La artista norteamericana Madonna actuó anoche en el Estadi Olímpic Lluís Companys de Barcelona ante unas 40.000 personas --el aforo era de 55.000-- para presentar su 11 disco, 'Hard candy'. Esta es la segunda vuelta de su gira más rentable y que se sustenta a partes iguales con canciones de este nuevo trabajo y versiones de las más míticas de sus casi 30 años de carrera, como 'Like a prayer' y 'La isla bonita'.
“¡Hello, Barcelona!”, espetó enseguida la reina del pop, bajando de su trono con respaldo en forma de 'M' para hacer un dueto virtual con Kayne West en 'Beat Goes on' --con Rolls Royce blanco paseándose por el escenario incluido-- para luego interpretar a la guitarra 'Human Nature', acompañada también de forma virtual por Britney Spears.
En los 80 compartió trono con Michael Jackson, y a él le dedicó, como viene haciendo en todos sus conciertos desde que el rey del pop falleció, un recuerdo personificado en uno de sus bailarines, copia perfecta de aquel que inventó el 'moonwalk' y zarandeaba la mano derecha enfundada en guante de plata.
“Por uno de los artistas más grandes que el mundo ha conocido: Michael Jackson”, dedicó Madonna, quien más tarde aseguró: “Han sido unos días triste entre lo que pasó con Michael Jackson y el incidente de Marsella. Valoro mucho lo afortunados que somos de estar vivos”, y tuvo también un agradecimiento para todos los fans que esta tarde participaron en Barcelona en el rodaje de su próximo videoclip.
Con un 'show' de coreografías acrobáticas y embelesadoras -hasta 12 bailarines respaldan a la artista--, y continuos cambios de escenografía y vestuario, poco importa si se oye más a Madonna en directo o enlatada. Eso sí, se mantiene en plena forma a sus más de 50 años, aunque se empeñase en decir que todas las Madonnas que el mundo ha visto no tienen nada que ver con ella. “She's not me”, repetía en la homónima canción, mientras las pantallas bombardeaban con imágenes antiguas suyas y cuatro modelos recordaban a sus antiguos 'looks' -con una se morreó, así que tan disconforme con su pasado no debe estar Madonna--.
El espectáculo, que durante algo más de hora y media llevó el ritmo frenético de Madonna a Barcelona, ya mereció la pena por la fina interpretación de 'Devil wouldn't recognize you', en las que una pantalla circular envolvía a la artista como si estuviese en una bola de cristal, flanqueada por dos samurais de baile espasmódico, y el desmelene de 'Into the groove', en el que Madonna baila arrastrándose por el suelo como muchas a las que les dobla la edad no podrían.
Si la cortinilla entre la primera y segunda parte fueron unos boxeadores luchando coreográficamente en un ring al ritmo de 'Die another day', la del final fue una fiesta balcánica que apareció para fusionar 'La isla bonita' con Doli Doli'. La relación de Madonna con las músicas del mundo, y en concreto con la balcánica, no están claras, y todo apunta a pura excentricidad, a una renovación constante de la artista que siempre ha sabido estar en la cresta de la ola. Renovarse o morir.