Eduardo Martínez y Álvaro Bartolomé son amigos desde el colegio. Habían tomado caminos profesionales distintos pero había dos cosas que les mantenían unidos: su amistad y la sensación constante de que no querían trabajar para otros; ambos soñaban con crear su propio negocio.
Álvaro ya había empezado a crear por su cuenta sus primeros kits para camperizar furgonetas y poco a poco le fue enseñando a Eduardo (Toni para los amigos), que trabajaba en una bodega, todo lo que sabía. Sin apenas darse cuenta se estaban poniendo en marcha. “Íbamos haciendo cosas y un día le dije, oye, ¿por qué no tiramos para adelante y empezamos en serio con esto?”, recuerda Eduardo. En esa conversación de barra de bar nació 'Beach Vans'.
“Enseguida alquilamos una nave, compramos una sierra, madera y tela y empezamos a producir entre los dos los Multiflex (kits básicos de automontaje) de Volkswagen y así fuimos consiguiendo dinero para poder ir comprando otras cosas, maquinaria, equipos, material...”, recuerdan. Reconocen que da un poco de vértigo dar el salto pero una vez que lo has dado, ya no hay marcha atrás.
A los tres meses de arrancar se sumó a la ecuación un elemento con el que nadie contaba: la pandemia. “El mercado se paró pero nosotros seguíamos vendiendo kits y mientras tanto, lo que hicimos fue comprar una furgoneta vieja y empezar a camperizarla”, explican, “la primera que hicimos la vendimos y eso nos dió un empujón importante”. Pero cuando todo comenzaba a funcionar de nuevo, otro confinamiento. Aguantar, aguantar y atreverse. Esa fue la fórmula que les llevó al éxito. “Los chicos de Carretera y Manta nos propusieron hacer un proyecto común, con una nave más grande, compartiendo nuestra parte de taller y su parte de alquiler y venta de caravanas”. Dos proyectos distintos y complementarios bajo un mismo techo.
Desmienten que la pandemia haya sido buena para el mundo camper. “Hay quien dice que vino bien porque mucha gente empezó a viajar en furgoneta pero no, fue muy duro, sobre todo para nosotros que estábamos empezando”, explican, “las empresas que salían en las teles nacionales tenían lista de espera antes de la pandemia y así podían seguir trabajando pero nosotros bastante que pudimos aguantar”.
Aguantaron e incluso crecieron. Ahora su clientela es de lo más diversa, “desde parejas jóvenes que no tienen mucho dinero y se quieren ir metiendo en el mundillo camper poco a poco hasta gente prejubilada con muy buenos ingresos que quiere viajar durante tres meses con todas las comodidades”.
La principal diferencia de Beach Vans con otras empresas del sector es que todos sus trabajos son totalmente personalizados. Camas más grandes para clientes altos, duchas más amplias para quienes priorizan esta parte, menos cajones para quien va a viajar más ligero... “Somos como una empresa de reformas pero para furgonetas, tanto a medida de las necesidades del cliente como a medida del presupuesto. Si no hay mucho dinero, hacemos lo básico para que puedan usarla y dejamos la instalación hecha para que vayan apliando en el futuro cuando vayan pudiendo”.
Tienen claro que la clave es el trabajo intenso, el boca a boca y las redes sociales. Cuando los clientes quedan contentos, van recomendando. Ofrecen además un servicio único: el asesoramiento a los clientes a la hora de comprar furgonetas de segunda mano. “Ahora los precios están altísimos, hasta de las que están en peor estado. Además nos encontramos con muchos pufos en el mercado, furgonetas de reparto con el kilometraje trucado, vehículos importados modificados... Es importante tener muy claro lo que se está comprando”, advierten.
Furgonetas para viajes de ocio, food trucks, negocios de todo tipo con ruedas, adaptación para personas con movilidad reducida y hasta literas en una furgoneta. A estos dos jóvenes logroñeses no se les pone nada por delante porque ellos no sólo instalan, ellos crean.
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