En 1960 las aguas del actual pantano de Mansilla de la Sierra inundaron un pueblo y miles de recuerdo de vida. Surgía así el trauma del desarraigo en los vecinos y vecinas que se transformó después en un tema tabú, como ocurre con las cosas que duelen. La fotógrafa Verónica Losantos quiso sacar de las aguas esta historia y con ella también la de sus raíces. El resultado, la exposición Archaia, se expone en el Espacio ArteVaca, el el vecino pueblo de Viniegra de Abajo.
Los abuelos de la artista eran vecinos de Mansilla. Su abuelo había nacido en el pueblo y su abuela se instaló allí cuando se casó. Como todos los vecinos del pueblo, la construcción del pantano les obligó a trasladarse al nuevo pueblo que construyeron al lado. “Yo siempre había querido contar lo que pasó pero en mi familia no se hablaba, era algo muy triste, que generaba mucha frustración, porque además en el caso de mi familia no recibieron ninguna indemnización”, explica Verónica Losantos.
Incluso su abuela, que todavía vivía cuando desarrolló el proyecto, era reticente y la familia no entendía lo que hacía esta fotógrafa. “Ahora ven lo importante que es que una historia así no muera sin ser contada”. Como lo que ocurrió en Mansilla marca indudablemente la vida de la artista, decidió distanciarse, “no quería hablar desde la tristeza o lo personal, quería hacer algo más universal”. Por ello, se planteo el trabajo como el de una arqueóloga y reflejó con su cámara los diferentes estadios de pantano, los objetos con el paso del agua, el entorno...
El objetivo de Verónica Losantos nace de una pregunta que necesitaba respuesta y era mostrar cómo había afectado a procesar el trauma el recuerdo visual involuntario. Y es que desde el nuevo pueblo que se construyó, se ve el pantano, es decir, se ve la causa por la que perdieron todo. Y todavía un recordatorio más potente es que cuando el agua baja, reaparecen la ruinas del pueblo viejo. “A mi abuelo le costó 10 años bajar a ver las ruinas”, apunta.
La exposición Archaia también pone rostro a cinco de los habitantes que vivieron la inundación. A ellos el desarraigo les marcó para siempre y, de alguna manera, se transmitió a las siguientes generaciones. Hasta la tercera, que es la de Verónica Losantos, que precisamente se interesó también por analizar cómo se han tratado los efectos traumáticos generaciones en el arte.
La fotógrafa está satisfecha. “Yo quería cambiar la relación que se tiene con lo que pasó a través y crear algo positivo, que sea bello, que permanezca lo poco que queda y se valore”. Y, mientras buscaba curar heridas de otros, el proyecto también le ha servido a ella: “Como he vivido tiempo fuera, ha servicio para reencontrarme con el pueblo de Mansilla, volver a apreciar la belleza del lugar y hacerlo un como mío”.