Con un trazado ágil y firme, el ilustrador Enrique Flores captura en su libro “Cuaderno de Sol” el ambiente de ilusión e ingenuidad que inundó Madrid durante el mes en el que permanecieron las acampadas del 15-M, un diario visual para que todo el que no pudo vivirlo sienta que estuvo allí.
“Con las primeras acampadas, la gente salió a la calle, se volcó por completo. Fue muy emocionante. Hubo un momento que parecía que el 15-M se iba a extender por todo Madrid, a la Plaza del Carmen, a las Descalzas... Una cosa bestial. No se sabía hasta dónde iba a llegar, parecía que todo era posible”, ha recordado Flores en una entrevista, antes de añadir que “ahora, ese sentimiento ingenuo ha evolucionado y se ha impuesto la realidad”.
Nacido en Badajoz en 1967 y ganador del Premio Lazarillo de Ilustración 2010, Flores trabaja actualmente como dibujante para el diario “El País” y cuenta que pintar es su gran pasión. “Siempre estoy dibujando. Cuando salgo a la calle o cuando voy a un bar, me gusta llevar un cuaderno conmigo”, dice.
Lo llevaba el 15 de mayo pasado cuando participó, “como un ciudadano más”, en la manifestación que daría nombre al movimiento. Allí hizo sus primeros dibujos, ilustraciones improvisadas que capturaron el espíritu de protesta que se estaba gestando y que días después pondría a España en el punto de mira internacional. Y siguió dibujando hasta la desmantelación del campamento el 12 de junio.
El libro, prologado por Elvira Lindo y editado por Blur Ediciones, recoge 60 de los 300 dibujos que realizó el artista.
Es una crónica de la realidad que retrata a los miles de “indignados” en el kilómetro cero trabajando, recogiendo firmas, durmiendo, cantando y bailando, las asambleas, sus conversaciones e inquietudes, sus conflictos con los comerciantes y la policía, en definitiva, su forma de vida.
“Son dibujos apresurados, hechos de pie. Nunca pensé en publicarlos, simplemente iba dibujando lo que veía, anotando los comentarios que la gente hacía a mi alrededor”, reconoce. Y así, presenta como si fueran personajes de tebeo a tres estudiantes encargados de mantener limpia la plaza, a una joven que regaña a otro por meter los pies en la fuente o a un universitario que defiende en asamblea prohibir las bebidas alcohólicas en el campamento.
“Yo no me invento nada, pinté lo que vi y lo que vi fue gente pasando con bolsas de basura, el servicio de respeto funcionaba correctamente, se evitó la violencia en todo momento. Fue una lección de educación para la ciudadanía. Es cierto que también hubo gente fumando porros, lo vi y lo dibujé”, señala.
Crítico con la labor de la Policía durante esos días, este amante de los cómics recuerda cómo los agentes se convirtieron en un problema más que en una solución. “En mis notas hay mucha opinión personal y su actuación no me pareció la correcta. Deberían proteger al ciudadano, y en lugar de eso, se enfrentaron a él. Estaban en el bando opuesto, sin entrar a valorar de quién es la culpa, si del político que le manda o del policía que se excede”, condena.
Pero en su libro también hay espacio para situaciones cómicas. “Había una chica que cantaba fatal y lo puse. Si canta mal, pues canta mal”, bromea. Un relato simpático, fresco y fiel a los hechos, que sin duda arrancará una sonrisa a más de uno.
Siete meses después, Flores sigue yendo a las asambleas populares y mantiene contacto con los organizadores del movimiento. Su ilusión sigue intacta. No sabe “cuánto durará o cómo acabara todo”, pero está seguro de una cosa: “el 15-M va a tener mucha vida, vamos a conseguir grandes cosas”, subraya.