El Real Madrid cayó derrotado por el Cajasol (60-66) en el partido que abrió la serie de cuartos de final de los 'play-off' de la Liga ACB, un encuentro en el que los madridistas se chocaron contra la excelente defensa de los sevillanos y no encontraron la calma ni el espíritu necesarios para intentar la remontada, de manera que el próximo sábado tendrán que devolver la moneda en Sevilla si no quieren ver finalizada su temporada antes de tiempo.
Joan Plaza ejecutó su venganza y sorprendió en el primer asalto a su ex equipo, que no pudo atacar con fluidez la defensa planteada. La historia reciente dice que los hispalenses no son un plato de buen gusto para los madridistas a estas alturas de campeonato, y en Vistalegre se volvió a abrir la herida que en día abrió el por entonces Caja San Fernando. El cuadro sevillano resultó ser un rival demasiado correoso y gracias a su defensa y al acierto en los momentos decisivos, se llevó el choque y puso contra las cuerdas al Real Madrid.
Y es que después de este resultado, una derrota el próximo sábado en Sevilla finiquitaría la campaña blanca en una serie al mejor de tres encuentros. Esa tensión añadida pareció afectar a los madridistas, que en cuando vieron cómo su rival se ponía por delante perdieron los nervios y no pudieron alumbrar una de sus habituales remontadas.
Porque si alguien llegó a albergar alguna duda, ambos equipos se encargaron de demostrar desde el pitido inicial que aquella era la señal que daba comienzo a los 'play-off' ya han comenzado. Defensas extenuantes, ataques más elaborados y, por encima de todo, respeto. Respeto a las posibilidades del rival, a quedar descolgado a las primeras de cambio en una lucha por el título que no ha hecho más que dar comienzo.
Razones para la tensión tenían ambos, pues unos deben rayar a su mejor nivel después de chocar con el Regal FC Barcelona en cada asalto a las cotas más importantes, mientras que los otros volvían a saborear la postemporada diez años después de su última visita. En el retrovisor, las dos últimas veces que coincidieron en estas tareas, resueltas en ambos casos a favor del cuadro hispalense.
Tardaron en arrancar las hostilidades, al menos en lo que al ataque se refiere. No ayudó que frente a frente estuvieran dos de las mejores defensas del panorama nacional. Al menos los madridistas sí encontraron remedio, haciendo valer en los tableros su notable superioridad interior. Al descanso, los pívots blancos habían recogido más rebotes ofensivos que el Cajasol en todo el campo. En especial Tomic, cuya falta de agresividad bajo el aro le privó de resultar más decisivo.
Sí lo fue Felipe Reyes, ya en plena forma después de que una temporada en la que los problemas físicos le han impedido ofrecer un rendimiento más acorde con su calidad. Por su parte, los de Joan Plaza supieron darle la vuelta a la moneda, y cada vez que sus pívots se abrían en ataque ponían en problemas a la defensa blanca. Radenovic con su visión de juego y en especial Savanovic con su acierto de cara al aro, ayudaron a mantener equilibrada la defensa durante la primera mitad.
Fue en la reanudación donde aparecieron los tan temidos nervios que pusieron al equipo blanco contra las cuerdas. Después de un sensacional arranque en defensa, las prisas del Real Madrid por poner tierra de por medio cuanto antes le impidieron despegarse. Llegaron las precipitaciones y con ellas las malas decisiones, dando margen a los de Joan Plaza a recuperar el terreno perdido e incluso empezar a coquetear con pequeñas ventajas en el luminoso.
Cometió un error tan común el Real Madrid como lo es intentar remontar por la vía rápida. Así surgieron intentos de triple forzados que no hicieron más que estrellarse contra el aro. Mientras tanto la renta del Cajasol seguía creciendo, y exactamente al mismo ritmo se encogían las muñecas de los jugadores madridistas. Con poco más de cuatro minutos por delante, Andrés Miso colocaba los 10 puntos de ventaja para su equipo.
Para entonces el conjunto blanco ya estaba perdido, y aunque un par de arranques de Llull consiguieron abrir una ventana a la esperanza, llegó demasiado tarde.