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“El socialismo no puede estar peleado con la libertad”

Jose Mugica en Venecia

David Martos

Venecia —

Sin dejar de llenar de agua su mate, o mejor, sin dejar de pedir que uno de los asistentes de su delegación lo hiciera, el veterano político Pepe Mujica recorrió el domingo muchas de las salas nobles del mítico Palazzo del Casinò, la vetusta sede de la Mostra de Venecia. Él mismo lo reconocía al inicio de su entrevista con eldiario.es. En un festival de cine se sentía “como perro en cancha de bochas”, y si seguimos el consejo que nos daba -buscar el significado de la expresión rioplantense- sabremos que para él hablar con expertos en cine no era precisamente cómodo. “He venido por la amistad que me une con Kusturica. Me dijo que si yo no venía, él tampoco. Y como se ha dedicado media vida al cine, me parecía injusto. Pero me voy esta misma tarde, voy a huir”, decía con media sonrisa.

El cineasta bosnio, artífice de Gato negro, gato blanco, ha retratado la vida diaria y el pensamiento político de Mujica en El Pepe, una vida suprema, un documental que se ha proyectado en la Mostra. Además, el director uruguayo Álvaro Brechner ha presentado también en el festival La noche de 12 años, un retrato de su cautiverio, mucho antes de llegar a ser presidente de su país. En este caso se trata de una ficción, y quien le da vida es el actor español Antonio de la Torre. En definitiva Mujica, de 83, que fue de los Tupamaros a la cárcel y de ahí a la presidencia, ha sido la estrella del fin de semana en Venecia, y a su alrededor se han arremolinado los medios de comunicación más importantes del mundo. Para hablar de socialismo, de la situación de América Latina y, por supuesto, de sus películas.

¿Quiso que el documental fuera un escaparate de sus ideas políticas?

No, no tiene nada que ver. En el período en que se hizo yo era presidente, en un país en el que no hay reelección. Ya tengo 83 años, no soy un pibe. Mi porvenir hay que contarlo cortito. Y soy muy consciente de eso. No, no. Hace muchos años me habían hecho una película, la primera vez que salí como legislador la pasaron en el Festival de Berlín. No tiene nada que ver con la comunicación política. Creo que el cine es un arte, pero hay cosas bastante profundas que yo no las transmitiría jamás con imágenes. Soy antiguo. En principio era el verbo, y creo en la magia alada de las palabras.

En estos días México se encuentra en plena transición política. ¿Qué consejo le daría a López Obrador?

México lindo y querido. Es el país de América Latina que ha dado más asilo. En 1940 recibió un millón de españoles, y a nadie se le ocurrió hacer manifestaciones. Tuve muchos compatriotas que en los años de dictadura vivieron en México. Como dijo Porfirio: “Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Tiene una frontera maldita por la que pasa de todo, menos la esperanza. Y ahora toca la coyuntura de un presidente raro del otro lado. Pero creo que hay que respaldar a ese Gobierno, que intenta resolver el problema del narcotráfico. México pone los muertos y la lana va por otro lado. Vaya papel. Yo pediría que tengan paciencia y que acompañen al Gobierno. El Gobierno no puede hacer magia, pero creo que México ha tenido una reacción, está buscando la salida. Ojalá que no pierdan la oportunidad.

Y más al sur, Brasil. ¿Qué opinión tiene de Lula?

Lula es un personaje. De vez en cuando surgen tipos muy del pueblerío. Hizo una carrera sindical y la gente lo quiere. Mucha gente. Sobre todo sectores humildes de población. La gente... yo no tengo duda de que tiene necesidad de creer. En Brasil mucha gente lo apoya, cada vez más, por las cosas que está implementando el Gobierno actual. Como una reacción. Por ejemplo, por su tentativa de ir a un derecho laboral que es anterior a 1930. Entonces creo que las medidas que está tomando el Gobierno hacen que la gente esté a favor de Lula.

¿Le ha decepcionado el socialismo en ciertos países? ¿En Venezuela? ¿Los países soviéticos?

Eso nunca fue socialista, eso fue estatismo. Que no es lo mismo. El hombre tiene siglos de vivir en comunidad. La revolución neolítica tiene apenas 10.000 años y la revolución capitalista tiene 300 años. Antropológicamente somos gregarios, no podemos vivir sin sociedad. Lo que pasa es que se ha confundido socialismo con estatismo, y con imposición. Están más cerca algunos indígenas del socialismo que lo que pasó en la Alemania oriental. Tengo una concepción autogestionaria, no estatista. El socialismo no puede estar peleado con la libertad.

¿Por qué cree que se ha convertido en un símbolo?

No soy yo, es la necesidad de la gente, que no tiene símbolos, no tiene cosa en qué creer. No tengo la culpa. Me agarran a mí como chivo expiatorio, porque los seres humanos somos utópicos. Necesitamos creer en algo. Y el tiempo moderno no nos deja creer en nada. Entonces aparece un símbolo y la gente... Yo no soy otra cosa que un viejo sencillo y sobrio, y planteo la sobriedad en la vida como bandera para concebir la libertad. Si tengo mucho compromiso económico, tengo que vivir trabajando por la exigencia económica y no me queda tiempo para vivir. Si soy sobrio, vivo con lo justo y me queda tiempo para hacer las cosas que a mí me gustan. Que no son negocios. Hay que tener tiempo para los afectos, para las relaciones personales. La vida se nos va. No tiene sentido gastar la vida pagando cuentas, llenándose de cosas. No puedo arreglar el mundo, pero le puedo decir a los jóvenes que tienen la libertad en la cabeza, que no se dejen arrastrar. ¿Por qué? Porque viví muchos años preso, y el día que me ponían un colchón estaba contento. Y llegué a la conclusión de que las cosas fundamentales son muy pocas.

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