“Con este y otros múltiples estudios, sólo corroboramos lo que ya sabían en la Grecia clásica, hace 3000 años: el olivo es un árbol medicinal”, apunta Valentina Ruiz-Gutiérrez.
“Todavía queda mucho por descubrir en torno a los productos derivados de la oliva, como el aceite, denostado por los nutricionistas durante décadas”, añade la investigadora del CSIC. Según los autores, este impulso investigador no sólo debe centrarse en el aceite de oliva virgen, sino también en productos como el aceite de orujo. En particular, el equipo ve necesario ampliar esta investigación con nuevos trabajos sobre los niveles en sangre de ácido oleanólico tras la ingesta de aceite.
En este sentido, Ruiz-Gutiérrez recuerda que el aceite orujo que se recomienda, es un aceite obtenido mediante centrifugación y que en el proceso de refinación se no se utilizan altas temperatura, evitando así el deterioro de compuestos biológicamente activos.