El aumento de los precios de los alimentos en todo el mundo está teniendo un efecto paradójico: incrementar la tasa de obesidad. De acuerdo con la FAO (la agencia de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), está aumentando el consumo de alimentos baratos y de peor calidad, que también son los que más engordan y los menos saludables.
Aunque hay países, como Reino Unido, en los cuales el gobierno facilita a las familias con menos recursos bonos para la adquisición de fruta y verdura gratis, en España no hay ninguna medida comparable. Esto es lo que sucede en Europa. En las naciones con mayores dificultades económicas, la población está sustituyendo de manera masiva esos productos por alimentos preparados de escasa calidad y precios más asequibles.
El director general de la FAO para América Latina y el Caribe, José Graziano Da Silva, ha declarado a la cadena BBC que al subir los precios “no sólo aumenta el número de personas que pasan hambre, sino que muchos tienen que recurrir a ese tipo de sustitución”.
En España, los agricultores, transportistas y pescadores llevan meses protestando por el incremento del precio de los carburantes, y aseguran que el encarecimiento de los productos finales, que adelgazan las carteras de los ciudadanos, se debe a los porcentajes que se llevan los intermediarios.