Matar nazis. De eso va simple y llanamente la franquicia Wolfenstein, sin lugar a dudas la gran pionera dentro del género shooter. Sin distracciones, sin medias tintas y, en líneas generales, sin que le importe un comino el empeño de otros juegos por adaptarse a los tiempos que corren en materia jugable. Wolfenstein es sinónimo de acción, de frenetismo, de locura, de pólvora virtual. La narrativa y la ambición de tantos otros títulos por convertirse en película es algo completamente secundario.
Jugando a Wolfenstein dan ganas de gritar ‘¡Quiero mis cabelleras!’, dan ganas de quitarse la camiseta y fardar de los pectorales que no tenemos en un alarde de testosterona desbordada. Sí, todo esto puede sonar a viejuno, inclusive a rancio si nos fijamos en la cantidad de maravillosas propuestas infinitamente más complejas que tenemos hoy en día nuestra disposición incluso en el campo de los FPS, con joyitas como Dishonored, Far Cry 4 y Deus Ex: Human Revolution, pero es que esta vieja fórmula, la original, la auténtica, tiene un ‘nosequé’ que sigue resultando irresistible siempre que se disfrute en la justa medida.
Y dado que Wolfenstein no es (por ahora) una franquicia explotada como tantas otras, se merece que nos acerquemos a cada una de sus nuevas entregas con todo el respeto del mundo, más aún teniendo en cuenta que cuenta que el título que lo inició todo es un gran clásico se mire por donde se mire, que Return to Castle Wolfenstein sigue siendo a día de hoy una joya imperecedera, y que los chicos y chicas de MachineGames nos ofrecieron un agradable resurgir con el notable Wolfenstein: The New Order el año pasado.
Ahora llama a nuestras puertas Wolfenstein: The Old Blood, una especie de expansión independiente en forma de precuela ideada para hacer las delicias de aquellos que gozaron de lo lindo con The Old Blood. Y nosotros por supuesto, lo recibimos con las manos abiertas.
Poniéndonos de nuevo en el pellejo del mítico agente J.B. Blazkowicz, la trama de The Old Blood nos lleva de vuelta a la Segunda Guerra Mundial para explicarnos los sucesos acontecidos antes de The New Order. Para los que no hayáis jugado aún a este título, comentar que The New Order nos sitúa en los años sesenta en una realidad alternativa en la que los nazis ganaron la guerra, poniendo el mundo a sus pies gracias a su poderosa tecnología bélica.
Pues bien, en The Old Blood podremos descubrir qué es lo que pasó, qué es lo que ocurrió exactamente para que los nazis ganaran condenando al mundo libre a un auténtico infierno. Y todo empieza, como no podía ser de otra manera, en el famosísimo Castillo Wolfenstein, la localización por excelencia de la franquicia.
De los ocho capítulos que componen el juego, los cuatro primeros y el prólogo trascurren en su interior y alrededores, permitiéndonos recorrer las famosas catacumbas, revisitar el teleférico y volver a escapar de sus mugrientas mazmorras. Empezamos en un coche rumbo al castillo junto al Agente 1 con la intención de hacernos pasar por oficiales nazis, infiltrarnos y descubrir así qué es lo que están tramando los alemanes.
Como no podía ser de otra manera, todos nuestros planes se van al cuerno, y es entonces cuando da comienzo la orgía de plomo virtual que todos estamos esperando. Evidentemente, la jugabilidad bebe de forma directa de The New Order, hasta el punto de que puede parecer poco fresca, lo cual es lógico teniendo en cuenta que se trata de una expansión en toda regla.
Los primeros compases del juego resultan extrañamente lentos por la implementación de unas mecánicas de sigilo que no funcionan demasiado bien. Uno de los principales problemas es que no existen demasiadas alternativas, aunque casi siempre, como en la mayoría de los escenarios del juego, existe una ruta más o menos oculta que nos permite avanzar haciendo el menor ruido posible.
Vuelven los comandantes a los que tendremos que eliminar en primer lugar para evitar que den la alarma. Esto funciona igual que en The New Order, sólo que, al resultar los escenarios más pequeños y los propios capítulos más compactos, al final se vuelve un tanto repetitivo. Casi cada vez que pasamos a una nueva área nos tocará enfrentarnos a lo mismo, y optar por el sigilo para asesinarles sin levantar sospechas no siempre es una opción viable entre otras cosas porque existen ciertos errores en la IA que fastidian un tanto la experiencia.
Pero bueno, teniendo en cuenta que la salsa de cualquier Wolfenstein está en los tiroteos, si estos funcionan como es debido tampoco importa tanto que otras mecánicas ‘optativas’ no lo hagan. Y sí, toca decir que en Wolfenstein: The Old Blood los tiroteos funcionan de lujo, resultando frenéticos, muy directos y con un sabor a años 90 que nos ha encantado. Ya podéis decir adiós a la regeneración automática de salud, las coberturas y demás ‘patrañas’ para nenazas de los shooters modernos, porque no encontraréis nada de eso en The Old Blood.
¿Alguna otra novedad respecto a The New Order? Bueno, destacan los cuatro últimos capítulos al llevarnos a la aldea que se encuentra a los pies de castillo para enfrentarnos a hordas y más hordas de no muertos. Vale, es cierto que escribir ‘novedad’ al lado de ‘zombis’ puede rechinar y con motivo, pero el caso es que estos cuatro últimos capítulos esconden algunas de las partes más enriquecedoras del juego, además de las más dispares comparadas con The New Order. Y si tenemos en cuenta que lo sobrenatural y lo oculto siempre ha ido de la mano de cualquier buen Wolfenstein, todo acaba cuadrando como es debido.
En cuanto al apartado gráfico no hay prácticamente nada nuevo que decir respecto a lo comentado sobre The New Order. Se supone que desde MachineGames han optimizado el juego para que no pida tantos requisitos, algo que hasta cierto punto parece cierto, pero pese a ello seguimos pensando que The Old Blood exige demasiado para lo que ofrece. Parece quedar claro que el motor gráfico id Tech 5 sobre el que se asienta no es capaz de dar más de sí, sobre todo a la hora de cargar texturas. Pero en fin, en líneas generales el resultado final es bueno, e inclusive espectacular en ciertos puntos, y no se puede negar que existe un buen trabajo artístico y de diseño detrás a la hora de crear la ambientación.
Lo mejor:
- Una delicia para los fans de la acción pura y dura estilo años noventa. Sin regeneración automática, coberturas ni demás chorradas para cobardes.
- Poder volver al Castillo Wolfenstein resulta un sueño hecho realidad para los nostálgicos.
Lo peor:
- Los escenarios, pese a contar con ciertos recovecos y caminos secretos, se sienten un tanto cerrados y angustiantes.
- La IA enemiga puede chafarnos las partes de sigilo, aunque por suerte no son las más ricas del juego.
- A nivel jugable no aporta casi novedad alguna respecto a The New Order.
- Se nota que su motor gráfico no da más de sí. Falta optimización en la versión de PC.
Conclusiones
ConclusionesAnálisis Wolfenstein: The Old Blood, acción clásica para nostálgicos
En definitiva nos encontramos ante un gran juego de acción, uno de esos que nos permitirá pasar varias horas más que absorbentes frente al televisor o el PC, manteniéndonos en una tensión casi continua y con todos los reflejos al máximo. Wolfenstein: The Old Blood es una gratificante expansión independiente que ofrece una duración más que aceptable para lo que cuesta, aunque bien es cierto que bebe quizás demasiado de The New Order tanto para lo bueno como para lo malo.
Faltan novedades jugables, al igual que falta variedad de enemigos, de armas y situaciones. A nivel técnico también encontramos algún que otro pero, sobre todo en una versión para PC que podría estar aún más optimizada, al igual que en una inteligencia artificial que no juega en favor del usuario que quiere optar por el sigilo. Pero en líneas generales nadie puede dudar que The Old Blood funciona, y que es capaz de ofrecer una de las experiencias de acción clásica más gratificante de los últimos tiempos.
Por: Daniel Moreno
Análisis Wolfenstein: The Old Blood, acción clásica para nostálgicos
05/08/2015
7 / 10 estrellas