La necesidad de dormir 8 horas, ¿mito o realidad?

Rioja2

0

Todos conocemos a alguien que con 5 horas de sueño al día, pueden afrontar toda una jornada laboral. Otros reconocen que si no descansan un mínimo de 10 horas son incapaces de despertar. La cifra mágica, hasta ahora, eran ocho horas. Es el tiempo clave que modelos y celebrities recomiendan junto con algunos doctores, los mismos que aseguran que hay que dormir un mínimo de 8 horas cada noche para obtener un buen descanso y beneficiarnos de todo lo bueno que tiene el sueño para nuestro cuerpo y nuestra mente.

Una especie de mantra que la mayoría intenta cumplir, por salud y por belleza, y que podría tener los días contados porque ¿y si resulta que dormir 8 horas no es tan efectivo? ¿Y si nuestro cuerpo realmente no lo necesita?

Los investigadores han empezado a encontrarse con que las 8 horas de sueño podrían ser un mito construido para adaptarnos mejor a las exigencias de la sociedad occidental. Es decir, que no responde a lo que realmente el organismo necesita por naturaleza. Son muchos los motivos que pueden llevar a una persona a ser insomne pero resulta que uno de ellos podría ser el seguir este patrón de las 8 horas.

El mundo se ha puesto de acuerdo en determinar el número de horas, 8, y que se deban hacer todas seguidas para conseguir el descanso necesario. Sin embargo, como explican los expertos, “cada persona es diferente. Algunos beben cafeína y les hace efecto cuando a otros no. Una persona puede estar acostumbrada al sueño polifásico -dormir en varios períodos a lo largo del día- mientras que otros estarían agotados durmiendo así”. Es decir, que no es una verdad universal que funcione con todos los humanos de la misma manera. ¿Nunca has oído hablar de esa persona que duerme 5 horas cada día y está perfectamente despejada? ¿Y de esa otra que si no descansa un mínimo de 10 es incapaz de despertar? Ahí está la clave.

Además, haciendo un poco de memoria, se ha descubierto que nuestros antepasados no dormían como nosotros. ¿En la Edad Media contaban con habitaciones bien ventiladas, con camas cómodas, un buen aislamiento contra el frío y el calor como tenemos ahora? No. Pero, es más, hasta no tanto todas las familias compartían el mismo espacio para dormir y las personas se tenían que enfrentar a situaciones que ahora suenan imposibles como que te ataque un animal mientras duerme o tu pueblo sea asaltado por unos invasores. En efecto, todas estas circunstancias influían en los patrones del sueño.

Si bien se hacía de noche -sí, éste es el momento donde históricamente siempre se ha concentrado la mayor parte del sueño diario-, en otras épocas se dormía en dos fases. Eran dos períodos más cortos que abarcaban unas 12 horas; el primero duraba unas 3 o 4 horas seguido de otro par de horas despiertos para después continuar durmiendo hasta que fuera de día. En ese tiempo de vigilia nocturna se realizaban tareas domésticas y, según revelan otros estudios, la clase trabajadora lo aprovechaba para mantener relaciones sexuales lo cual favorecía la natalidad.

Pero existen muchas maneras de dormir además de la bifásica: la polifásica (con siestas de 30 minutos cada 6 horas), la 'Uberman' (con 6 siesta de 30 minutos cada día)... En general, muchas opciones distintas a las de las clásicas 8 horas que a mucha gente le funcionan.

La evolución de los patrones del sueño ha sido acorde con las necesidades que han ido surgiendo en cada sociedad. De ahí que el de 8 horas seguidas quizá empiece a quedarse obsoleto para algunas personas. Resulta que la proliferación de smartphones y tablets son una causa de insomnio; ¿y si el sueño debiera adaptarse también a las que son nuestras herramientas de trabajo, comunicación y socialización más importantes de nuestros días? Sería cuestión de planteárselo.