La pérdida auditiva, que afecta a casi 400 millones de personas en todo el mundo, es la disminución de la capacidad para escuchar correctamente. Normalmente esta situación se produce con la edad, como resultado del propio envejecimiento de las células, sin embargo, tal y como explica la OMS, esta cifra ha experimentado un alarmante aumento entre los más jóvenes. Aunque estos problemas se producen en muchas ocasiones por causas genéticas o biológicas, hay otros factores externos que afectan a la audición y que son evitables.
Es precisamente sobre estos aspectos prevenibles sobre los que es importante poner el foco, y es que cada vez son más los jóvenes que, debido a sus actividades de ocio, pierden capacidad auditiva, generando unos efectos sobre la capacidad de comunicación y aprendizaje que tendrá consecuencias sobre la salud y que a largo plazo pueden desembocar en deterioro cognitivo, demencia o aislamiento social. Entre estas buenas prácticas está el uso de tapones en los conciertos o la disminución del volumen de la música.
Cuando se produce una pérdida auditiva y esta no es controlada y tratada correctamente la persona en cuestión se expone a unas implicaciones que van más allá de la dificultad de comprensión, aumentando la carga cognitiva al someter al cerebro a un esfuerzo extra para aprender, comunicarse y socializar, especialmente en ambientes con ruido. Las consecuencias a largo plazo pueden derivar en deterioro cognitivo, aislamiento social e incluso depresión.
Si a pesar de todo aparece una pérdida auditiva, la utilización de audífonos de forma temprana ayudará a reducir el esfuerzo cognitivo y también a disfrutar de la música al permitir la recepción de las frecuencias más altas que suelen ser las más afectadas.