Concentración violencia de género en el Día de la Libertad de Prensa
García: “Ser mujeres y estar expuestas públicamente y además defender al igualdad, tiene un precio”
Las periodistas hemos asumido, por desgracia, que ser mujeres, estar expuestas públicamente y además defender la igualdad, tiene un precio. Algunas lo pagamos especialmente caro. Ejercer nuestro trabajo con responsabilidad, poner el foco en un problema social estructural como es la desigualdad histórica que padecemos las mujeres y que tiene en la violencia de género su más cruda expresión, es para algunas personas motivo suficiente para perseguirnos, acosarnos, insultarnos e incluso amenazarnos de muerte. Intentan así callarnos, sin darse cuenta de que lo que consiguen es dar más razón a nuestra lucha. Hace casi 10 años una de esas personas puso el foco en mí. Sus burlas e insultos se convirtieron en una constante en mi día a día y se hacían más violentos cuando publicaba cualquier tipo de información relacionada con la igualdad entre hombres y mujeres o en defensa del colectivo LGTBI.
Día y noche recibiendo cientos de comentarios que me denigraban públicamente. En el año 2016 intenté poner mi primera denuncia. Y digo intenté porque un agente de policía me hizo entender que lo que me estaba pasando era normal; era lo que me tocaba por ser una periodista con un perfil activo en defensa de la igualdad en mi medio y mis redes sociales. En ese momento pensé que llevaba razón, que ese era el precio que tenía que pagar. Con el tiempo he entendido que estaba muy equivocada y que la formación en los cuerpos y fuerzas de seguridad sigue siendo necesaria. En 2017 puse mi primera denuncia. Afortunadamente ante un agente con una mayor sensibilidad y profesionalidad en su trabajo. Desde entonces han venido muchas más. Y con cada una de ellas, la violencia ha seguido aumentando. Y con ella la culpa. Sobre todo cuando esa violencia se dirige también hacia las personas que más quieres, a tu entorno más cercano. ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Debo dar un paso atrás? ¿Tengo que dejar de ejercer un periodismo comprometido con la igualdad para proteger a mi familia? Pero la realidad te responde. Las mujeres seguimos enfrentándonos a techos de cristal, a violencias invisibles, a agresiones, nos siguen violando, nos siguen matando.
Y algunas tenemos el privilegio de poder usar nuestra voz y nuestros medios para denunciarlo. Hay que seguir. A lo largo de esta década he recibido miles de mensajes llenos de insultos, atacando mi trabajo, mis ideas e incluso mi físico que han dado paso en estos últimos dos años, tras una primera condena judicial, a miles más con terribles amenazas de muerte. El miedo lleva demasiado tiempo acompañándome. Ha habido épocas en las que ni siquiera podía salir sola de casa y los días de lluvia se convertían en un infierno porque los paraguas y las capuchas me impedían ver la cara de la gente. Años en los que no he firmado ninguna de mis noticias ni he podido nunca dar difusión a ningún acto en el que fuera a participar en el ejercicio de mi profesión por miedo a que pudiera ubicarme. Años en los que cada vez que publicaba cierto tipo de noticias, sabía lo que vendría después. Lo cuento ahora porque por primera vez me siento segura. Aunque todavía queda mucho camino judicial por recorrer. Y mucha ayuda por recibir. Y lo cuento sobre todo porque es importante que se sepa que esto nos está pasando. No sólo a mí, somos muchas más.
Que se entienda que la violencia digital también es violencia y que el sistema tiene que contemplarla porque no podemos vivir diez años acosadas y amenazadas por ejercer nuestro trabajo. Casi 3 de cada 4 mujeres periodistas afirman haber sufrido violencia online en relación con su trabajo según un estudio realizado por la UNESCO con 900 compañeras de 125 países. El 20% de las amenazas se materializan fuera de internet. Las consecuencias son profundas. Muchas de ellas optan por no cubrir ciertos temas y otras acaban abandonando la profesión. Y las periodistas blancas de Europa somos privilegiadas. Inevitable tener un recuerdo a las compañeras de otras razas o las que ejercen el periodismo en en otros lugares del mundo, de forma muy especial ahora en Argentina. Sin llegar a estos límites, cada día hay compañeras que son juzgadas por su cuerpo o por su forma de vestir, por lo que hacen en su vida privada o con quién la comparten, por las preguntas que hacen en una rueda de prensa o una entrevista, porque no saben suficiente o porque saben demasiado.
La ambición y la osadía es un valor a destacar cuando eres hombre pero es motivo de crítica cuando eres mujer. Afortunadamente somos muchas y hemos sabido tejer redes de apoyo , instalar el feminismo en la mayoría de los medios e incluso conseguimos hacer historia cuando en 2018 dimos un paso al frente y vaciamos las redacciones. Muchas lo hicieron antes, resistieron y avanzaron. Ahora nos toca seguir luchando a nosotras por las que vendrán después. Y denunciar por las que no pueden hacerlo. La evolución es lenta pero progresiva e imparable. Y nuestras voces se seguirán alzando aunque haya quien las intente callar.