España se encontró con un equipo demasiado duro. Los húngaros, campeones olímpicos en ocho ocasiones, las últimas en Sydney y Atenas, fueron superiores en la segunda mitad cuando acabaron con las opciones de los de Rafael Aguilar.
Y eso que España comenzó arrasando con un Guillermo Molina espectacular, demostrando que es uno de los mejores jugadores del mundo, sino el mejor. El ceutí permitió que las primeras ventajas fueran cosa de los españoles, muy certeros en ataque y con un Iñaki Aguilar en portería bastante notable.
El 0-2 inicial no intimidó, ni mucho menos, al equipo húngaro que si por algo alardea es por su capacidad de remontar encuentros, además de por una consabida experiencia. Los húngaros se vinieron arriba con las exclusiones españolas y más rápido de lo esperado el tanteador se fue igualando.
Tanto fue así que los pupilos de Aguilar, que llegaban a la cita con una trayectoria impecable (dos victorias de dos jugados), flojearon en la meta contraria y adolecieron de ese acierto que tanto bueno les había dado durante los primeros minutos.
Así, un parcial de 4-2 por parte de Hungría dio a los centroeuropeos la ventaja suficiente como para no pasar apuros en el final del choque, donde Tamas Kasas y Gabor Kis cerraron la cuenta (8-5) para una Hungría que había hecho añicos la defensa española y anulado su ataque, con cero goles en su haber en la segunda parte.