La matanza que se produjo ayer por parte de un suicida que se inmoló en un centro de reclutamiento de Bagdad, se cobra la vida de 57 civiles y más de un centenar de personas resultaron heridos.
El ataque se ha producido durante el mes de Ramadán (los ataques suelen reducirse en el país) y en un contexto de inestabilidad política donde los líderes políticos no han podido formar Gobierno y a solo dos semanas de que Estados Unidos (EE.UU.) retire sus tropas del país.
Según fuentes oficiales, el suicida detonó un cinturón cargado de explosivos cerca de un grupo de jóvenes que pretendían ingresar en las Fuerzas Armadas, al lado del antiguo edificio del Ministerio de Defensa en Bagdad. Se trata de una zona de mucho tránsito en la capital iraquí ya que se encuentra muy cerca de una estación de autobuses por lo que había gran aglomeración de gente, de manera que el suicida pudo pasar desapercibido sin problema.
Las autoridades locales han acusado a Al Qaeda, según ha afirmado el general Qassem Atta, portavoz del mando militar en Bagdad “las circunstancias y el objetivo hacen pensar que Al Qaeda pueda estar detrás del atentado”.
El incidente es el último de una serie de ataques producidos desde que las elecciones del 7 de marzo no produjeran un vencedor claro, lo que ha impedido la formación de un nuevo gobierno.