“Todavía estoy aprendiendo a vivir con ello”. Sara se encuentra en su cuarto mes de embarazo pero aún no se ha permitido disfrutarlo porque se encuentra en pleno duelo. En los últimos años ha perdido a cuatro bebés y hasta ahora no había sido consciente de que ese dolor todavía la acompaña y condiciona su vida.
Tardó más de un año y medio en quedarse embarazada por primera vez. “La alegría fue inmensa, los dos estábamos como locos”, recuerda. Pero duró poco. A las siete semanas de gestación sufrió un aborto y tuvo que enfrentarse a la primera pérdida y al dolor de decirle a todos sus seres queridos que ese embarazo tan esperado no había ido adelante. Pero pocos meses después volvió la alegría a su vida: un nuevo embarazo, ninguna complicación, y una niña totalmente sana que hoy tiene cinco años.
Aun así, algo seguía doliendo dentro. Un dolor que pronto volvería a conocer de nuevo. En 2020 Sara volvió a quedarse embarazada y a las nueve semanas, durante una ecografía rutinaria, descubrieron que no había latido. “No me creía mi mala suerte, me había pasado por segunda vez”. A pesar del dolor, en 2021 volvieron a intentarlo y esta vez la pérdida llegó a las 12 semanas de embarazo. “Tuve un sangrado y en Urgencias nos confirmaron que no había latido”, recuerda, “nadie te da más explicaciones, nadie te dice nada, incluso te dicen que es normal”.
Se considera muerte gestacional temprana hasta las 22 semanas de embarazo y muerte gestacional tardía con más de 22 semanas de embarazo o peso mayor de 500 gramos. Además, según la Organización Mundial de la Salud, la muerte perinatal es la muerte de un bebé durante el periodo que comprende el embarazo. Concretamente a partir de la semana 22 de gestación hasta los 7 días posteriores a su nacimiento. 7 días de vida. De esta forma, el duelo perinatal es el que sigue a la muerte de un hijo durante la gestación o posteriormente. Se considera muerte neonatal, desde el nacimiento hasta los 28 días.
Cuando fue a su ginecóloga, una frase de este le atravesó como una punzada. “Me dijo con total naturalidad 'veo que has sufrido un abortito'. Me dolió muchísimo porque me lo dijo como si hubiera tenido un esguince cuando yo lo que sentía era que había perdido a mi hijo. Esa falta de empatía fue brutal, no te lo esperas de un profesional”, explica.
Pero a pesar de todo volvió a coger fuerzas y en 2022 volvió a quedarse embarazada. Esta vez el embarazo duró poco más de diez semanas. “Noté un flujo fuerte mientras movía una alfombra y tuve claro que había sucedido otra vez”, recuerda, “fui a Urgencias y me dijeron que no había latido. La historia se repetía por cuarta vez”. Le recomendaron consultar a un inmunólogo pero le dejaron claro que no se lo cubriría la Seguridad Social.
Afortunadamente pudieron pagarlo y un especialista descubrió que Sara tenía unos niveles inmunológicos que hacían que su cuerpo rechazara los embriones. Con el tratamiento adecuado, volvió a quedarse embarazada y ya son 16 semanas las que ha cumplido sin que haya habido ningún problema. Pero su cabeza no para. “Desde el primer aborto hay algo en mí que no está resuelto y tengo que emplearme mucho para recuperarme”, reconoce. Pasó por una primera terapia y ahora acaba de arrancar de nuevo con otra. “Para mí fue muy liberador saber lo que pasaba en mi cuerpo, que no era mi mala suerte sino que tenía un nombre pero eso no me quita la tristeza de haber perdido cuatro bebés.
La terapia por este tipo duelo consiste, al igual que los otros duelos aunque con sus peculiares características, en acompañar al doliente en su proceso, identificando el momento en el que está (shock, negación/evitación, conexión, crecimiento) y, a partir de ahí, ir elaborando las tareas del duelo según su momento vital y facilitando la expresión de emociones que ayuden a recolocar la pérdida y ofrezcan un espacio de seguridad para aquellas personas que han pasado por este tipo de pérdida. La terapia debe proveer un espacio de seguridad donde encontrar alivio y, a la vez, ir procesando la pérdida.
“Cada aborto han sido dos inmensos dolores: la pérdida del hijo y el sufrimiento de enfrentar todos los comentarios de minimización”, reconoce, “la gente te dice que mejor ahora que más tarde, incluso hay refranes que dicen 'mujer legrada, mujer embarazada'; en la cultura popular el duelo perinatal no es un duelo socialmente reconocido como cualquier otro”. Asegura que la falta de empatía es profundamente dolorosa incluso en los entornos más cercanos. “Unos días después de mi tercer aborto un familiar me dijo: '¿Ya se te ha pasado?'. Me habló como si hubiera tenido una gripe cuando yo estaba rota por dentro por la pérdida de un hijo”, cuenta.
En esta nueva etapa trata de aprender a lidiar con ese duelo por los bebés que no llegaron a nacer y a poder disfrutar de su embarazo actual. Explica que cada día que pasa es una batalla ganada, cada semana de gestación un nuevo triunfo, pero sin pensar nunca en la victoria. “Por mi cabeza pasan continuamente todo tipo de situaciones en las que al final pierdo a mi bebé y eso me bloquea, me paraliza, vivo mi embarazo con el freno de mano echado. Me acaban de decir que es una niña pero no quiero ni pensar el nombre”, explica, “claro que la ilusión y las ganas están ahí pero hay un bloqueo que no te permite disfrutarlas y por eso he decidido pedir ayuda de nuevo”.
Reconoce que el duelo perinatal de una madre también conlleva a veces retos importantes en el seno de la pareja porque “sientes que él no está al mismo nivel, no siente tanto dolor, no le afecta tanto”. Sara ha tenido momentos en los que no era ni siquiera capaz de hablar de bebés sin llorar o de ver a otras mujeres embarazadas. Ahora entiende que con ayuda saldrá adelante pero tiene claro también que la sociedad y el entorno más cercano nunca le darán la importancia que para ella tienen las pérdidas de sus cuatro hijos.
La interrupción de un embarazo supone para las mujeres enfrentarse a un duelo que socialmente se ha minimizado y normalizado, especialmente cuando sucede en las etapas más tempranas de gestación. El apoyo, la comprensión y el acompañamiento son claves para la superación de la pérdida. “Tenemos que dejarnos de frases vacías, no minimizar, no dar por hecho que la pérdida se superará con otro embarazo y simplemente decir: estoy ahí, te apoyo, te entiendo, te doy la mano”.
En España, la tasa de muerte perinatal se situá en más de 5 por cada mil nacidos. En La Rioja, las cifras de pérdidas perinatales son más altas en comparación con otras comunidades autónomas. Y es que, según el INE (2021) en esta comunidad se registraron 10,86 defunciones por cada 1.000 nacidos.
Se recomienda acudir a profesionales de la psicología formados en duelo y, más específicamente, en este tipo de duelo. Ahora mismo está en trámites la constitución de una asociación de duelo perinatal en La Rioja que podría ver la luz en los próximos meses.
En La Rioja existe una 'Guía de buenas prácticas perinatales' que fue elaborada en 2018 de forma multidisplicnar por profesionales santiarios, tanto médicos como de enfermería, servicios de ginecología-obstetricia y de Pediatría-Neonatología del Hospital San Pedro de Logroño.