La obra de Zurbarán llega al Museo de La Rioja cedida por El Prado

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El presidente del Gobierno de La Rioja, José Ignacio Ceniceros, ha animado este miércoles “a los riojanos y turistas a que aprovechen esta gran oportunidad” para conocer el cuadro San Francisco en Oración de Zurbarán, que ha sido cedido al Museo de La Rioja, durante un mes, por el Museo del Prado en el marco de su proyecto De gira por España.

José Ignacio Ceniceros ha celebrado que El Prado haya tenido la iniciativa de “sacar a pasear sus joyas” con motivo de su bicentenario, lo que permite al Museo de La Rioja albergar una obra de “uno de los grandes de la pintura española”. En concreto, el cuadro ‘San Francisco en Oración’ estará expuesto en el Museo de La Rioja desde mañana hasta el 24 de marzo.

Asimismo, ha destacado otras iniciativas del Museo del Prado dirigidas a “hacer cada vez más accesible su vasto contenido a todos los públicos y en todos los lenguajes y soportes posibles”.

“La Rioja suma un aliciente más para el visitante en pleno centro de la ciudad de Logroño”, ha afirmado Ceniceros, que ha animado “a disfrutar de la colección del Museo de La Rioja, que es un reflejo de la historia de esta tierra, con piezas destacadas desde la Prehistoria y la época romana, pasando por la época medieval y hasta la actualidad”.

En este sentido, ha recordado que el Museo de La Rioja cuenta con secciones de romanización, en Calahorra; etnográfico, en la Sede Encantada de Briones y arte contemporáneo, en el Museo del Torreón de Haro.

San Francisco en oración de Zurbarán

José Ignacio Ceniceros ha explicado que el cuadro ‘San Francisco en Oración’ es una de las obras tardías de Francisco de Zurbarán,en la que mantiene sus constantes de intimismo y recogimiento pero se palpa su apertura al cromatismo y a la luz experimentada en el final de su vida”.

Esta obra, firmada en 1659, en los últimos años de la vida de Zurbarán, constituye un ejemplo paradigmático de los intereses temáticos, las fórmulas narrativas y la técnica descriptiva que caracterizan esa postrera etapa de su carrera.

Se trata de un óleo sobre lienzo de 126x97 cm en el que se identifica a San Francisco a través de su hábito, de la presencia tan acusada del cordón, y de la llaga que hiere su mano derecha. Eleva la mirada al cielo, sostiene una calavera con su mano izquierda y tiene en frente un crucifijo apoyado en un libro. Todo ello describe la oración en que está inmerso el santo como un resultado directo de un acto de meditación.

Desde 1650 el pintor había emprendido un camino decidido hacia una mayor apertura cromática y una mayor unidad tonal, lo que se tradujo en la eliminación de los fuertes contrastes lumínicos que habían caracterizado su obra. Ese cambio refleja un deseo de actualizar su estilo y adaptarlo a los nuevos intereses del público, lo que queda de manifiesto cuando comparamos esta obra con representaciones anteriores del santo.

Aunque se sigue jugando con el efecto dramático y las posibilidades descriptivas de los contrastes entre luces y sombras, se ha atemperado mucho el tenebrismo, el modelado se ha hecho más suave y la luz invade la composición, multiplicando la gama cromática. Frente a los fondos oscuros y homogéneos predominantes hasta entonces, el santo se destaca sobre un luminoso cielo azul.