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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Calderón en Logroño

Rioja2

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@page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } “¿Qué es la vida? Un frenesí ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.” Esta parte del soliloquio de Segismundo en 'La vida es sueño' es, quizás, el más recordado y repetido de Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600) pero es un autor muy prolífico, aunque no tanto como su modelo, el genial Lope de Vega.

Según el recuento que él mismo hizo el año de su muerte (1681), su producción dramática consta de 110 comedias y 80 autos sacramentales, loas, entremeses y otras obras menores. 'Las manos blancas no ofenden' es de 1640 y pertenece a la comedia palatina, un subgénero teatral del Siglo de Oro español, en el que puede predominar el tono cómico o el serio.

'Las manos blancas no ofenden' se desarrolla en una Italia soñada con personas de alto linaje que buscan el amor o la posición enredados en una maraña de celos, amistad, juegos, torneos, comedias, rivalidades, políticas encubiertas y desavenencias familiares históricas unidas por un río: el Pó.

Tras casi 20 años de actividad literaria, Calderón de la Barca se encuentra agotando los géneros que ha heredado y podemos encontrar en esta obra tentativas de renovación e intentos por mantener al espectador en el asombro ante el ingenio del poeta.

Tal y como explica el director, Eduardo Vasco, recurre a los trucos habituales: cartas, caída del caballo, naufragios, mujeres vestidas de hombre, paralelismos, teatro dentro de teatro, princesa cortejada, amante venido a menos, etc. Pero también desarrolla e introduce recursos para ir más allá: el travestismo masculino, los números musicales y una declaración sobre cómo ha de ser disfrutada la belleza y apreciado el decoro.