Amnistía Internacional (AI) ha hecho públicas unas imágenes de satélite y unos testimonios que arrojan luz sobre las “horribles condiciones” de los campos de prisioneros norcoreanos, donde residen cerca de 200.000 personas.
Las fotografías revelan el emplazamiento, tamaño y condiciones de estos campos. Estos documentos son respaldados por las entrevistas a una serie de personas conocedoras de la problemática. Según unos ex prisioneros del centro de Yodok, los reos son obligados a trabajar en situaciones que rozan la esclavitud y con frecuencia sufren torturas y otras formas de trato degradante. Además, todos los detenidos de Yodok han presenciado ejecuciones públicas.
“Corea del Norte no puede seguir negando lo innegable. Durante décadas las autoridades se han negado a admitir la existencia de enormes campamentos de prisioneros políticos”, ha dicho el director de AI para Asia-Pacífico, Sam Zarifi.
De acuerdo con Zarifi, durante los últimos 60 años en estos centros no se ha respetado casi ninguno de los Derechos Humanos protegidos por la legislación internacional. “La gran preocupación es que parece que los campos de prisioneros crecen en tamaño”, añade.
Desde los años cincuenta, solo se tiene constancia de tres personas que lograron escapar de las llamadas Zonas de Control Total y salir de Corea del Norte. Otros 30 habrían sido liberados. Uno de ellos, también detenido en Yodok, asegura que entre 1999 y 2001 murió el 40% de los encarcelados por culpa de la malnutrición.
Concretamente, cuatro de los seis penales identificados por AI se sitúan en las provincias de Pyongan Sur, Hamkyung Sur y Kamkyung Norte. En ellos se producen productos como la soja, dulces, cemento y carbón.
En uno de estos campos, el de Kwanliso 15, miles de personas se encuentran detenidas al parecer acusadas bajo la tipología de “culpable por asociación”, o bien por la única razón de tener a algún familiar igualmente detenido. La mayoría de ellos son llevados a las Zonas de Control Total, de donde nunca saldrán. Hay incluso algunos que desconocen los cargos que se les imputa.
Uno de los ex reos, Kim, afirma que todos los que intentaban escapar eran capturados. “Les interrogaban durante dos o tres meses y luego los ejecutaban”, concluye.
Jeong Kyongul, encarcelado en Yodok entre los años 2000 y 2003, asegura que en una sala de 50 metros cuadrados convivían entre 30 y 40 prisioneros. Eran despertados a las cuatro de la mañana y pasaban la jornada trabajando, sin apenas interrupciones para las comidas, que por otro lado se hacían escasas. “De 9.00 a 11.00 de la noche es tiempo para la educación ideológica. Si no memorizábamos los diez códigos éticos, no tendremos permiso para dormir”, comenta Jeong.
La comida también quedaba condicionada a la realización de los trabajos del día. Cada uno de los presos debía despejar 1.157 metros cuadrados de malas hierbas. “Si solo terminabas la mitad de la tarea asignada, solo recibías la mitad de tu comida”, prosigue. Asimismo, el personal de la prisión también les daba comida adicional por enterrar a los fallecidos.
AI también asegura que las autoridades hacen uso de un cubo conocido como la “célula de tortura”, de tamaño tan reducido que es imposible tumbarse o levantarse en su interior. Los prisioneros pueden permanecer dentro por al menos una semana, pero la organización asevera que un niño estuvo en su interior durante ocho meses. Los prisioneros también deben hacer frente a las bajas temperaturas del invierno sin apenas ropa.
Zarifi interpela directamente al mandatario norcoreano, Kim Jong Il, para pedirle que “inmediatamente” se cierren estos campos de trabajo, donde se registran unas condiciones “inhumanas”.