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Las bombas de racimo, por fin prohibidas

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Desde este domingo 1 de agosto está en vigor la Convención sobre Bombas de Racimo, que prohíbe “emplear, almacenar, producir y transferir” las bombas de racimo en los 30 Estados ratificantes. De esta manera, se pondrá “fin a décadas de sufrimiento de hombres, mujeres y niños”, tal como aseguró Jakob Kellenberger, presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

La Convención sobre Munición de Racimo, que fue aprobada en mayo de 2008 en Dublín y ratificada en diciembre del mismo año en Oslo, no solo prohíbe desde ahora el empleo de este tipo de armas, sino que también insta a proveer de recursos para limpiar las zonas contaminadas, destruir las reservas de munición y prestar ayuda a quienes, en algún momento, se hayan visto afectados por los terribles efectos de las bombas de racimo.

Los Estados que ratificaron la Convención, (un total de 30 de los más de 100 que suscribieron el acuerdo) entre los que se encuentran España, Francia, Alemania, Burkina Faso o México, se reunirán en Vientiane, Lao, el próximo mes de noviembre para poner en marcha un plan de actuación que permita desarrollar las directrices que dicta la Convención. El CICR, junto con el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja serán los encargados de llevar a cabo y vigilar su aplicación.

También se ha pronunciado al respecto Ban Ki-moon, secretario general de las Naciones Unidas (ONU), quien se ha mostrado satisfecho con el anuncio de la entrada en vigor de la norma. Por su parte, la coalición que puso en marcha la Convención sobre Bombas de Racimo ha calificado este hecho como el “tratado de desarme más importante de la última década”.

Sin embargo, pese al optimismo que ha suscitado la entrada en vigor de una norma de este tipo, muchas autoridades y organizaciones han lamentado la ausencia de grandes países en la ratificación de la Convención, notablemente EEUU, China, Rusia o Brasil.

Las bombas de racimo están pensadas para que al ser lanzadas se diseminen por grandes extensiones de tierra, pudiendo abarcar una superficie equivalente a varios campos de fútbol. Algunas explotan en el momento, pero muchas otras quedan semienterradas y no explotan hasta mucho tiempo después (a veces 40 años), cuando el conflicto por el que fueron empleadas ya ha finalizado. Por este motivo, una de las principales víctimas de las bombas de racimo son los civiles y, entre ellos, un gran número de niños.

España se aplicó rápidamente en la eliminación de las municiones de racimo. Sólo tres meses después de haberse ratificado la Convención de Oslo, en marzo de 2009, acabó con todo el arsenal del que disponía, adelantándose así al plazo de 12 años fijados en las reuniones de Dublín para los 100 países firmantes.