operación logística: mapa de baños con ayuda de los comerciantes de la zona, rotuladores, cartulinas (“¡y hoy tenemos equipos de sonido, placas solares y generadores eléctricos!”, exclama Moreno), visita a los bomberos, que también tenían su propia acampada ese día en otro punto de la ciudad. Y sobre todo una prioridad: comunicación.
“Desde antes de salir de mi casa yo ya estaba twitteando”, nos dice Nicolás, “y cuando llegué aquí, empecé a sacar las primeras fotos y subirlas a Internet”. A las 7 de la mañana, “antes de que amaneciera”, aparecieron los medios de comunicación. Fueron horas complicadas para ellos porque “había más periodistas que acampados” dado que mucha gente se había ido a primera hora para trabajar y no llegaba casi nadie nuevo. Pero paralelamente las redes sociales en España se convertían prácticamente en canal temático y la generosidad empezaba a superar cualquier previsión: el lunes a mediodía alguien les llevó para comer arroz con carabineros. Aquella tarde, unas mil personas participaron en la asamblea.
¿Qué ocurrió después para que de mil personas el lunes se pasaran a más de diez mil el martes, y de ahí a 28.000 el viernes según cifras oficiales? Los dos 'saltos de calidad' del apoyo popular al 15M se producen como reacción al intento de desmantelarlo. A las 5 de la madrugada del lunes al martes, con más de 300 personas durmiendo junto al Oso y el madroño, la policía intentó levantar la incipiente acampada y desalojar a los presentes. Las fotos y este vídeo, registrados esa noche y publicados inmediatamente después, definen ese momento:
“Creo que fui el primero en ponerlo en twitter: nos han desalojado; pero hoy a las 20h nos vemos aquí”, recuerda Nicolás. “Me fui a dormir a casa, y cuando desperté tenia mails, SMS, llamadas de amigos, que me dijeron que les habia llegado la convocatoria. Es impresionante lo que se expande el tema en lo que uno está durmiendo”. La Junta Electoral de Madrid consideró después ilegal su concentración “por afectar a la campaña electoral y a la libertad de los ciudadanos en derecho del voto”. Ese fue el segundo y definitivo espaldarazo que culminó con el desafío de la “jornada de reflexión colectiva” del 21 de mayo, aunque eso ya se ha contado suficientemente. En definitiva, “que cuanto más nos aprietan, más gente sale a la calle, porque todas estamos jodidas”, dice Moreno usando el “lenguaje inclusivo” al que también intentan adaptarse en las asambleas.
Liderazgos, siglas y paternidades
“Allí había gente con experiencia asamblearía, gente que sabe cómo canalizar ideas para que no se vayan por el desagüe”, nos dice Alberto en referencia a las primeras horas de acampada. El chico que agarra el megáfono en el vídeo que abre este reportaje, Miguel, no es nuevo en manifestaciones o movilizaciones sociales, pero insiste en que no actúa en nombre de nadie, como la mayoría de quienes le rodean. Él fue el primer portavoz de la acampada, con el que también hablamos en la mañana del día 16 en este vídeo.
Miguel no quiere más protagonismo - su turno como portavoz pasó y se integró en la comisión encargada de asuntos legales - ni arrogarse ninguna autoridad sobre el 15M, como el resto de las personas con las que hablamos.
La genealogía del 15M es compleja y hasta incompatible a veces con la ansiedad periodística de saber quién está detrás de las cosas. “Yo creo que se ha dado una unión de movimientos”, nos dice Julián. “Por un lado, la indignación por los papeles de las embajadas estadounidenses filtrados por Wikileaks generó acciones como las de Anonymous”, una red de ciberactivistas que coordinó ataques informáticos a determinadas páginas como protesta por el acoso a su director, Julian Assange. “Pero se convocó una manifestacón y no fueron ni 300 personas”.
Anonymous también se sumó al 'abucheo' masivo en Internet contra la llamada Ley Sinde, cuya aprobación originó la creación de la corriente #nolesvotes, en principio contra los partidos que aprobaron la norma pero que luego se recondujo como un movimiento más amplio contra el bipartidismo que cuenta con apoyos de importantes líderes de opinión en Internet. Las revoluciones en el Norte de África y en Oriente Medio son otro referente evidente, “aunque eso a nosotros nos parecía que no podría pasar nunca aquí, en Europa”, y de hecho también se trató en su día de hacer actos de apoyo que quedaron en poca cosa.
La otra pata nos la explica Alba: “Democracia real ya, Juventud sin futuro, la Plataforma por una Vivienda digna que a su vez bebe del movimiento estudiantil contra la Ley de Bolonia o los centros sociales ocupados han sacado a la calle a mucha gente durante los últimos años, se han tejido muchas redes” que ahora ponen al servicio de la energía del 15m.
Eso sí, todos coinciden - y hasta la megafonía lo ha dicho en más de una ocasión - en que “no somos ningún colectivo previo y no nos gusta que nos vinculen con nada que ya existiera”, nos dice Nicolás “porque esto es infinitamente más grande que eso”. Los principales representantes de la plataforma Democracia real ya, que sí lideraron la manifestación previa, no estuvieron en la primera noche de acampada, “aunque sin duda la acampada no habría sido posible sin ese primer impulso”, nos dicen.
Cuando los megáfonos desaparecieron del centro de la Puerta del Sol y dejaron sitio a los altavoces de gran potencia, el encargado de trasladar la información útil y las arengas al resto de la plaza dijo: “'¡Pensadlo durante un momento! ¡Pensad en lo que estamos haciendo! Pensad que hoy somos decenas de miles de personas y hace unos días eran solo cuarenta. ¡Cuarenta personas! ¡Una de esas personas podría haber sido yo, o tú! ¡Solo hacía falta dormir una noche en Sol para desencadenar todo esto!”.
Le contamos esas palabras a Julio y Alba, y se emocionan. “Lo único que hemos hecho es un gesto, un salto para romper ese bloqueo mental que teníamos”, dice Julio. “Estábamos todos esperando a que pasara algo y fue tan sencillo como mirarnos a los ojos”. Julio tiene claro que “continuamente la gente tiene ideas brillantes, buenísimas, revolucionarias, y simplemente no somos capaces de retenerlas durante el tiempo necesario para darnos cuenta de que sí son realizables. Las dejamos pasar”.
El sentimiento de paternidad es muy poco horizontal pero absolutamente humano. “A mí no me gusta tener esta sensación, pero te reconozco que veo todo esto como a un hijo”, nos confiesa Moreno, “que crece incontrolable pero que sé que tiene una buena educación”. Roberto posa su mirada en toda la masa que pasa por delante de su cuerpo veinteañero: “yo ya me puedo morir”, exclama sonriente. “Durante mi vida, muchas veces, he llegado a considerarme un sociópata. Me quedaba encerrado en casa, sin querer saber nada de nadie. Esto me reconcilia con el mundo”.
Sobre este blog
Juanlu Sánchez es periodista, cofundador y subdirector de eldiario.es. Colabora en La Sexta y en el New York Times. Fue cofundador de Periodismo Humano y como reportero pasó de la cobertura especializada en derechos humanos a documentar la génesis y las consecuencias sociales y políticas del 15M. Es autor del libro 'Las 10 mareas del cambio' y profesor en el Máster Oficial de Innovación en Periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Elche.