Allá por 1865, un caminante solitario llamó a las puertas del monasterio de Veruela y pidió ser aceptado en su Comunidad una temporada hasta reponer su delicada salud. Era el gran poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer, que de boca de los propios monjes supo de la existencia de las ruinas de un antiguo Monasterio en el monte de Yerga, donde cada noche de Jueves Santo ocurrían hechos asombrosos provocados por una terrible maldición.
Su inagotable inquietud hizo que encontrara dichas ruinas ocultas por la maleza en lo más recóndito del monte y su febril fantasía le provocó la horrible visión de los espectros de los monjes de este monasterio regresando de sus tumbas. Sintió entonces en su alma el frío de la muerte al oír el terrible Miserere que brotaba de sus descarnadas calaveras, condenadas a vagar en las tinieblas por toda la eternidad.
Y así nació la historia del Miserere de la Montaña, la obra de Bécquer en la que se basa la actuación teatral que se celebra cada año en la paz y el silencio del monte de Yerga. Un montaje de luz y sonido en el que participan unas 80 personas aficionadas, principalmente de Autol. “Hasta el año pasado, no ensayábamos. El día de la representación se hacía y salía todo perfecto. Los de Autol somos muy valientes”, asegura Carlos Hernández, alcalde de la Cofradía del Santísimo Sacramento.
En estos 15 años, la representación ha ido evolucionando. Carlos Hernández asegura que hay importantes novedades, como que se ha triplicado la iluminación y se ha mejorado el sonido con efectos especiales. Además, ya no se utilizan fuegos artificiales, dado el peligro de que se prenda la montaña. “Antes utilizábamos halógenos y pirotecnia y el sonido dejaba mucho que desear. Algunas veces incluso, cuando nos faltaba alguien y veíamos pasar a uno por el pueblo, le decíamos: eh! Ven, que te vamos a vestir. Antes lo celebrábamos durante el Sábado Santo, pero como nos llovía, nos nevaba y, de todo, lo cambiamos a junio”.