El escritor y dramaturgo Bernardo Sánchez ha afirmado que Rafael Azcona supuso todo un cambio para el cine español de los años cincuenta, al que limpió de retórica para conseguir llevar al primer plano a los personajes vulgares y corrientes “que en el fondo somos todos”.
“A él no le interesaban los triunfadores, ni los héroes, sino el ser humano medio, los personajes secundarios en definitiva”, ha afirmado Sánchez, quien a finales del pasado siglo adaptó para el teatro el guión de “El verdugo”, que firmaron Azcona y Luis García Berlanga, y que protagonizó sobre los escenarios Juan Echanove.
Sánchez, que también es autor de un libro sobre el guionista fallecido ayer en Madrid, “Rafael Azcona: hablar el guión”, ha dicho de él que “aportó al cine y a la comedia española fidelidad a la vida y a la realidad”.
“Trajo un oído y unos ojos que el cine español no frecuentaba cuando él comenzó a escribir para él. Descubrió tipos humanos que a veces la retórica cinematográfica ocultaba. Descubrió espacios domésticos cercanos, llenos de deseos, anhelos y mezquindades y descubrió lo que le cuesta al ser humano defender la felicidad”, ha dicho.
Sánchez ha insistido en que Azcona será siempre recordado por haber creado una de las “obras más grandes que ha dado a luz el cine mundial, como es 'Plácido'” y ha recordado que el autor llegó al cine por “casualidad”, ya que a lo que él aspiraba en un principio era a ser escritor.
“Seguramente por eso no tenía ninguna vanidad, ni ningunas ínfulas profesionales de triunfar. Rafael quiso de todo menos triunfar, en nada. Era alérgico al triunfo y a la vanidad”, ha dicho.
Como persona, Sánchez ha recordado al guionista “como todo un mundo, pero a la vez como una persona sencilla, que transmitía una simpatía por la vida y los seres humanos nacida de su profunda observación de la especie humana”.
“Para mí fue toda una lección de vida conocerlo. Me enseñó a mirar las cosas de otra forma”, ha dicho. Sánchez ha recordado que hace tres semanas que le envío el último correo electrónico a Azcona, al que el cáncer de pulmón que padecía le impedía hablar desde agosto, “aunque luego había recuperado un poco la voz”.
“Rafael intentó ahorrarle a los amigos los últimos y difíciles momento que padecía. De las últimas cosas que hablé con él era de lo contento que estaba de la reedición de 'Memorias de un señor bajito', que había publicado la editorial riojana Pepitas de Calabaza y que regalaba a todos los amigos”, ha recordado.