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Cultura y costumbres sobre el mes de Ramadán

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El mes de Ramadán, la fiesta musulmana de mayor reconocimiento internacional, ha comenzado el 22 de agosto en casi todos los países que profesan esta religión. Durante un mes completo, en estos países, y en los que tienen una masa significativa de inmigrantes de religión musulmana [aunque en estos últimos se celebra con menor intensidad] se celebrará una serie de festejos que conmemoran la noche en la que el Profeta Muhámmad recibió la primera revelación del Sagrado Corán, y así comenzó su misión como Profeta y Mensajero de Allah.

Este mes sagrado, uno de los cinco pilares del Islam, ha empezado el mismo día en Iraq, Egipto, Jordania, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahrein, Siria, Yemen, Túnez, Argelia, Sudán y los territorios palestinos. En Libia el Ramadán arrancó el viernes, día en que también comenzaron a ayunar los chiítas de Líbano, mientras que los sunitas libaneses lo hacen desde ayer. En Iraq, chiítas y sunitas empezaban juntos por primera vez desde 2003. El inicio de esta fiesta no se ajusta a un día determinado ni coincide en los países que lo celebran, pueden hallarse variaciones de días según se encuentre la posición de la luna en uno u otro lugar.

Si hay algo que llama especialmente la atención de quienes no forman parte de la cultura y la tradición musulmana que rodea al mes de Ramadán, es el ayuno que las personas que lo celebran llevan a cabo durante todo el día, desde la salida del sol, hasta su puesta. El ayuno se rompe solo cuando los imanes [jefes religiosos] indican que se ha puesto el sol, y esto se transmite a las ciudades mediante algún tipo de señal acústica. A partir de ese momento, festejo y regocijo, hasta que el nuevo amanecer inicie otro día de meditación, oración y sacrificio.

El ayuno consiste en abstenerse durante todo el mes de probar nada de comida, bebida, tabaco, ni tener relaciones sexuales desde todas las horas de sol. Al final del día, las familias se reúnen para cenar juntas, y es en este momento cuando la celebración adquiere su tinte más festivo, con menús especiales, regalos, música y baile. Ayunar se entiende por los creyentes en la religión islámica como base de un acto voluntario que invita a la espiritualidad, la introspección y la reflexión. La familia y la solidaridad para con los menos favorecidos acompañan también al espíritu del este mes sagrado en la vida de todo musulmán creyente.

La tradición

Los países musulmanes celebran el mes de Ramadán como su fiesta más sagrada. El sacrificio tiene una prioridad máxima durante estos días, por ello el ayuno. Pero también la caridad, la fiesta y la familia, tienen un lugar destacado dentro de la celebración del Ramadán.

En Riad, la capital de Arabia Saudí, como en muchos de los países en los que se celebra el Ramadán, los comerciantes aplican horarios específicos, pasando a trabajar cinco horas diarias. La actividad laboral disminuye ante el esfuerzo que supone ayunar durante tantas horas, y además, conseguir comida no es tarea fácil durante el día.

El ejemplo de Marruecos es que, en los días del Ramadán, las mujeres ni se maquillan ni se perfuman, y se visten las chilabas tradicionales adquiridas para la ocasión. También se hace jornada intensiva en las administraciones públicas, y se cierran antes, mientras que muchos establecimientos privados cuelgan el cartel de “cerrado” y aprovechan estos días de poca actividad comercial para tomarse unas vacaciones. Cuando los imanes marcan, al atardecer, el fin del ayuno, se inicia el rezo del Corán, y es en este momento cuando las calles se quedan desiertas y el rumor del rezo inunda todos los rincones.

Desde el atardecer, las ciudades de los países que celebran el mes de Ramadán, recuperan toda la actividad que han perdido durante el día, los comercios de alimentos abren sus tiendas, la gente pasea, visita a sus familiares, va a espectáculos. El regocijo y la celebración lo inundan todo.

El Ramadán no se celebra bajo preceptos idénticos en todos los países, la religión y el rito son los mismo, pero no las costumbres, por ejemplo, si en Marruecos el ayuno se rompe con alimentos suaves como leche, dátiles o jarira, en otros países como Senegal se toman alimentos más fuertes para poder reponerse.

Lejos del hogar

No todos los musulmanes pueden celebrar el mes de Ramadán en sus países. Solo en España, la comunidad de inmigrantes de esta religión suponen cerca de un millón de personas, lo que la convierte en una de las más numerosas de las existentes. Esta circunstancia hace que se entiendan algunas concesiones laborales para los trabajadores que procesan esta fe, y para los que es muy importante poder celebrar su fiesta más importante, estén donde estén.

Según el acuerdo firmado en 1992 entre el Gobierno y la Comisión Islámica de España, los musulmanes que lo deseen pueden “solicitar la interrupción de su trabajo los viernes de cada semana, [día de rezo colectivo obligatorio] así como la conclusión de la jornada laboral una hora antes de la puesta de sol”. Las horas no trabajadas en ese periodo deben ser recuperadas, no obstante, una vez finalizado el Ramadán.

El mes del Ramadán adquiere una especial importancia en ciudades con mayor presencia de musulmanes, como Madrid, Barcelona, la Comunidad Canaria, Ceuta, Melilla o Andalucía. En estas localidades durante estos días se suelen llevar a cabo reuniones diarias en las mezquitas o centros árabes, donde se comparten experiencias, actividades y rupturas del ayuno al anochecer.

Existen diversas organizaciones e instituciones que promueven la celebración del mes de Ramadán, como el Centro Hispano-Marroquí, o la Casa Árabe. Algunos de los actos que se organizan son ciclos de cine, una gran fiesta de fin de Ramadán, exposiciones de arte islámico o charlas sobre las diversas costumbres en torno a la religión y al ayuno.

“Normalmente el público que asiste a esos actos es en un 80% musulmán”, explican desde en centro Hispano-Árabe. “Sin embargo, tenemos muy en cuenta también a los que no lo son, a ellos les enseñamos la cultura, la música, las tradiciones, les damos a probar alimentos típicos”.

Todas estas medidas hablan de grandes intentos desde algunas organizaciones e instituciones para que el musulmán inmigrante se sienta en España un poco más cercano a todo lo que dejó atrás al llegar aquí. La base de estas actuaciones es que no es incompatible la fe con la integración, e incluso se pueden complementar.