A pesar de los diversos avisos que la comunidad internacional ha dado a Irán, éste ha decidido empezar a enriquecer uranio en sus centrales nucleares a un veinte por ciento. El pasado 11 de febrero, el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, anunció que la primera remesa de uranio enriquecido a este nivel ya se había producido y que el país tenía capacidad para poder llegar al ochenta por ciento.
Según la administración iraní, las intenciones del desarrollo nuclear se corresponden exclusivamente con la intención de abastecer de energía a la nación. Sin embargo, la comunidad internacional se siente amenazada por el posible nacimiento de una nueva potencia nuclear. Permitir que Irán se desarrolle nuclearmente supondría aumentar su potencial armamentístico, desestabilizando Oriente Medio y fomentando una carrera nuclear en la zona. Los distintos intereses implicados y en riesgo multiplican las perspectivas ante el conflicto y, por lo tanto, sus soluciones. El diálogo surge como una de las líneas de actuación para hacer que la República Islámica cese su actividad nuclear, aunque algunas potencias aseguran que si no es así procederán al ataque militar del país. Irán ve prácticamente como única solución continuar con la que hasta ahora ha sido su política nuclear.
La República Islámica de Irán es un estado de considerable importancia dentro de la región de Oriente Me
dio. Cuenta con una gran importancia estratégica en la encrucijada entre el Golfo Pérsico, Oriente Medio, Asia Central y el Mar Caspio, por lo tanto, las acciones y decisiones de la República Islámica tienen una gran repercusión entre sus vecinos. Los dirigente iraníes siempre han explotado el concepto de que la función natural que le corresponde a su país es el de estado hegemónico de la región por diversas razones. Entre ellas, su riqueza en recursos naturales o su pasado como Imperio Persa. Este concepto ha creado a lo largo de los años una sociedad nacionalista, situación que se ha visto fortalecida desde la llegada de Mahmud Ahmadineyad al poder en el año 2005. El presidente iraní se ha centrado en todo momento en plantear una política nacional de buscar un “enemigo exterior” y radicalizar las acciones del estado para poder justificar sus políticas en el campo nuclear y restar credibilidad a sus opositores, de tendencias menos reaccionarias.
El programa nuclear iraní comenzó durante el reinado del Sha (1941 – 1979), intentando responder a las ansias de poder del país en la región. Tras un breve período de suspensión en las políticas nucleares cuando se instauró la República Islámica, con el tiempo los dirigentes reanudaron el programa nuclear del país. La transferencia tecnológica para su desarrollo nuclear se produjo por parte de China, Rusia y Pakistán, además de adquirir componentes nucleares a Europa Occidental. Esto dio a los técnicos y científicos iranís los conocimientos para el desarrollo nuclear. La República Islámica ha defendido siempre que su desarrollo nuclear busca solamente el abastecimiento energético del país (desarrollo industrial, bienestar de la población, evolución tecnológica, etc), pero en la reelección de Ahmadineyad el pasado junio, el presidente dejó claro que pese al desacuerdo internacional pretendía continuar con el desarrollo de su programa nuclear, por su intención de convertir a Irán en una potencia ya no sólo regional, sino internacional.
Entre los países que albergan un mayor temor a la carrera armamentística nuclear de Irán se encuentra Israel, que ahora mismo parece ser el más preocupado por el asunto, ya que para él supondría una amenaza existencial. A pesar de que Israel es un estado que ha hecho pública su posesión de armas nucleares, ve un grave peligro en que otro país del entorno pueda equipararse al suyo en lo que se refiere a la cuestión armamentística. Los temores de Israel han incrementado tras las declaraciones del presidente iraní Ahmadineyad en octubre de 2005 (en una conferencia de estudiantes llamada “Un mundo sin sionismo”) , en donde afirmó que “hay que borrar Israel del mapa”, además de negar el Holocausto judío. Para los israelíes, esto demuestra una clara elección política del presidente, que se puede ver radicalizada, según dicen, si Irán poseyera armas nucleares.
La ambición nuclear de Irán también resulta preocupante para para aquellos países que son aliados de Estados Unidos (Israel o Turquía), aunque los países vecinos tampoco ve con buenos ojos el enriquecimiento de uranio en suelo iraní, ya que lo perciben como un aviso o una amenaza por parte de la República Islámica. La emergencia de un Irán nuclear en la región podría generar un efecto en cadena, provocando que los estados de Oriente Medio empiecen a enriquecer uranio con fines bélicos. Llegar a esta situación provocaría aún más inestabilidad y peligro en la zona, al existir una mayor tensión y temor a un posible ataque de los estados vecinos, incrementando la posibilidad de ataques preventivos y guerras. Hay que añadir que la región no posee los niveles de seguridad y preparación en caso de accidente nuclear, ya que las instalaciones no serían tan sofisticadas tecnológicamente como los de las potencias occidentales, pudiendo ocurrir accidentes de tipo nuclear que afectaran a la población.
La potencia internacional que más abiertamente se opone al enriquecimiento de uranio iraní es Estados Unidos, principalmente, porque si el desarrollo nuclear de Irán esconde intenciones bélicas, supondría el fin de la hegemonía estadounidense en Oriente Medio, por el efecto de contención y posible equilibrio de poder en la región. Además, la potencia vería peligrar sus intereses en la zona, pues Irán se convertiría en un estado más potente, que tendría más peso en el momento de un posible acuerdo de tipo económico o energético. La administración Bush ha sido muy tajante en este sentido. En el año 2006, Estados Unidos trasladó el caso del enriquecimiento de uranio con fines bélicos al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde se sancionó repetidamente a Irán en un intento de que cesara dichas prácticas. Sin embargo, la llegada a la Casa Blanca de Obama ha provocado un ligero cambio de estrategia hacia los países de Oriente Medio. En el caso concreto de Irán, Estados Unidos se sigue oponiendo al enriquecimiento de uranio, pero la nueva administración lo intenta de una forma más diplomática, a través del diálogo con los dirigentes del Estado.
En el escenario internacional existe otro grupo de países que defiende, en este caso, el diálogo y el intento de llegar a un acuerdo con Irán. Es el caso de China, Rusia y Turquía. Ninguno de ellos está a favor de la proliferación armamentística nuclear de Irán, ya que todos tienen diversos intereses en la zona. Al mismo tiempo, no quieren enfrentarse directamente a la República Islámica con una táctica de sanciones, así que han optado por defender una vía más diplomática, haciendo de intermediarios entre Irán y las Naciones Unidas, en donde han defendido la necesidad de sentar a las distintas partes del conflicto hasta llegar a un acuerdo que satisfaga a todos.
Otro actor de importancia en el conflicto es la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). Desde un primer momento, la Agencia ha realizado diversas inspecciones a Irán para controlar el tipo de instalaciones donde se estaba llevando a cabo el enriquecimiento de uranio, además de controlar el fin de dicho proceso. Irán firmó el Protocolo de No Proliferación que lleva la Agencia, para demostrar a la comunidad internacional sus intenciones civiles referentes al enriquecimiento de uranio. La AIEA ha mantenido también en todo momento una política bastante diplomática y de negociación en este sentido, aunque ha investigado férreamente la situación nuclear en Irán.
En estos momentos, se pueden vislumbrar tres posibles soluciones ante el supuesto conflicto que plantea el enriquecimiento de uranio en Irán. Por un lado, el país puede mantener firme su postura al defender que su energía nuclear va destinada exclusivamente a fines civiles, y continuar enriqueciendo el uranio. Por otro lado, Naciones Unidas podría volver a sancionar a Irán por no cesar en las prácticas de enriquecimiento de uranio, en un intento por disuadir al país, y llegar a un acuerdo en el que el dichas prácticas no pasaran del tres por ciento. Por último, existe la posibilidad de un ataque militar si Irán no cesa en su actividad nuclear. Está iniciativa estaría abanderada principalmente por Estados Unidos, y sería apoyada desde un primer momento por Israel. La situación bélica aumentaría aún más la inestabilidad en la zona y ayudaría a fomentar el enfrentamiento entre países.