Unos 50 jóvenes riojanos han pedido ayuda psicológica en el IRJ: “Los problemas no dejan de crecer y necesitan espacios seguros”

Los problemas psicológicos afectan a cuatro de cada diez personas de entre 15 y 29 años. Le llaman la pandemia de este siglo pero no se terminan de dar soluciones. La cosa se complica cuando se trata de menores o adolescentes con dificultades añadidas no sólo para reconocer el problema sino también para acceder a los recursos. ¿Es normal lo que me está pasando? ¿A quién se lo podría contar?

 “Los síntomas en salud mental son un desbordamiento de las capacidades de adaptación que alguien tiene, y si esto lo extrapolamos a un modelo social y vamos que el desbordamiento es global a nivel social, es ahí donde estás más expuesto a tener síntomas de diversa índole”, apunta el psiquiatra Ignacio González Yoldi para explicar el aumento de estos problemas entre la población más joven.

La ansiedad suele ser el trastorno más frecuente estas edades pero también se dan alteraciones emocionales, problemas de sueño, somatizaciones gástricas, cefaleas... Hay muchos cuadros de dolores y molestias inespecíficas que requieren, en opinión de los expertos, un análisis profundo de lo que no está funcionando para que esto esté sucediendo. “Estamos fracasando en prevención”, asegura el psiquiatra infanto-juvenil.

“Vemos que no hay una atención desde los centros educativos porque no hay suficientes orientadores y no se da a basto. Así, muchos problemas pasan desapercibidos hasta que se convierten en algo grave. Vemos que la ideación autolítica no deja de crecer en jóvenes desde los 12 años”, explica la psicóloga Cristina Martínez de Toda, “la prevención y la posibilidad de poder orientar antes de que esta sintomatología vaya a más es fundamental”.

“Hay que analizar también cómo estamos los adultos”, añade la psicóloga Vanesa García Urbina, “esa inmediatez en la que vivimos, el quererlo todo para ya... No hay una conciencia de cuidado y buscamos sin parar la motivación externa llenándolo todo de planes. Eso unido a las redes, a la sobreexposición, el tratar de contar y destacar todo el rato, mina a cualquiera. Antes de comparabas en el patio del colegio, ahora te comparas todo el tiempo y con ejemplos que ni siquiera son reales.

Ignacio, Cristina y Vanesa son las tres patas del programa R-HAZ-T, el servicio puesto en marcha hace ocho meses en el Instituto Riojano de la Juventud para ofrecer orientación psicológica de forma gratuita a las personas jóvenes que lo soliciten. Hasta la fecha se ha prestado atención a unas 50 personas. “Lo que más se ha visto han sido cuadros de ansiedad, de presión, dificultades en relaciones afectivas, conflictos de lealtad hacia los padres sobre todo en procesos de divorcio, traumas y complejos, ausencia de habilidades sociales y trastornos de la conducta alimentaria. Estos últimos empiezan a ser alarmantes por la exposición prologada a las redes sociales y los influencers”, explican los profesionales.

Todos coinciden al señalar que el estilo de vida actual no está ayudando a la salud mental de las generaciones más jóvenes. La falta de oportunidades, los modelos irreales, la falta de tiempo y la inmediatez son factores claves. “El modelo socioeconómico actual deja muy poco tiempo de calidad a los padres para la crianza y ahí se construye esa falta de tolerancia a la frustración. Antes a los niños se les decía más veces que no, pero ahora se les permite más por ese modelo y vemos niños muy empoderados y con capacidad de decisión muy alta en sus casas que luego se frustran con cosas muy pequeñas”, explica Ignacio. “Les petan a extraescolares pero falta la regulación emocional para acceder al aprendizaje”, añade Cristina. A todo esto, se le añade un factor más: “Nos encontramos con chicos y chicas a los que les gustaría ir al psicólogo pero nos dicen que sus padres no van a aceptarlo porque cuesta mucho dinero o por el estigma que supone”, añade Vanesa.

Los tres profesionales consideran que estamos preparando a los niños y niñas para la vida con montones de aprendizajes y actividades pero no se está prestando atención a la preparación emocional ni se les está escuchando. “Cómo vas a comunicar a tus padres que hay un problema si no tienes ni tiempo de interacción con ellos”, exponen.

Por eso consideran que este espacio habilitado en el IRJ puede ser fundamental para muchas personas. “Aquí tratamos de que tengan acceso a un servicio anónimo y gratuito donde no se sientan juzgados”, explica Cristina, psicóloga encargada de la atención presencial, “es importante que tengan acceso a esa catarsis, un lugar al que acudir y poder hablar con una personas especialista”. Creen además que ese primer paso puede ser fundamental porque “si alguien da ese paso, la probabilidad de que siga en ese camino de autocuidado es mucho más alta”.

Cualquier persona puede acceder a este servicio que ahora se ha habilitado también por otros canales como WhatsApp. Los mayores de 16 años pueden hacerlo directamente y los menores de 16 necesitan consentimiento de sus progenitores. El programa se ha abierto también a familiares y personas que trabajen con jóvenes y se completa con formaciones sobre diferentes temáticas tanto abiertos al público como dirigidos a colectivos y asociaciones.

Todos los esfuerzos parecen pocos para dotar a la juventud de los espacios y las herramientas necesarias para combatir un mal invisible pero presente en muchos hogares.