Los pisos turísticos se expanden por el casco antiguo de Logroño: “Me echaron de mi casa después de 58 años”

Rioja2

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Paquita tuvo que hacer las maletas y guardar toda una vida. No fue fácil guardar los recuerdos de la casa a la que llegó con sus padres desde el pueblo cuando tenía 14 años, donde nacieron sus hijas y donde corretearon después sus nietos y nietas. No fue fácil dejar atrás su hogar durante 58 años. Menos todavía cuando no te quieres ir. Menos cuando te están echando.

Esta mujer tuvo que irse del casco antiguo de Logroño hace dos años porque en el edificio donde vivía se proyectó un bloque de apartamentos turísticos que ya se está construyendo. Los alojamientos para turistas en Logroño se han disparado en los últimos años. Los pisos de uso turístico son más del doble que hace cinco años, pasando de 287 en el año 2018 a los 641 registrados este año.

El cambio de modelo turístico aceleró una normativa urbanística específica para este tipo las viviendas que se aprobó en abril de 2021, que limitaba estos alojamientos a las plantas baja, entreplanta y primera de los edificios residenciales de vivienda colectiva. Esta modificación del Plan General Municipal permitiría que se establezcan como cuerpo constructivo independiente, es decir, en un edificio completo de alojamientos turísticos.

Este modelo también está creciendo de forma exponencial y han aumentado de los 4 que existían en 2018 hasta los 13 registrados en 2023. Es decir, en cinco años se han triplicado los bloques enteros dedicados al uso de turistas, algo que se concentra exclusivamente en el casco antiguo.

Es el caso de la vivienda de Paquita, en plena calle Sagasta logroñesa. Cinco años antes de tener que marcharse, vió como la propiedad de su piso de alquiler cambió en varias ocasiones y le amenazaron con que en el bloque se iba a realizar una intervención integral para convertirlo por completo en pisos de alquiler turístico: “no fue una consulta, me dijeron que me tenía que ir”. Estos planes se paralizaron con la pandemia aunque se retomaron después.

“Si no me sacan, no me voy”

Esta señora sigue emocionándose al recordar aquel momento: “con el corazón en la mano le digo, que si no me sacan, no me voy. Me han quitado la mitad de mi vida”. Paquita tiene muy presentes esos días: “Lloré mucho, no podía dormir”. Su renta antigua, al igual que la de su vecina de enfrente, permitió que la propiedad les tuviera que dar una alternativa: primero se planteó un hotel durante el tiempo de obras y después quedarse en uno de los pisos -que reducirían sustancialmente su tamaño- con los turistas como vecinos; después, pisos que para ella estaban demasiado lejos y, finalmente, un piso en avenida de Colón pagando el mismo alquiler de su casa de la calle Sagasta. El resto del vecindario, sin embargo, tuvieron que irse sin nada.

Es consciente de que su piso actual tiene más comodidades, como la calefacción y el ascensor, pero reconoce que aceptó porque no le quedó otra opción y por los consejos de su familia: “Me costó salir, yo decía que me tenía que sacar con los pies por delante para irme. Ahora estoy bien y de aquí no me despacha nadie”.

Un fenómeno que no es nuevo en Logroño

Este fenómeno se ha agravado pero no es nuevo. Ya en 1997 otro vecindario tuvo que irse de sus casas, incluso siendo propietarios, y en su casa levantaron otro bloque de apartamentos. “Eran edificios antiguos y los vecinos y vecinas no podían asumir las obras de rehabilitación. El Ayuntamiento les empezó a amenazar con que serían responsables en caso de derrumbes o algun daño”, recuerdan los familiares de las personas afectadas.

Este vecindario de la calle Ruavieja, que en muchos casos eran propietarios, cedió sus viviendas al Ayuntamiento por el miedo a tener que pagar una responsabilidad o una rehabilitación que no se podían permitir y se quedaron sin nada. Una empresa sí pudo rehabilitar después aquellos pisos y convertirlos también en apartamentos turísticos.

Los vecinos y vecinas se van y llegan los turistas. “El casco antiguo lo están destrozando, echan a quienes viven por los que vienen un fin de semana”, denuncia Paquita. El Observatorio del Casco Antiguo, formado por un grupo de vecinos y vecinas del barrio, temen el avance de la turistificación en esta zona de Logroño mientras observan como el número de habitantes del barrio se reduce.

El distrito Norte contaba con 5.169 habitantes censados en 2022, cuando se produjo un pequeño aumento de población. Sin embargo, la evolución es descendente y ha ido disminuyendo progresivamente desde 2009, cuando había 5.762 habitantes hasta los 5.169 del año pasado o los 5.086 del año anterior.

El Ayuntamiento de Logroño no ha respondido por el momento a la consulta de Rioja2 sobre nuevas regulaciones o limitaciones de licencias de pisos turísticos, como está ocurriendo ya en otras ciudades. Tampoco sobre si plantean medidas para blindar las viviendas de uso habitual en casos como el de Paquita.

“Los vecinos sobramos y el casco antiguo pierde identidad”

“A medida que aumenta la población flotante, disminuye el comercio de proximidad”, advierten desde este Observatorio del Casco Antiguo. Y no se refiere a la distancia a la que están los comercios sino a los comercios del día a día: mientras en la zona crece la hostelería, las franquicias y las tiendas de chucherías; disminuyen los comercios del día a día, donde los vecinos puedan comprar leche, por ejemplo. “Ha influido el alquiler de los locales, cuyo precio hace que solo sea asequible para dedicarse a la hostelería o al comercio”.

Este grupo de vecinos y vecinas del casco antiguo aseguran que no están en contra del turismo sino de este modelo de turistificación. Lamentan falta de transparencia y que no haya una auditoría de la situación, así como que las actuaciones en la zona prioricen la actividad económica por encima del bienestar del vecindario: “no hay un plan a largo plazo, vemos que lo que va a determinar el futuro del casco antiguo es el dinero”. Y denuncian la falta de participación: “Nos vemos utilizados, sobramos, si no estamos no pasa nada. Mientras crece la densidad de viviendas turísticas, el casco antiguo pierde arraigo e identidad”.