Ese deporte de villanos jugado por caballeros. Duro y noble a partes iguales. El único en el que se juega un tercer tiempo fuera del campo, un mano a mano con el oponente en el que el balón se cambia por la cerveza, y los placajes por charlas entre amigos. Eso es el rugby. Un deporte que aun tiene mucho camino por recorrer en España pero que poco a poco va ocupando su espacio.
En esta comunidad, el rugby tiene nombre propio: el Rugby Club Rioja. Un club modesto y luchador que, con pocos recursos y grandes dosis de ilusión, consigue cada temporada ir labrando su nombre en la Liga Vasca. Llevan años esperando un campo que no llega, jugando casi de prestado en La Laboral, en unas condiciones a veces duras, como su propia disciplina. Con los dedos cruzados, parece que este año la promesa se hará realidad y, con el nombramiento de la Ciudad Europea del Deporte, llegará también el ansiado campo en las instalaciones de Pradoviejo.
Este pasado fin de semana, el RCR ha querido dar un paso adelante de la mano de los más grandes. Han apostado alto invitando al equipo de entrenadores de la Santboiana, un club catalán con casi cien años de historia al más alto nivel en nuestro país. Su trabajo, durante dos días, ha consistido en analizar al equipo riojano y a cada uno de sus jugadores y ofrecerles algunas claves para mejorar sus técnicas.
Desde Nueva Zelanda, pasando por Sant Boi de Llobregat, ha llegado a Logroño Bruce Hemara. Con una mirada profunda y los rasgos característicos de la etnia maorí, parece llevar el rugby en su ADN. “El rugby es mucho más que un deporte”, relata con un castellano casi perfecto, “todo lo que he hecho en mi vida personal, también ha estado influenciado por el rugby. Llevas los valores dentro, es un deporte duro, con mucho contacto, pero también es el más noble. Hay mucho respeto a pesar de la dureza”.
Durante estos dos días, Bruce y el resto de su equipo, han podido trabajar mano a mano con los jugadores riojanos. Además, grabaron su partido del sábado contra el Urribaldea, para analizarlo después con uno de los más avanzados programas tecnológicos en el panorama deportivo actual. Los del Quince de la Uva han podido contemplar cada uno de sus movimientos, con sus errores y aciertos.
“Estoy muy contento con el esfuerzo y la motivación de los jugadores del Rioja para aprender y trabajar, no hemos querido enseñarles cosas complicadas sino otras más básicas que, sin embargo, pueden marcar grandes diferencias en el juego”, explica Hemara, “hay cosas muy positivas dentro de este equipo y realmente creo que están empezando a hacerlo muy bien”.
Las melés, las touches, los placajes y los ensayos son solo algunas de las preocupaciones del Rugby Club Rioja. Pero la vida del club va mucho más allá. Saben que para mantener vivo el rugby en La Rioja, es fundamental crear cantera. El entrenador neozelandés está de acuerdo, “para que el rugby siga creciendo en España, hay que empezar desde las bases, y para eso, lo principal es que los padres entiendan la grandeza de este deporte porque muchos piensan que es muy duro, que las lesiones son frecuentes, pero tienen que ver que, al margen de la parte física, del contacto, los niños disfrutan muchísimo del juego en equipo, del valor del grupo. Es una tarea difícil pero cuando se involucran, ven que es algo de utilidad para su vida”.
La ilusión estaba escrita en las caras de los jugadores riojanos tras estas sesiones de coaching. Adolescentes, maduros, altos, bajos, gordos y delgados. Todos tienen su sitio. En el campo y en la vida del equipo, que trasciende mucho más allá de lo deportivo. Este fin de semana han aprendido cómo mejorar su posicionamiento y sus movimientos en el campo, algo que será muy útil en sus próximos enfrentamientos. Sin embargo, todos ellos destacaban una enseñanza por encima de todas, una que, curiosamente, ya conocían: la grandeza de un deporte rudo, en el que los golpes y el barro esconden a veces todo el respeto y el compañerismo que no abunda en otras disciplinas.