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“Hay que llamar a las cosas por su nombre: la pornografía no es sexo, es violencia sexual”

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El porno y la prostitución no son sexo, son otra cosa. Son violencia sexual. Y mientras esto no se tenga claro seguiremos normalizando y perpetuando situaciones que suponen un ataque a los derechos de las mujeres. La experta Mónica Alario habla claro: “el sexo, para ser sexo, tiene que ser deseado. Si hay dinero de por medio, no hay sexo, hay violencia”.

Alario, doctora Internacional en Estudios Interdisciplinares de Género y licenciada en Filosofía y Máster en Estudios Interdisciplinares de Género, visita estos días La Rioja para participar en un ciclo de conferencias organizadas por el Observatorio de Derechos Humanos en colaboración con diversos colectivos feministas (Resistencia Feminista, Luz Ultravioleta y Horizonte Violeta) en los municipios de Logroño, Arnedo y Alfaro.

Para entender por qué España es el tercer país del mundo en consumo de prostitución y por qué está tan normalizado visitar estos lugares o ver pornografía, hay que analizar qué está pasando con la masculinidad. “Es una construcción que consiste en situarse por encima de lo femenino en el marco de una estructura patriarcal. En España, cuando la ley nos hizo avanzar hacia sociedades más igualitarias, la masculinidad no desaparece, sino que busca otros terrenos en los que reproducirse”. Ese terreno fue la sexualidad, “el reducto al que recurre la masculinidad al verse acorrolada y necesitar mostrar su dominación”.

Esto implica, según Alario, un esquema en el que el hombre es el sujeto central y las mujeres son cuerpos a los que ellos acceden para satisfacer sus propios deseos, independientemente de que las mujeres quieran o no. “Es más”, añade esta experta, “cuanto menos quieran, más sensación de superioridad para ellos. De hecho, la prostitución no es un deseo únicamente sexual, es un deseo de sentir poder”.

En la pornografía, el esquema es el mismo: “el hombre es el sujeto y la mujer, el objeto”. Alario ha realizado en su tesis un análisis de la cultura de la violación a través de la pornografía y asegura no haber encontrado “ni un solo vídeo en el que las mujeres dijeran que no y ese no se respetara. La pornografía niega como punto de partida el derecho de las mujeres a poner límites, no es una relación sexual mutuamente deseada”.

Habrá gente que considere que la mujer lo hace voluntariamente, pero Alario pone el acento en que en las sociedades neoliberales con un fuerte componente individualista, “parece que cualquier cosa que hagamos, la hacemos desde la libertad, pero no es cierto porque vivimos en contextos de desigualdad y no podemos hablar de libertad de mujeres”. Como ejemplo, cita casi 300 entrevistas realizadas a prostitutas en Baleares en las que, ante la pregunta de si les gustaría hacer otras cosa, todas decían que sí, “¿cómo se puede llamar a eso libertad, si está basado en la coacción?”.

Erotización del dolor

En su tesis, Alario ha podido comprobar cómo en la pornografía se erotiza el sufrimiento de la mujer, la humillación y la falta de deseo, con frases como “lo estabas deseando”. Esta es una de las estrategias que más se repiten en el porno: una mujer que no quiere realizar una práctica sexual y finalmente la realiza porque el hombre ejerce algún tipo de chantaje o violencia contra ella, pero, en un momento determinado, comienza a disfrutarla.

Desgraciadamente, los adolescentes que no han sido educados para distinguir sexo y violencia se quedan con ese mensaje y luego lo trasladan a sus técnicas de ligue. De ahí que los protagonistas de 'la manada' no sean consientes de que han realizado una violación.

“La violencia sexual forma parte de la vida de muchas mujeres pero ningún hombre reconoce haberla ejercido, no identifican la violencia que ejercen”, lamenta Alario, que recalca que “el hecho de que algo excite sexualmente a un hombre no significa que eso sea sexo, porque tiene que haber reciprocidad”.

Otro de los esquemas más repetidos en los vídeos pornográficos es la violencia sexual clara, como violaciones en las que la mujer está intentando defenderse. El dato es escalofriante: el vídeo más visto de todos los analizados por Alario, con más de 225 millones de visitas, es una violación colectiva de cuatro hombres a una mujer en la que ella llora e intenta escaparse. “Esta es una pornografía que se consume masivamente”.

Para comprender esto, nuevamente toca hablar de masculinidad. A los hombres se les enseña a reprimir sus emociones y a no sentir empatía, una cualidad atribuida a las mujeres. “La empatía es identificar las emociones de otra persona y sentirlas como ella, porque la ves como tu igual. En el caso de ese vídeo no la ven como una igual, no empatizan con ella porque la ven como un cuerpo”. Y ser así “no está castigado socialmente, los hombres presumen de ver pornografía”.

Por eso una de las soluciones para erradicar esta violencia sexual pasaría, para Alario, por desactivar estos mecanismos, “eliminar comentarios como nenaza y dejar de reirle las gracias a ese tipo de hombres”. “Si los hombres quieren ser feministas, su espacio está con otros hombres, que señalen al que se ha ido de putas, ve porno o incomoda a una chica por la calle”.

Otra de las medidas claras debería ser “llamar a las cosas por su nombre y dejar de llamar sexo a la violencia y de decir que la prostitución es un intercambio de sexo por dinero”.

¿Pornografía feminista?

Un sistema en el que, para Alario, no tiene cabida “una pornografía feminista”. Explica que el porno surgió en un momento en el que las mujeres habían logrado la independencia económica, el acceso a la educación y al mundo laboral y se reivindicaban a sí mismas como iguales a los hombres. El patriarcado buscó nuevas formas y surgió esta como un “contraataque patriarcal” para colocar a las mujeres en el lugar de objetos sexuales. Por lo tanto, “no podemos convertir algo patriarcal en feminista”.

Además, hacer otro tipo de pornografía “no solucionaría el problema” porque los hombres seguirían consumiendo la que ven ahora, con lo que cual se estaría desviando el foco del debate. Alario cree que con la pornografía feminista lo único que ha hecho la industria es ver negocio y doblar su nicho de mercado. “Es uno de los negocios que más dinero mueve en el mundo”. Aboga, por tanto, por la abolición de la pornografía y la prostitución.

Todas estas ideas se recogen en el libro 'Política sexual de la pornografía. Sexo, desigualdad y violencia', que saldrá publicado en la colección Feminismos de la editorial Cátedra el 21 de octubre.