No nos cabe la menor duda de que la saga Souls será de las recordadas con mayor cariño entre todas las que han tenido cabida en la pasada generación de consolas de Xbox 360 y PS3 por un motivo bien simple: saber diferenciarse de otras tantísimas propuestas al ofrecer una experiencia claramente orientada al público más entregado, a aquellos jugadores hardcore que gustan de sufrir con cada combate, con cada pantalla. Es una saga que ha ido en cierto modo a contracorriente, lo que ha servido para el elevar el nombre de sus creadores, los japoneses From Software, a lo más alto.
Desde hacía ya un tiempo sabíamos que Miyazaki y compañía tenían un nuevo título entre manos, Project Beast, una especie de nuevo Souls en exclusiva para Playstation 4. Durante el pasado E3 2014 se confirmaron todas nuestras sospechas con el primer tráiler cinemático de este título rebautizado como Bloodborne, un juego que pese a no llevar el ‘Souls’ en su nombre es una clara evolución de esta oscura saga de fantasía medieval. Ahora, durante la reciente Gamescom 2014, hemos podido descubrir un buen puñado de nuevos detalles gracias a dos tráilers gameplay, por lo que nos hemos visto en la obligación de escribir un nuevo avance.
Desde luego no es que nadie nos haya puesto una pistola en la cabeza, puesto que siempre es una alegría poder escribir sobre títulos prometedores, y en ese sentido este Bloodborne parece reivindicar su papel como uno de los grandes de la consola next gen de Sony para comienzos de 2015.
Sin escudos. Pasamos a la ofensiva.
La saga Souls es sinónimo de dificultad, de atmósfera tenebrosa, de enemigos desafiantes. Bloodborne va como decimos por el mismo camino presentando una lúgubre ambientación en una ciudad que bien podría ser la Londres victoriana de Jack el Destripador con la diferencia de que aquí hay más de una criatura de pesadilla, y todas ellas campan a sus anchas por cada uno de los escenarios.
A nivel gráfico nos encontramos con un título que ha sabido dar un paso de gigante al ofrecer un acabo realmente notable tanto en lo artístico, lo cual ya es tradición, como en lo técnico donde brillan con fuerza los juegos de luces y sombras así como los efectos de partículas. La sensación de encontrarnos siempre inmersos entre la niebla, casi indefensos ante cualquier criatura que nos pueda asaltar desde las sombras, es casi continua, mientras que los escenarios están repletos de detalles ofreciendo un aspecto más rico que nunca. Eso sí, por ahora se aprecian ciertas caídas en la tasa de frames, aunque aún hay mucho tiempo para pulir y corregir cualquier pequeño error.
Sin embargo el apartado que más ha evolucionado desde el sobresaliente Dark Souls II es la jugabilidad debido a una orientación claramente ofensiva. En los anteriores juegos de From Software cada cual podía elegir más o menos su forma de combatir, aunque la gran mayoría de jugadores acababa por pecar en abusar de escudo. Así era norma avanzar despacio, siempre a cubierto, y combatir a la defensiva.
En Bloodborne no habrá escudo que valga, lo que nos obligará a jugar siempre al ataque ofreciendo un sistema de combate más dinámico al sustituir el escudo por una escopeta. Con ella podremos cortar un ataque rival antes de que se produzca infligiendo de paso un daño considerable, siendo una forma ideal para repeler al enemigo y pasar al ataque.
Así es, porque la falta de escudo y armaduras (sí, tampoco habrá armaduras) será compensada con una nueva forma de entender la acción. Además de la escopeta tendremos la opción de desplazarnos de forma rápida, de dar un paso en la dirección que queramos pudiéndonos situar en un instante justo en el punto ideal para atacar. De igual forma este mismo sistema nos servirá para esquivar, aunque para eso nada como el clásico ‘rodar’ de Souls, también presente en este título. De esta forma la diferencia entre la vida y la muerte radicará en la habilidad que tengamos a la hora de pulsar un mero botón en el momento preciso.
La otra gran novedad es un auténtico doble o nada que promete introducir mayor épica a los combates, y en especial a los grandes combates contra los jefes finales. ¿En qué consiste? Pues básicamente cada vez que recibamos un golpe el segmento de nuestra barra de vida que nos hayan quitado se volverá amarillo, y si conseguimos contraatacar en un tiempo determinado recuperaremos esa porción de vida. Así pues cuando nos enfrentemos a un jefe final que pueda matarnos con dos o tres golpes, en el momento en el que recibamos el primero tendremos un breve instante para decidir si nos la jugamos intentando atacar para recuperar lo perdido o si bien por el contrario optamos por retroceder a una distancia segura antes de que nos machaque del todo.
También encontramos modificaciones en las armas, dado que estas ahora contarán con dos formas por cada una de ellas. Por ejemplo existe una hoja que podemos extender para convertir en una larga guadaña de forma tan rápida que podremos alternar entre una y otra en mitad de un combate para aprovecharnos de la versatilidad de la hoja corta y de la potencia de la guadaña.
La evolución de un clásico.
En conclusión nos encontramos ante un título con el que desde From Software buscan hacer evolucionar su ya mítica saga Souls sin perder por ello su esencia. Desde luego Bloodborne no es un Souls como tal, pero las comparativas serán totalmente inevitables, algo que puede jugar tanto a su favor como en su contra.
El motivo es simple: Souls cuenta con una comunidad de jugadores entregada que idolatra cada una de sus señas de identidad. Es por ello que meter mano en sus pilares básicos es algo más que delicado, pero también es necesario si se quiere crear una supuesta nueva IP de éxito. El talento del estudio nipón y del propio Miyazaki es innegable, y los cambios introducidos parecen suficientes como para ofrecer lo mejor de Souls con un toque de frescura más que suficiente. En cuanto al apartado artístico del juego ya ni hablamos, porque por ahora sólo se puede calificar de auténtica obra de arte.
Con todo esto nadie puede asegurar que Bloodborne supere el éxito de Dark Souls II, pero quien niegue que va por el buen camino o está loco o es un necio.