En memoria de los quemados junto al Ebro
No se llamaba Abraham, ni Salomón, ni Isaac. Pese a ello, era judío. Su nombre era Lorenzo González y profesaba dicha fe en Logroño en 1719 de forma clandestina, puesto que los judíos habían sido expulsados de España hacía más de 200 años. La Inquisición lo averiguó y ordenó su muerte. El 24 de agosto fue quemado en un lugar próximo al cementerio logroñés, junto al Ebro, donde hoy en día “flotan los fantasmas de todos los que allí fueron quemados”.
Es Manuel Gómez quien narra esta historia a Rioja2 y quien, 300 años después, ha organizado un acto en homenaje a la memoria de aquel judío “cuya memoria quisieron borrar aventando sus cenizas”. La cita será hoy junto a la iglesia de Santiago, en la plazoleta Alonso de Salazar, quien fuera sacerdote e inquisidor, a las 19:00 horas. Se leerá el acta del auto de fe y se guardará un minuto de silencio en su memoria.
Gómez supo de este hecho por una documentación del Instituto de Estudios Riojanos, en concreto, la copia del acta notarial escrita por el secretario del Tribunal de la Inquisición. El acta original no se conserva, ya que los archivos de la Inquisición se han perdido, pero sí se conserva la copia manuscrita de la sentencia, realizada en 1797 por varios amanuenses.
La desaparición de estos archivos, donde se conservaba el expediente entero, impide saber más detalles sobre Lorenzo González, como de dónde era, dónde vivía o cómo fue a parar al Tribunal de la Inquisición. Tan sólo se conocen detalles de su muerte.
CÓMO MURIÓ
“El relato es espeluznante”, según Gómez. El juicio tuvo lugar al inicio de la calle Portales y de allí se trasladaron a la zona de 'Los Quemados', junto al Ebro, en una zona que durante el siglo XIX fue conocida como 'El molino de los quemados' porque albergaba entonces un molino de harina. Al parecer, Lorenzo, “a última hora, dijo que se convertía a la fe de Cristo, entre el clamoreo de un público enloquecido, y murió agarrotado, pero su cuerpo ardió como el de tantos otros”.
Una muerte que tuvo lugar en el siglo XVIII, “en pleno reinado de los Borbones, los ilustrados, y cien años antes de desaparecer la Inquisición”, lamenta Gómez, que alberga la ilusión de que el Ayuntamiento dedique un monumento “a él y a tantos otros quemados en Logroño, cuya memoria quisieron borrar”.
Su idea es celebrar este acto el año que viene en el lugar donde tuvo lugar el auto de fe y en 2018 en la zona de 'Los Quemados', para que el recuerdo de estos judíos asesinados por una cuestión de fe no quede en el olvido. No en vano, “si nos hicieran una prueba de ADN, todos tendríamos antepasados judíos”.
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