Alredredor de 10 millones de presos de todo el mundo se encuentran internados en condiciones degradantes y sin respeto para sus derechos, según afirmó el relator de Naciones Unidas en materia de tortura, Manfred Nowak, durante un congreso.
“A la luz de los hechos, la necesidad de una legislación vinculante y ejecutable sobre Derechos Humanos es apremiante”, dijo el Relator Especial sobre Tortura de Naciones Unidas, Manfred Nowak, durante el duodécimo Congreso sobre Prevención del Crimen y Justicia Criminal que está teniendo lugar en Salvador, Brasil.
Nowak citó varios casos de países que el había conocido de primera mano en su papel de experto independiente para Naciones Unidas, tales como Uruguay, Indonesia, Nigeria, Georgia, Moldavia, Kazajistán, Mongolia, china, Jordania o Sri Lanka. Asimismo, aseguró que su mandato estipula que pueda realizar visitas sin avisar y mantener entrevistas con los detenidos sin supervisión, dos condiciones que le fueron negadas por Rusia y Estados Unidos.
De los millones de detenidos bajo estas condiciones degradantes, “muchos podrían ser víctimas inocentes de unos sistemas de justicia corruptos y disfuncionales y, a menudo, pertenecen a grupos sociales discriminados”, dijo Nowak, quien añadió que los más discriminados eran los menores y los ancianos, las personas que sufren discapacidades y enfermedades, los homosexuales y los transexuales.
Para el relator de Naciones Unidas, el castigo corporal, así como otras formas de violencia -como la privación de alimentos, vestimenta o cuidados médicos-, son sus mayores preocupaciones a este respecto, junto a las violaciones al derecho a un espacio mínimo, a la higiene, la privacidad y la seguridad necesaria.
En una visita que realizó a la presión Libertad de Uruguay, Nowak se encontró con cientos de presos que habían pasado meses o incluso años en unas celdas diminutas de metal en las que en verano se llegaban a alcanzar los 60 grados. Los detenidos bebían agua del inodoro y defecaban en bolsas de plástico que después lanzaban desde sus celdas. “El ruido y el olor eran insoportables y solo pueden de ser calificados de inhumanos, incluso para los funcionarios de prisiones”, describió.
Según explicó, en muchos países de la antigua Unión Soviética, como Georgia, Moldavia o Kazajistán, los prisioneros pasaban encerrados la mayoría del tiempo, incluso eran aislados. En Mongolia, algunos prisioneros estuvieron confinados en aislamiento por más de 30 años y los que esperaban en el corredor de la muerte, en celdas oscuras durante meses.