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La Rioja protagonista en el “bautismo de aire” de un meteorólogo

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El meteorólogo José Miguel Viñas cuenta su experiencia tras haber cumplido su sueño de ser el protagonista de un “bautizo de aire”. Tras varios intentos fallidos, José Miguel por fin logró subirse a un globo el 7 de junio, y el lugar para hacerlo fue La Rioja. El entusiasta meteorólogo, acompañado de su mujer sobrevolaron nuestra provincia en un globo.

Si tu también eres un entusiasta de las alturas o te encantaría poder disfrutar de esta maravillosa experiencia, aquí os dejamos el relato completo de su protagonista.

“Llevé a cabo mi primera ascensión en globo; una experiencia que, como meteorólogo, ansiaba desde hace mucho tiempo, y que fue posible gracias a la invitación que recibí por parte de La Rioja Turismo (www.lariojaturismo.com), en particular de su responsable de prensa y amiga, Sandra Sánchez. La experiencia cumplió con creces mis expectativas. Surcar los cielos riojanos desde la barquilla de un globo, me permitió disfrutar del paisaje como nunca antes lo había hecho. Fue una clase práctica de geografía sin parangón, a vista de pájaro y a merced del plácido viento que sopló aquel día por el valle del río Tirón.

Comienzo de la travesía en globo. Fotografía de Eladio Gordo. Fuente: Globos Arcoíris

El factor meteorológico condicionó sobremanera mi bautismo de aire. La búsqueda de una ventana de tiempo favorable, ajustada a los días en que podía viajar a La Rioja y en que hubiese disponibilidad de globo, se prolongó durante casi tres meses; lo que duró la tormentosa primavera de 2016 por las tierras altas riojanas. La estación primaveral es una buena época del año para volar en globo, siempre y cuando el tiempo muestre su cara más amable, algo que apenas ocurrió durante el referido período.

El primer intento de ascensión quedó sólo en eso: en un intento. El día elegido fue el lunes 14 de marzo. Por aquellas fechas, el panorama meteorológico en la Península Ibérica estuvo marcado por la inestabilidad atmosférica, pero varios días antes de ese lunes, los modelos de predicción a medio plazo apuntaban unas condiciones razonablemente buenas para el vuelo en la Rioja Alta; la zona elegida. Ese pronóstico se mantuvo sin grandes variaciones hasta 48 horas antes del citado 14 de marzo, lo que me llevó a dar luz verde a los organizadores para que iniciaran los preparativos del vuelo.

La decisión estaba tomada, pero la cambiante atmósfera hizo entonces de las suyas. Se empezaron a torcer las cosas. La noche del sábado 12, algunos modelos que consulté daban precipitaciones por la zona. Se empezaba a confirmar una entrada de aire frío, muy transitoria, que iba a provocar un brusco cambio de tiempo durante la primera mitad del lunes 14, como así fue. El domingo 13, las nuevas actualizaciones de los modelos confirmaron los malos augurios, a pesar de lo cuál el plan de viaje siguió para adelante, y la tarde de aquel día viajé desde Madrid a La Rioja.

Si algo caracteriza a la primavera es el tiempo cambiante, algo que se puso de manifiesto aquellos días de la primera quincena de marzo, previos a la Semana Santa. La mañana del lunes 14 me tocó madrugar. Tras pernoctar en la localidad riojana de Cuzcurrita de Río Tirón, salí de allí, bajo una fina lluvia, hacia Haro, donde había quedado con Óscar Ayala, el piloto del globo y Director General y fundador de Globos Arcoíris (www.globosarcoiris.com). Eran las 7 de la mañana, los cielos estaban cubiertos y comenzó a nevar en esos momentos. Se confirmaba el pronóstico. El vuelo quedaba abortado. Mi bautismo de aire tendría que esperar.

Aquel día no pude surcar los cielos de La Rioja, pero tuve ocasión de conversar largo y tendido con Óscar, un apasionado del mundo de la aerostación y una persona muy interesada en la Meteorología, como no podía ser de otra forma, tratándose de un aeronauta. Fue mi primera toma de contacto con un piloto de globos, con gran experiencia y excelente persona, lo que me permitió conocer de primera mano algunos detalles sobre su actividad, que hasta ese momento desconocía.

Proyección sobre el terreno del trayecto que llevó a cabo el globo durante el bautismo de aire de José Miguel Viñas, el 7 de junio de 2016. Fuente: Globos Arcoíris

Tras ese intento frustrado de volar en globo por primera vez, regresé a Madrid y transcurrieron casi 3 meses hasta que volvieron a darse las circunstancias óptimas para llevar a cabo mi bautismo de aire. En todo ese tiempo, la búsqueda de ventanas favorables para el vuelo se convirtió en una tarea rutinaria. Utilicé para ello todas las herramientas de predicción a mi alcance, pidiendo ayuda, puntualmente, a un par de buenos amigos míos, meteorólogos de AEMET. Lo cierto es que durante los meses de abril y mayo apenas se presentaron oportunidades (ventanas). El tiempo se mostró díscolo durante gran parte de la primavera en la Rioja Alta; inseguro, con nubarrones y con probabilidad alta de chubascos.

La ventana definitiva llegó el martes 7 de junio de 2016. Ya desde días antes, los modelos meteorológicos que consulté apuntaban a tiempo anticiclónico en sus salidas. El jueves 2 comencé a tener claro que esta vez sería la buena. El viernes confirmé el pronóstico y así se lo comuniqué a Sandra y a Óscar. La tarde del domingo 5 de junio partí en tren hacia La Rioja, acompañado de mi mujer, Susana, que en esta ocasión quiso compartir la experiencia conmigo.

Estibaciones de la Sierra de Cantabria fotografiada desde la barquilla del globo.

Llegó el día D. Aquel martes 7 de junio, el despertador sonó a las 5 de la mañana. Estábamos alojados en un hotel-bodega a las afueras de Entrena, a 40 minutos por carretera de Haro, que fue, de nuevo, el punto de encuentro con la gente de Globos Arcoíris. Habíamos quedado con ellos a las 6:30 h. A esa hora, el cielo estaba casi despejado en la zona con algo de fresco, aunque sin sensación de frío. Soplaba un ligero viento del Oeste. Los vuelos en globo se llevan a cabo a primeras horas de la mañana para evitar la incidencia de las térmicas (corrientes de aire caliente), debidas al calentamiento diurno al que se ve sometido el terreno.

Óscar Ayala no pudo volar con nosotros en esta ocasión. Lo hizo en su lugar Valentín Carbajo, también un excelente piloto. En tierra, conduciendo la furgoneta utilizada para trasladar el globo y que nos llevó hasta el campo desde el que despegamos, se quedó Eladio Gordo, en labores de apoyo. Todas las fotografías del globo durante su travesía, despegue y aterrizaje fueron tomadas por él.

El autor (izqda.) acompañado de su mujer, Susana, y del piloto del globo, Valentín Carbajo, en plena travesía, sobrevolando el Valle del río Tirón, en La Rioja Alta.

El lugar elegido para proceder al hinchado del globo y al despegue, fue un campo de labranza próximo a la carretera N-232, a la altura del punto kilométrico 459, en las cercanías de Cuzcurrita de Río Tirón. Llegamos allí a las 7 de la mañana, cuarto de hora después del amanecer. La temperatura en ese momento era de 16,8 ºC, aunque llegó a bajar hasta los 15,7 ºC instantes antes de comenzar la travesía, justo en el momento en que se alcanzó en aquel lugar la temperatura mínima. Dicha circunstancia suele darse entre media hora y una hora después de la salida del sol, tal y como ocurrió aquel día. Pude conocer los datos de temperatura gracias a que portaba una estación meteorológica Atmos, cortesía de Antonio Pardo, responsable de la tienda Altocúmulo, de Valencia (www.altocumulo.com).

En aquel momento, varias bandas de altocúmulos cubrían parcialmente la bóveda celeste. Estaban alineadas aproximadamente en la dirección Este-Oeste y velaban el sol a ratos. Sobre el terreno soplaba un ligero viento, no lo suficientemente intenso para complicar la tarea del llenado de aire del globo. La operación apenas requirió de unos 15 minutos, usándose para ello un gran ventilador. Una vez lleno el globo, y después de hacernos varias fotografías para inmortalizar aquel momento, Valentín puso en marcha los quemadores, con lo que el aire del interior del globo se fue calentando y éste rápidamente fue ganando en verticalidad.

Llegó el momento de subirse a la barquilla y de la suelta. Todo fue muy suave. Comenzamos a ascender lentamente, desplazándonos inicialmente hacia el Este, para enganchar algo más arriba una corriente que nos dirigió más hacia el norte (en la dirección 40º). Recorrimos unos 4 kilómetros sin cambiar de rumbo, sobrevolando campos de viñedos. A medida que fuimos ganando metros en la vertical, se fue ampliando nuestro horizonte visual. Pronto surgió imponente la Sierra de Cantabria, al norte de nuestra posición. En lontananza, cobraban cuerpo también algunas brumas y nieblas, que desde más abajo apenas eran perceptibles.

Vista aérea, tomada desde la barquilla del globo de Cuzcurrita de Río Tirón (La Rioja)

A pesar de haber ascendido en ese momento del orden de unos 400 metros, no apareció en nosotros la sensación de vértigo, que era el principal temor de mi mujer y el de muchas otras personas antes de subirse a un globo por primera vez. La sensación de calma y de libertad va aumentando a medida que se asciende. La experiencia de volar en globo es muy placentera. Al viajar en el seno de la atmosfera y ser empujado por las corrientes de aire que el globo se va encontrando a su paso, los tripulantes no experimentan apenas viento, por fuerte que sea el flujo rector.

El autor, José Miguel Viñas, fotografiado durante su bautismo de aire. 7 de junio de 2016

Tras ese tramo inicial en que nos dirigimos hacia el norte, el rumbo cambió de forma radical a 210º, dirigiéndose el globo hacia el Oeste-Suroeste y prosiguiendo con la ascensión. La cota máxima que alcanzamos rondó los 1.000 metros sobre el terreno, lo que nos permitió tener una visión de conjunto del valle del río Tirón.

Pasamos sobre la vertical de Cuzcurrita, antes de volver a sufrir un cambio de rumbo, en este caso hacia el oeste. Durante la travesía, consulté varias veces el dato de la temperatura que indicaba mi estación meteorológica de mano, y comprobé que llegó a marcar hasta 21 ºC, cuando el globo alcanzó su mayor altitud. Pude así constatar la existencia de una inversión térmica, ya que la temperatura no llegó a bajar en ningún momento de los casi 17 ºC que había al comenzar la ascensión.

Si el comportamiento hubiera sido el normal (teórico), la temperatura debería de haber experimentado un descenso de unos 6 grados durante la ascensión, por lo que tendríamos que haber pasado más frío al ganar altura, justo lo contrario de lo que pasó.

Tras volar algo más de media hora sin apenas cambio de rumbo ni de altitud, iniciamos el descenso, que nos fue aproximando hasta la localidad de Leiva y su embalse. Nos acercamos bastante al suelo, lo que permitió observar desde la barquilla un fenómeno óptico que se denomina “luz santa” (traducción al español de la palabra alemana Heiligenschein).

Cuando la sombra del globo discurría sobre los campos de cereales, se observaba con nitidez un resplandor o aureola de luz brillante a su alrededor. La difracción que sufre la luz justo en el contorno de la sombra es la responsable de que veamos la luz santa. Se trata de un fenómeno basado en un principio físico similar al que tiene lugar con la gloria, si bien en este caso la proyección de la sombra tiene lugar sobre un lecho nuboso (el tope de una niebla o mar de nubes).

El fenómeno óptico de la “luz santa” observada alrededor de la sombra del globo sobre un campo de cereal

Mi bautismo de aire, y el de mi mujer, tocaba ya casi a su fin. Tras sobrevolar la citada localidad de Leiva a baja altura, y tras algo más de hora y media de vuelo, tuvo lugar el aterrizaje junto a un camino agrícola situado a las afueras de ese pueblo. Fue una final de viaje tranquilo, sin sobresaltos, en el que Valentín, haciendo gala de su gran destreza, aprovechó la presencia de un campo de trigo para frenar la velocidad del globo, haciendo que la barquilla rozara con las espigas del cereal La ausencia de viento facilitó esa maniobra final, que es la única que a veces puede ser un poco más accidentada.

Tramo final del viaje en globo, por encima de la localidad riojana de Leiva, cuyo castillo apuntalado aparece en primer plano. Fotografía de Eladio Gordo. Fuente: Globos Arcoíris

Brindis final tras el aterrizaje del globo. Fuente: Globos Arcoíris

En resumen, una fantástica experiencia, que pude compartir con mi mujer, y que recomiendo a todos los lectores que todavía no hayan volado en globo. Mi bautismo de aire fue posible gracias a la profesionalidad del equipo de Globos Arcoíris y a los amigos de La Rioja Turismo, gracias a los cuáles pude surcar los cielos riojanos y disfrutar de una estupenda escapada por aquellas tierras, en la mejor compañía“.

José Miguel Viñas