“La inteligencia artificial puede ser un extra para la exclusión digital o una herramienta para combatirla”

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La tecnología y, en concreto, la inteligencia artificial avanza más rápido que la regulación de sus uso. “La capacidad de invención del ser humano es más rápida que las regulaciones que requieren unos procesos y aprobaciones más lentos. Por eso, la ética y la responsabilidad tienen que ir antes, dependen de nosotros”, advierte el director de UNIR-iTED, Daniel Burgos.

En este sentido, UNIR acaba de presentar su 'Declaración para un uso ético de la Inteligencia Artificial en Educación Superior' que cuenta con diez principios que dibujan “un marco común que guíe a nuestra institución, así como a otras del ámbito educativo en un uso ético de la Inteligencia Artificial”. Hasta el momento, solo se ha creado las bases de una regulación en Europa, que todavía no se ha implementado. Pero para Burgos, mientras llega y en paralelo, “tenemos la responsabilidad de utilizar la IA de manera adecuada”.

La 'Declaración para un uso ético de la Inteligencia Artificial', que está disponible con licencia abierta, tiene en cuenta que cualquier producto basado en IA tiene que cumplir una serie de pautas, en protección de datos, privacidad, trazabilidad de fuentes, evitar los sesgos y la sostenibilidad, entre otros ámbitos

El director del Instituto de Investigación, Innovación y Tecnologías Educativa subraya el valor de esta declaración como método de reflexión conjunta sobre cuestiones que la IA pone sobre la mesa, como son hasta que punto se pueden utilizar o no las determinadas herramientas o si las fuentes de los trabajo son fidedignas o veraces. Cuestiones fundamentales en una comunidad educativa que acoge a 130.000 estudiantes de todo el mundo.

Para Daniel Burgos, los riesgos de la IA son los inherentes a la comunicación humana: “Los usos poco éticos son los mismos que en cualquier otro medio y existen incluso antes de internet, como las noticias falsas, cambios de caras... Tener un software lo que permite es que haya más personas, más acceso, más posibilidades”. La clave para él es “ser consciente”: “Debemos saber las consecuencias y actuar en consonancia al utilizar estas tecnologías”. Lo ejemplifica con la sostenibilidad: “¿Cuánto consume una máquina gestionando inteligencia artificial? Esto no lo sabemos y hay que medirlo y compararlo con el beneficio para ser consciente y tomar una decisión al respecto con datos”.

Los desafíos de la IA: datos y exclusión digital

Mientras tanto, la inteligencia artificial sigue creciendo y enfrentándose a nuevos desafías. El director de UNIR-iTED los tiene claros: “Los datos, tanto los que nutren a los motores como los datos que generan y la veracidad de estos. La capacidad de generar datos y poder contrastarlos al mismo tiempo supone un reto tecnológico que hay que hacer”.

Y también tiene que hacer frente a la brecha digital. Cada día, hay personas que no pueden pedir una cita médica porque se hace a través de una app. “Eso no es un problema de tecnología ni de inteligencia artificial, es un problema de política social. Pero la IA puede suponer un grado extra para que la persona que no adquiera la competencia se quede fuera o puede darle la vuelta y ser una herramienta para combatir esta exclusión digital”.