Una de las obras más significativas del Renacimiento italiano recupera su forma original gracias a diez años de estudio, paciencia y aplicación de las últimas tecnologías.
El cuadro ha sobrevivido desde el derrumbe del edificio que la albergaba en 1547 hasta hoy pasando por varias restauraciones fallidas que empeoraron notablemente su estado.
El resultado de este último proceso es, según los expertos, magnífico. Marco Ciatti, máximo responsable del departamento de artes pictóricas del laboratorio de restauración Opificio Delle Pietre Dure, una de las instituciones más respetadas del país, ha dicho que este 'paciente' -en alusión al cuadro- les ha dado “muchos quebraderos de cabeza y muchas noches en blanco”.
“Hemos pasado todos estos años estudiándolo, antes de decidir ponernos en marcha, debido a los daños que había sufrido en intentos de restauración previos”, ha aclarado. Radiografías, escáner, láser y todo tipo de dispositivos de imagen de última generación han estado al servicio de los expertos, armados con batas blancas y microscopios al estilo de los investigadores biomédicos.
Rafael (1483-1520) pintó el cuadro en 1506 como regalo de boda para Lorenzo Nasi, un acaudalado mercader. Cuando su residencia se vino abajo en el año 1547, la obra resultó desgarrada en 17 piezas.