La comunidad de desarrolladores indie española atraviesa un periodo de plena efervescencia. De hecho basta con echar un vistazo al timeline de Twitter de cualquier estudio o desarrollador para darse cuenta de que siempre están inmersos en cualquier berenjenal, ya sea el desarrollo de uno o varios juegos, participar en jams y eventos o crear iniciativas tan peculiares como Indiógenes.
¿Y qué es Indiógenes? Pues podría definirse como un portal en el que los ‘developers’ Jordi de Paco (Deconstructeam), Josué Monchan (Pendulo Studios), Marcos Vendrel (Red Little House Studios), AC Ojeda, Edu Verz y Ludipe (Al Pixel) comparten con el mundo aquellos videojuegos indies/alternativos gratuitos que llaman su atención, como por ejemplo un simulador de barbero, un simulador de citas con perros, propuestas extrañas basadas en el código morse y otros tantos títulos imposibles de encasillar dentro de cualquier género conocido.
Pues bien, el caso es que entre todo ese batiburrillo de propuestas tan peculiares que es Indiógenes nos hemos topado con un título que nos ha llamado especialmente la atención. Bautizado como ‘El Paraíso de la Deuda’, se trata de una propuesta de Pablo Martínez basada en la idea de Jezabel Goudinoff, de la Auditoría Ciudadana de la Deuda. Su objetivo es que cualquiera, desde el público infantil hasta aquellos que no ven la diferencia entre un banco para sentarse y Bankia, pueda entender términos tan complejos como ‘deuda soberana’, ‘préstamo bancario’ y ‘reforma laboral’. Es decir, todas esas palabras tan raras que oímos casi todos los días en los telediarios y que debido a las circunstancias relacionamos con el mal más absoluto.
Para ello nos pone en la piel de un rey gato que debe velar por la felicidad de su pueblo teniendo que hacer frente a los gastos que ello conlleva mientras trata de controlar la deuda. Por supuesto contamos con una cantidad limitada de monedas para gastar en infraestructuras básicas como viviendas para gatos, hospitales para gatos y una Ciudad de las Artes para gatos con la que atraer el turismo felino.
Si hacemos las cosas bien nuestros queridos súbditos serán felices, pero como la pifiemos las arcas del Estado quedarán vacías y no habrá otra que pedir ayuda al amable banquero ‘Dogtander’. Entonces la deuda se disparará y, ¿qué ocurrirá si no la controlamos? Infelicidad, una espiral de deuda incontrolable, la necesidad de acometer despidos entre los funcionarios, privatización de servicios públicos, recortes en los derechos de los trabajadores… En definitiva, una catástrofe sin aparente solución que, cosas de la vida, viene a reflejar la misma situación que está atravesando España.
Para que luego digan que los videojuegos son paparruchadas para adolescentes de los que no se puede aprender nada en absoluto.