La cumbre continuará durante la mañana del sábado en el 'National Building Museum' de Washington. Está previsto que se celebren dos sesiones de trabajo plenarias con la participación de todos los líderes tras la protocolaria foto de familia. A continuación, el presidente estadounidense, George W. Bush, ofrecerá un almuerzo al que asistirán también los ministros de Finanzas.
La Unión Europea acude a la cita, la primera de una serie de conferencias sobre el mismo tema, con la pretensión de imponer una mayor regulación en el sector financiero en un plazo de 100 días. Por su parte, Estados Unidos ve estas reformas con mayor cautela, mientras que para los países emergentes la prioridad es aumentar su representación en los órganos de gobierno internacional como el Banco Mundial o el G-8.
Durante la cumbre se discutirá también, a iniciativa de Reino Unido, la posibilidad de lanzar una iniciativa conjunta de estímulo fiscal para combatir la recesión. Este plan es el que podría encontrar un mayor grado de consenso dado que varias de las mayores economías del mundo están tomando medidas en este sentido los últimos días. Estados Unidos ya aprobó en verano un plan de estímulo fiscal y está estudiando lanzar otro nuevo. También Japón, China, Reino Unido y Alemania han anunciado programas de recuperación.
La iniciativa de convocar esta reunión partió del presidente francés, Nicolas Sarkozy, y del primer ministro británico, Gordon Brown. Ambos dijeron que la cumbre debe ser una reedición de la conferencia de Bretton Woods, que en 1944 diseñó el orden financiero de la posguerra y creó el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
Sin embargo, se espera que los resultados de la reunión sean mucho menos ambiciosos y concretos. En primer lugar, porque Bush, el anfitrión a la fuerza del encuentro, tiene los días contados y su sucesor, Barack Obama, no asistirá a la reunión y se limitará a enviar a dos emisarios: la antigua secretaria de Estado Madeleine Albright y el ex congresista republicano Jim Leach.
El propio director del FMI, Dominique Strauss-Khan, ha dicho que no hay que tener demasiadas expectativas sobre la reunión. “Las cosas no van a cambiar de la noche a la mañana. Costó dos años preparar Bretton Woods. Mucha gente está hablando ahora de Bretton Woods II. Suena bien, pero no vamos a crear un nuevo tratado internacional”, dijo Strauss-Khan en una entrevista con el periódico británico 'Financial Times'.
De hecho, los preparativos de la cumbre de Washington se iniciaron hace sólo unas semanas y los Gobiernos de los países participantes negociaban ayer todavía un primer borrador “muy técnico” de las conclusiones.
En tercer lugar, las posiciones de los países del G-20 sobre la reforma de la arquitectura financiera internacional están muy alejadas, lo que dificulta que puedan aprobarse medidas concretas. Bush ha insistido en que la crisis no debe hacer olvidar que el libre mercado es el mejor sistema para lograr crecimiento económico, y ha advertido del riesgo de una “sobrerregulación” de los mercados, apuntando que otros países con una supervisión de los mercados hipotecarios más amplia que la de Estados Unidos habían experimentado problemas “casi idénticos”.
En el extremo contrario se sitúa Francia, cuya propuesta estrella para la cumbre de Washington, que ha sido asumida por el conjunto de la UE, es que ningún segmento de mercado, ningún territorio ni ninguna institución financiera escape a la regulación, incluyendo agencias de 'rating', 'hedge funds' y paraísos fiscales.
“No queremos pasar de la ausencia de regulación a un exceso de regulación, pero queremos cambiar las reglas del juego financiero”, dijo Sarkozy la semana pasada tras la cumbre en la que los Veintisiete pactaron la postura común que llevarán al G-20.
El presidente francés recordó que la actual crisis partió de Estados Unidos y que por ello la Unión Europea no aceptará ahora que las autoridades norteamericanas bloqueen las reformas. Sarkozy defenderá además en Washington que el dólar “no puede pretender ser la única moneda del mundo”.
El único punto de encuentro que parece perfilarse entre la UE y Estados Unidos, que podría ser apoyado también por los países emergentes, es la necesidad de relanzar la ronda de liberalización comercial de Doha, que se lanzó en 2001 y se bloqueó por enésima vez en julio.